1945: un mea culpa social.

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1945. Final de la Segunda Guerra Mundial, y en una aldea del interior de Hungría se preparan para celebrar la boda del hijo de un importante funcionario del ayuntamiento con una campesina. La llegada de dos judíos ortodoxos con unas cajas misteriosas traerá una atmósfera de temor y paranoia al funcionario y a los habitantes del pueblo por miedo a que se trate de una avanzada de judíos que retorna a casa para recuperar las posesiones y tierras apropiadas por los lugareños, como venganza por haber delatado a sus familiares.

La Segunda Guerra Mundial es un tema que nunca se va acabar para el mundo del cine. Los puntos de vista y los gustos varían: desde la visión hollywoodense en que casi siempre se remarca la épica de la liberación europea con los paladines de la democracia, vestidos de verde oliva y flameando las barras y estrellas en París o el Reichstag, hasta el punto de vista del cine europeo en que tocan temas sociales, conflictos morales, autocríticas, y las consecuencias y marcas que dejó dicha guerra en la población.

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Dirigida por Ferenc Török y basada en el relato De regreso a casa del escritor Gábor T. Szántó, (quien además co-escribió el guion con el director), 1945 nos habla del remordimiento, la culpa, la vergüenza y la paranoia de parte de una sociedad que miró para otro lado mientras se beneficiaban con las riquezas que dejaban atrás los deportados o exiliados judíos. Muchos señalados por sus propios vecinos en uno de los países que acogió con más fervor el nacionalsocialismo. Desde el guion son interesantes algunas alusiones metafóricas, por ejemplo, al principio cuando el jefe de la estación de trenes se afeita, escucha en la radio sobre la bomba atómica lanzada por EUA en Nagasaki. Una referencia a la explosión que vivirá el pueblo.

Török eligió contarnos la película en blanco y negro para transmitirnos un clima opresivo y tenso, darle mayor realismo y crudeza. Y esto está apoyado por la preciosidad de la fotografía de alto contraste y con imágenes poéticas. Hay fotogramas que vale la pena congelarlos y analizarlos un toque, en especial los instantes finales. Algo acostumbrado en las viejas películas húngaras, polacas y de la ex Yugoslavia.

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Las actuaciones cumplen una función coral donde cada personaje tiene un peso significativo, es como que no hay personajes de más, todos aportan algo que nos habla más de esa aldea en el interior de Hungría: el funcionario hambriento de poder que intenta manejar a todos para su conveniencia, el borracho del pueblo atormentado por el pasado, la mujer dispuesta a defender lo que se ganó de los exiliados por el bien de sus hijos, el cura que miró hacia otro lado, el hijo avergonzado por el accionar del padre. Pequeños conflictos que refuerzan al conflicto más grande. Conflictos que sintetizan aquella máxima de “pueblo chico, infierno grande”.

Los diálogos son concisos pero lo más importante son los silencios, los gestos y las miradas que nos cuentan más de lo que haría un diálogo. Es más importante lo que se insinúa que lo que se muestra. Lo que llamaríamos subtexto. Un profesor mío nos marca siempre la importancia del subtexto y los reveladores de información, pareciera que Ferenc Török tomó nota en clase.

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No quiero divagar, pero el avance de los judíos ortodoxos desde la estación de trenes hacia la aldea lo veo como una metáfora del totalitarismo y el racismo, en este caso el antisemitismo. Cuanto más avanzan por la aldea, las preguntas se suceden entre los habitantes: “¿quiénes son? ¿Qué vienen a hacer? ¿Quién los mandó? ¿Vienen más? ¿Vienen por nuestras tierras? ¿Qué hay en esas cajas?”. Los primeros planos de los habitantes nos muestran al detalle sus reacciones, su autojustificación, sus temores, mientras que para mostrar a los judíos en su gran mayoría se utilizan planos generales, que nos dan una idea de que su objetivo es algo mayor al individualismo de cada personaje en la aldea. La llegada y el avance de los judíos están cargados de un gran simbolismo que desnuda la vergüenza y el remordimiento de un pueblo que fue cómplice, desde los funcionarios pasando por el cura, los campesinos y los comerciantes. Sin embargo, hay personajes con dignidad que son los que hacen crecer más la tensión que vive el pueblo por la llegada de los judíos, y estos personajes son los que interpelan a sus vecinos o familiares por lo hecho durante la ocupación nazi.

En resumen, 1945 es una película más sobre la Segunda Guerra Mundial pero con un abordaje distinto y reflexivo. Una película sobre la memoria, la verdad y la justicia. Un mea culpa social que nos interpela a nosotros acá: habría que filmar un 1976.