La guarida del lobo: Un momento de indecisión
Luego de tres realizaciones en largometraje, Alex Tossenberger da a conocer su cuarta película, La guarida del lobo, filmada en su totalidad en Tierra del Fuego, lugar donde el director se plantea llevar a cabo una serie de producciones más. La que ahora estrena es su segundo film rodado en la isla. Lo antecedió QTH, una historia muy bien narrada acerca de las condiciones del servicio militar obligatorio en el marco de la guerra de Malvinas, excelentemente protagonizada por Osqui Guzmán.
La guarida del lobo sucede íntegramente en el invierno, en un paisaje boscoso y nevado, inmensamente solitario. Un viejo lugareño llamado Toco, interpretado por José Luis Gioia, vive en esas soledades. Tiene todo lo que parece necesitar: una cabaña abrigada, perros, trineo, una radio de comunicación, carne de cordero, algo de alcohol y hasta una moto de nieve para emergencias. Y además, es dueño de las 10.000 hectáreas que rodean la cabaña. En su peregrinar con el trineo se encuentra a un hombre tirado en la nieve al lado de su auto (Gastón Pauls). Toco lo recoge y le da albergue en su cabaña. A partir de allí se teje una estrecha relación entre ambos. En este marco aparece un tercer personaje (Victor Laplace) que ofrece comprarle la tierra a Toco.
El film cuenta con la dirección fotográfica de Mariano Cúneo, el mismo fotógrafo de QTH, pero en esta ocasión Tossenberger se permite mostrar con más libertad el paisaje fueguino, los bosques y las montañas, pecando por momentos por la excesiva cantidad de estas imágenes, aunque siempre la cámara nunca desplaza a los personajes en el centro del relato.
La guarida del lobo es una película que tiene dos partes, o dos momentos, o dos decisiones de producción distintas. Podría decirse que la película transita dos tercios por un género y luego, sobre el final, por otro género, como si se hubiera decidido otro final de la historia, trastocando el género y el centro del conflicto. Porque de eso se trata, del cambio del conflicto fundamental de la historia. Nada más podríamos agregar sin contar la trama y el desenlace; sería lo que a muchos les gusta llamar “spoiler” y que en buen castellano se llama develar el secreto. Por momentos la película es un “drama psicológico” y en otros puede ser un “thriller”, y hasta una película de situaciones de naturaleza en condiciones extremas o de aventuras.
Las indecisiones acerca del conflicto y el género dejan a los tres actores en una incómoda posición. Un excelente actor como lo es Víctor Laplace (inolvidable Juan Perón) hace lo que puede para componer un villano, malo malísimo. Gastón Pauls no encuentra el carácter justo de su rol y por momentos hace pensar en su personaje de Nueve Reinas.
Capítulo aparte merece José Luis Gioia. Quizás porque su personaje tiene más claro su lugar en el relato, el actor puede componer un viejo solitario muy creíble. Gioia es un hombre que viene del humorismo y que en los 80’ filmó varias películas clase “indefinida” con Olmedo y Porcel, bajo las órdenes de Enrique Carreras. Luego nada, hasta que en 2009 Campanella lo dirige en El secreto de sus ojos, donde se destaca interpretando el papel de un inspector de policía, trabajo por el cual fue ampliamente reconocido como una revelación. En esta ocasión reafirma su performance pero ahora como protagonista.
En definitiva, La guarida del lobo es un film que puede verse, que tiene una buena fotografía, buena música, un muy buen trabajo de José Luis Gioia, pero que adolece de una decisión dubitativa en cuanto a qué película se quiso hacer.