33° FESTIVAL INTERNACIONAL DE CINE DE MAR DEL PLATA: RESEÑAS DÍAS VII & VIII
Se terminó, ya está. Otro año más deberemos pasar para reencontrarnos con nuestro lugar cinéfilo favorito del mundo.
Antes de pasar a reseñar las últimas películas me gustaría destacar el enorme trabajo de la dirección y el equipo de programadores del festival. En épocas donde los recortes aparecen por todos lados y la cultura parece no tener lugar se ha hecho un trabajo fantástico por realizar un festival clase A sin los recursos monetarios que un evento de dicha magnitud requiere. Esto solo puede ser posible gracias a un montón de gente que ama lo que hace más allá de cualquier reconocimiento monetario. El INCAA debería recordar esto y tenerlo presente al momento de pensar alguna vez en buscar nuevamente alguna figurita internacional para reemplazar el hermoso trabajo de esta gente. Ya fallaron una vez, no lo hagan de nuevo.
Hecho este merecido reconocimiento al enorme equipo de trabajo que comanda Cecilia Barrionuevo y que tiene entre sus exponentes a Pablo Conde y Marcelo Alderete, solo por dar unos nombres, vayamos a las películas.
COMPETENCIA INTERNACIONAL
If Beale Street Could Talk (Dir. Barry Jenkins)
La consagración de Barry Jenkins con Moonlight en los premios Oscar del 2017 fue una sorpresa para todo el mundo. Aquella película, su opus 2, no había participado de los festivales más importantes del mundo y de hecho solo en Mar del Plata había competido por el principal premio en un festival clase A, premio que finalmente fuera para la película israelita The People That Are Not Me. Situación similar había ocurrido con Medicine for Melancholy, su ópera prima de 2008, y lo mismo entonces debía ocurrir con If Beale Street Could Talk, su película más cara a la fecha (12 millones de dólares).
Parece que este año el festival tuvo una especial afición por las películas alegóricas y este film no es la excepción. Jenkins trabaja sobre una serie de metáforas los principales devenires de la comunidad negra en los Estados Unidos, en especial la violencia institucional y la situación de las personas privadas de su libertad.
La película adapta la novela homónima de James Baldwin que narra la historia de Fonny (Stephan James) y Tish (KiKi Layne), una joven pareja afroamericana a mediados de los 70’ en Harlem que se ve obligada a separarse luego de que Fonny sea encarcelado por un delito que no cometió.
Con mucho trazo grueso Jenkins aborda de forma directa y sin matices el sinfín de violencia que la comunidad negra recibía (y recibe) en Estados Unidos. Más allá de lo explícitas o efectistas de algunas escenas, el director utiliza muchos recursos de puesta en escena para narrar con eficacia una historia que se apoya mucho en el enorme trabajo de montaje que realizan los editores Joi McMillon y Nat Sanders, misma dupla de Moonlight.
Más clásica y oscarizable que sus anteriores películas pero igual de afectiva y emotiva, Barry Jenkins da un paso adelante con If Beale Street Could Talk y busca convertirse en un nuevo nombre fuerte de la industria hollywoodense.
Muere, Monstruo, Muere (Dir. Alejandro Fadel)
Recuerdo mucho ese BAFICI de 2012 en el que Alejandro Fadel presentó Los Salvajes, su anterior película y, aunque IMDB diga lo contrario, su primer largometraje conocido en soledad (antes había realizado con Mauregui, Schnitman y Mitre la brillante El amor, primera parte).
Aquella primera película, la segunda que realizaba La Unión de los Ríos, luego de El estudiante, era sorprendente por cómo se manejaba el género y el extrañamiento. Fadel de a poco nos sumergía en un mundo que se iba alejando más y más del realismo hasta culminar en un estado místico insospechado para lo que parecía ser un drama marginal de adolescentes. Todos estos elementos hacían que Muere, monstruo, muere fuera la película que más esperaba del festival.
La historia nos presenta una serie de asesinatos de mujeres que ocurren en una zona cordillerana de la provincia de Mendoza. El principal sospechoso de los crímenes es un perturbado hombre llamado David (Esteban Bigliardi), que sostiene que un monstruo le susurra cosas al oído. Cruz (Victor López), un particular policía, se involucrará de lleno en la investigación luego del fallecimiento de Francisca (Tania Casciani), la esposa de David con quien mantenía un affaire.
No tiene mucho más sentido intentar explicar una trama que con esa premisa va sumergiéndose de lleno en un tono fantástico y de extrañamiento cuasi Lyncheano, con secuencias que hacen recordar a lo mejor de Muholland Drive o Lost Highway.
La película, al igual que otros filmes del festival, es eminentemente alegórica. En este caso el discurso gira en torno a la violencia de género y a cómo el hombre ataca física y mentalmente a las mujeres hasta descuartizarlas, literalmente.
Tan sorprendente como Los Salvajes, con una maravillosa fotografía y un trabajo sonoro que evoca al cine de género de los 80’, Muere, monstruo, muere es una gran película, atípica para nuestro cine fantástico, que rara vez ofrece propuestas más cercanas al cine de autor y que suele quedarse en la parodia u homenaje.
PANORAMA AUTORES
Monrovia, Indiana (Frederick Wiseman)
Arriesgaría a decir que junto con Errol Morris Frederick Wiseman es el documentalista más importante de Estados Unidos. Con un estilo muy particular, casi todas películas suelen ser amplios retratos sobre comunidades, intentando captar todas sus aristas posibles, Wiseman posee una prolífica carrera y a los 88 años demuestra estar lejos del retiro.
Esa famosa frase que dice “pinta tu aldea y pintarás el mundo” la suele usar un querido amigo para explicar la idea de Ciudad Amurallada que describe Michael Rabiger en su libro Dirección de Documentales. Si uno mira las películas de Wiseman no son más que aquello: miradas centradas en diversos espacios específicos, respecto de los cuales se pueden extraer conclusiones universales sobre la humanidad.
Esos espacios pueden ser un hospital, un museo, un barrio multicultural de Nueva York o, como en el caso de Monrovia, Indiana, un pueblo sureño redneck.
Como siempre, el estilo del realizador consiste en hacer un agotamiento descriptivo de todos los espacios y los diversos actores sociales de la comunidad que retrata. No en vano sus películas suelen ser largometrajes que superan las tres horas de duración. Esta no es la excepción y si bien la duración es menor, apenas dos horas veinte, Wiseman se las arregla para hacer un amplio registro observacional de todo el pueblo, con secuencias maravillosas como una típica feria sureña o el funeral que cierra el documental.
Wiseman no será para todos, es verdad, pero nunca decepciona a sus fanáticos.
FUNCIÓN DE CLAUSURA
Roma (Dir. Alfonso Cuarón)
Juego plata que la última película de Alfonso Cuarón es una decisión empresarial de NETFLIX para hackear los Oscar. Si el año pasado el monopolio rojo había encendido la polémica en Cannes con Okja de Bong Joon-ho y The Meyerowitz Stories (New and Selected) de Noah Baumbach, dos filmes que no pasaron por los cines y que, luego de las proyecciones en el festival, fueron liberados en la plataforma para todos los usuarios, este año la apuesta parece haberse redoblado con la intención de obtener una primera nominación importante en los premios de la academia (mejor película o director) con una obra planificada para lanzarse en exclusiva por un servicio de streaming.
Más allá de toda esa puja comercial por desafiar a la industria cinematográfica, Roma es, probablemente, la mejor película en la carrera del mexicano y su obra más atípica.
Con una fotografía en blanco y negro maravillosa, realizada por el mismo director, y con una utilización espacial del sonido muy particular que le saca el jugo al Dolby Atmos como ninguna otra película hasta el momento, Cuarón narra una historia muy pequeña e ìntima, con varios tintes autobiográficos. Yalitza Aparicio es Cleo una empleada doméstica de una familia de clase media de México en los 70’; el filme la sigue a ella y a la familia para la que trabaja a lo largo de un año tumultuoso, cuyos sucesos cambiarán en forma drástica la forma en la que todos conciben la vida.
No voy a meterme mucho más en el argumento para no caer en spoilers, pero es destacable la forma en la que el director de Gravity logra contar una historia con mucha ternura y honestidad, con la suficiente muñeca para ponerse oscuro y denso cuando el relato así lo amerita.
A diferencia de sus anteriores películas no hay en Roma un plano secuencia, la cámara casi no se mueve y existe una fuerte apuesta por la fragmentación para el armado de cada una de las escenas. Lo que más se sostiene del estilo reconocible del mexicano es la vocación por tener encuadres con múltiples zonas de acción y lecturas (la escena del incendio es maravillosa en este sentido).
Resulta un poco contradictorio que el cineasta haya pensado una película para verse y escucharse de un modo tan particular y especial que es muy difícil de lograr reproducir en equipos hogareños. Veremos qué pasa, puede que Roma llegue a algunos cines de forma muy limitada. Ojalá así sea y todo el mundo tenga la suerte de disfrutarla en una sala porque de verdad es una obra maestra.
El festival no podía concluir mejor.