Derry Girls: Las chicas (no solo) quieren divertirse

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La serie creada por Lisa McGee, de producción británica y estrenada el año pasado en Netflix (originalmente emitida en Channel 4), es una gran oportunidad para aquellos que ya estén un poco cansados de las historias de adolescentes de los ochenta en Estados Unidos. En un pueblo de Irlanda del Norte, Derry, cuatro chicas y un chico (que por cercanía será una más) intentan atravesar la dura etapa de la adolescencia en pleno conflicto irlandés por la independencia. Rodeadas de adultos castradores en la escuela católica para mujeres a la que asisten, en sus familias conservadoras y estupidizadas por la TV, este grupo heterogéneo hará de las suyas, para delirio de los espectadores.

Derry Girls es una comedia hilarante, con una estética de actuación que apela constantemente al absurdo y la exageración. Con un cast brillante y joven, integrado por Saoirse-Monica Jackson (Erin), Louisa Harland (Orla), Nicola Coughlan (Clare), Jamie-Lee O’Donnell (Michelle) y Dylan Llewellyn (James), la primera temporada de solo 6 capítulos —de aproximadamente veinte minutos—, asegura la carcajada sin sacrificar la profundidad. La serie se ríe de y cuestiona, a partir de situaciones bizarras, las instituciones más importantes: la familia, la escuela, la iglesia, el Estado. El trasfondo socio-político del conflicto de Irlanda del Norte es el escenario de contraste para estos adolescentes que a primera vista parecen torpes y superficiales pero en absoluto lo son (un poco, tal vez).

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La acción se centra en el personaje de Erin, cuya familia está más en primer plano. Una madre ultracatólica y un poco autoritaria-violenta (Tara Lynne O’Neill), una tía narcisista y desconectada de la realidad (Kathy Kiera Clarke), un padre de carácter débil (Tommy Tiernan) y un abuelo pícaro y cariñoso (Ian McElhinney), integran junto a la Hermana Michael (increíble Siobhan McSweeney), la monja rectora de la escuela, la constelación de adultos que miran con incomprensión y desprecio a esta nueva generación, que se hace preguntas sin saber cómo responderlas. La búsqueda de trabajo, el despertar y la identidad sexual, la fe, el rendimiento académico, el consumo, todas experiencias por las que estos jóvenes pasarán por primera vez son tratadas por la serie sin solemnidad. En un capítulo creen que ven a la Virgen llorar, en otro roban la cartelera con anuncios de empleos para conseguir “primero” los trabajos, en otro, Orla (gran personaje) se hace adicta al step, etc. En un mundo tan absurdo como el que les toca vivir, las chicas de Derry (incluyendo a James) serán de a ratos la única cuota de racionalidad. Es como si el mundo de Derry Girls hiciera esta inversión, tan novedosa a la hora de contar historias sobre adolescentes: en un mundo tomado por la irracionalidad (del conflicto armado, de la religión, de los tabúes sexuales) son los jóvenes los que intentan armar algo con sentido. Que lo logren o no hace que nos riamos más o menos fuerte. Pero siempre nos reímos.

La comedia es fresca, distinta, se agradece. La banda sonora es para cantar en voz alta. La mayoría de los temas “profundos” están tratados lateramente, pero el escenario se vuelve protagonista en muchos momentos. Los personajes son adorables e insufribles en igual medida, las actuaciones —todas— son excelentes. Imposible no hacer una lista de favoritos de los personajes y ver cuán difícil es. También hay lugar para la emoción, momentos conmovedores logrados con muy poco: la serie no pretende, y el resultado es eficaz.

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Imagino que, entre tanta comedia predominantemente norteamericana e inglesa, el mundo de Irlanda del Norte es una novedad que el público agradece, porque nos pone en un lugar distinto, nos enseña y nos permite reírnos en otros términos. Pasar de la representación insistente de los ochenta a la de los noventa nos acerca el universo ficcional un poquito más; para un grupo etario de entre los espectadores ya no es tanto la añoranza de la niñez sino la crudeza de un mundo que se preparaba para entrar con muchísima dificultad al nuevo siglo. Y duele un poco, y hace reír.

Realmente, no se la pierdan; la segunda temporada apenas empezó el cinco de marzo, esperemos que Netflix se apure a subirla.