Unas vacaciones de karaoke: Sueño Florianópolis

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Una familia “tipo” viaja a Florianópolis, Brasil, a mediados de los 90, en un desvencijado Renault 12 Break. El cuadro no es el de unas vacaciones perfectas ni mucho menos. Quienes integran la familia lo saben y quienes nos preparamos para disfrutar de la película, también.

Lucrecia (Mercedes Morán) y Pedro (Gustavo Garzón) comparten la profesión de psicólogos y la crianza de dos hijxs adolescentes (Manuela Martínez y Joaquín Garzón) quienes, se podría sospechar, no van a seguir pasando las vacaciones con sus padres mucho tiempo más. La pareja, por su parte, está transitando una separación amigable que no le impide pasar las vacaciones en conjunto ni compartir algún que otro encuentro sexual entre sí, si bien sus deseos encontrarán nuevos lugares y personas donde canalizarse.

Después del accidentado viaje, la familia llega a Florianópolis a una casilla austera que habían alquilado a la distancia sin los beneficios actuales de portales que organizan los hoteles en categorías, precio y calidad, ni los comentarios de usuarixs, la cual resulta ser más austera de lo que quisieran soportar a pesar de tener un claro plan de vacaciones con pocos gastos. Es así que contactan a una pareja del lugar, Marco (Marco Ricca) y Larisa (Andrea Beltrão), quienes había ofrecido su auxilio en la ruta y ahora terminan por hospedar a la familia en un casa cómoda pero un tanto alejada del centro.

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La casa de Marco se encuentra pegada a otra en la que él se quedará con Larisa o con alguna otra amiga o novia, mientras la familia argentina disfruta al lado. Estas vacaciones “imperfectas” no incluyen balnearios organizados ni rutinas familiares clásicas. Lxs adultxs están separándose y lxs jóvenes tienen más interés en relacionarse con otrxs de su edad aunque no compartan el idioma.

Las cervejas geladas, las caipirinhas y el portuñol acompañarán tanto los momentos cómicos como aquellos más tristes que se presentan de forma cálida y natural de la mano de Ana Katz.

La sensibilidad de esta directora logra generar una atmósfera cómica pero no patética, tierna y con trazos de melancolía pero que no es inundada por el dramatismo. Nada en Sueño Florianópolis es perfecto: las playas son hermosas pero el cielo nunca termina de estar totalmente despejado, la casa es cómoda pero es un desorden constante, la familia se quiere pero también abundan los reclamos y ciertos rencores. Sin embargo, es esta imperfección que la hace tan querible, al igual que sus personajes.

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Lucrecia está un poco más convencida de la separación que su compañero Pedro. En su madurez, sabe disfrutar que un hombre la mire, la desee y se lo haga saber explícitamente. Recibe su cumpleaños de una forma inesperada y sin muchos planes pero consciente de que ese momento es un punto de inflexión a partir del cual se abrirá algo nuevo. Pedro, por su parte, transita el viaje desde un lugar menos protagónico si se quiere, reaccionando ante lo que Lucrecia propone y lo que sus hijxs hacen o dejan de hacer.

Sus pares de Brasil hacen de espejo a este ex matrimonio, pavoneándose con soltura frente a ellxs, provocándolxs de diferentes formas sin proponérselo. Al cuerpo flaco y frágil de Pedro se le presenta el más robusto de Marco, quien lo adorna solo con una zunga y una camisa abierta, sin pudor, sin compromiso ni protocolo. Larisa seduce a varones, mujeres y espectadorxs con un tono de bossa nova, viviendo según sus propias reglas sin dejar de tener sensibilidad por quienes tiene cerca.

Pedro y Lucrecia también están reinventándose a sí mismos y sus reglas pero lo hacen con el peso de su profesión, de lo que espera unx del otrx, así como con la incomodidad de tener que relajarse en esto que han decidido transitar. Nada menos relajante que tener que relajarse.

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El karaoke juega su rol durante los días de vacaciones, como entretenimiento, ardid de seducción y metáfora del estilo de vacaciones que plasma la película. Así como el karaoke puede ser una versión de menor calidad de nuestra canción favorita, las vacaciones de esta familia son una versión de segunda marca de lo que deberían ser unas vacaciones en el exterior. Una casa, situaciones y relaciones “medio pelo”, con permiso del uso de la expresión del gran Jauretche. Este estilo nos genera lo mismo que logra el karaoke: divertirnos, enternecernos y sentir un poquito de vergüenza por lo que estamos experimentando.

Sin embargo, Katz no se queda en la superficie y no cuesta mucho ahondar más allá del portuñol y las escenas graciosas para ver que ahí, en ese micromundo que presenta, están sucediendo muchas cosas, a nivel afectivo, vincular y personal, que pueden ayudarnos a mirarnos desde el otro lado de la pantalla. ¿Por qué no?