El ángel: un éxito anómalo un poco irresponsable

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Leves Spoilers.

El ángel de Luis Ortega es, sin lugar a dudas, un éxito en la taquilla argentina que ya se está encaminando a superar el millón de espectadores (primera película argentina que lo logra en lo que va del año y probablemente la única que se pueda dar ese gusto). Esta declaración no resultaría tan extraña si no fuese porque la cinta en cuestión es lo que es: un estudio de personaje que se aleja enormemente de los grandes éxitos de taquilla que tuvo el cine argentino, como Relatos salvajes, El secreto de sus ojos o Nueve Reinas, todas películas impulsadas en particular por la acción y la historia antes que por sus personajes (esto no quiere decir que no tengan buenos personajes pero sí que la película no gira en torno a ellos). Apostar a un “estudio de personaje” deviene en una historia menos concentrada que da más la sensación de estar explorando viñetas, momentos de vida de un personaje al cual seguimos hasta que arbitrariamente dejamos de hacerlo. En fin, un film que apuesta a varias situaciones para generar una macro-situación, en este caso la vida, o parte de ella, de Carlos Robledo Puch, el más reconocido asesino múltiple de la historia argentina.

Todo esto da como resultado una forma cinematográfica más “ajena” a la que el público argentino promedio está acostumbrado y que, creo yo, de no haber tenido una gran campaña de marketing, un afiladísimo tráiler (difícil de ver en la industria argentina) y el peso de realidad que le aportaba el nombre de Robledo Puch, el film de Ortega no hubiese tenido el éxito que finalmente tuvo. El pasaje por el festival de Cannes y la buena recepción de la prensa internacional seguro la ayudaron, pero creo que están lejos de ser los factores más importantes de su éxito. Por supuesto que al final del camino está la película misma, la cual, con más aciertos que errores (polémicos es decir poco), supo capitalizar, mediante una puesta totalmente estilística y poco realista, ciertos morbos y aspectos que hacen a la vida de Carlos Robledo Puch, digna de ser contada en la pantalla grande.

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La película abre con Carlitos (Lorenzo Ferro) que entra de manera ilegal en una casa de gente claramente adinerada, explicando al espectador de forma muy simpática que él “no cree en esto es tuyo y esto es mío”. Luego de robar algunas cosas de valor, prende un tocadiscos y comienza a bailar “El extraño de pelo largo”. Esta introducción deja bien en claro el tono para el resto del film, que nunca se atreve a responsabilizarse de las acciones de Carlitos y decide apoyarse más en la simpatía que puede generar su actitud y personalidad que en el peso de sus actos de delincuencia. En la escuela industrial va a conocer a Ramón (Chino Darín) y luego a su familia, con los cuales tendrá una relación cargada de sensualidad y erotismo, sobre todo con Ramón y su padre. La familia de Ramón terminará siendo el puente de Carlitos a la delincuencia, que ocupará la mayoría del film, eso y la tensión sexual con su compañero.

Empezar por las virtudes de El ángel es muy fácil. La recreación de la época, la fotografía y la ubicación de la música son tres elementos que destacan en su ejecución. Ortega genera un tono y una atmósfera del todo envolventes, donde uno siente la sensualidad y la inmediatez de lo que ocurre en forma constante, lo cual hace casi todas las escenas bastante memorables. Sobre todo, escenas que uno podría considerar de “relleno” pero que en una película como esta, que se propone explorar un personaje por sobre cualquier otra cosa, pasan a tomar otro poder o impronta. La primera escena que se me viene a la mente de este tipo es Carlitos, un piano y el himno nacional. Totalmente innecesaria en términos de la historia. Totalmente necesaria para caracterizar más profundo al personaje. Totalmente memorable. Un altísimo reconocimiento a las actuaciones, con una mención especial a la aparición sorpresa de Peter Lanzani, con un personaje que no es muy profundo ni complejo pero que tal vez tenga las líneas más memorables de toda la película.

Lorenzo Ferro

Más interesante es adentrarse en lo que creo yo son los errores, desaciertos o polémicas que aparecen en el film de Ortega. Algunos dicen que es menester tomar la responsabilidad de representar lo mejor posible una historia o hechos reales. Otros no le dan tanta importancia y piensan que uno puede hacer cualquier cosa mientras funcione para la película. Si bien yo me inclino más para la segunda, no dejo de pensar en algunos aspectos de esta película que involucran a la primera, quizás no en forma directa. Como ya había dejado entrever previamente, la laxitud desde la forma y el guion con la que se toman, en especial, las muertes llevadas a cabo por Puch dejan una sensación rara, de falta de responsabilidad y casi de una peligrosa simpatía por el asesino. De más está decir que el problema no es generar esa simpatía, sino que no exista en ningún momento una contrapartida que nos deje ver la verdadera atrocidad de sus acciones. Esta es una decisión manifiesta de los realizadores, que pretenden una identificación con el personaje más que generar un conflicto interno dentro del espectador. Esto no es malo en sí mismo pero convierte a la experiencia en algo, honestamente, un poco vacío, sobre todo después de pensarlo un rato.

Otra cuestión es la constante justificación de las acciones llevadas a cabo por Carlos Robledo Puch. Con justificaciones me refiero a que nunca lo vemos matar a alguien por el simple hecho de matar a alguien, por el contrario, siempre se encuentra alguna cosita, aunque sea muy chiquita, para contextualizar los asesinatos (también están, en su mayoría, pensados más para el chiste que para el drama, lo cual no ayuda). Primero es sin querer, luego es queriendo porque eran gente que le había hecho algo, después es en defensa propia y otro más por un sobresalto. Por supuesto que no es necesario descontextualizar todos los asesinatos pero, teniendo en cuenta que se omitieron las violaciones y el tiro al bebé, más asesinatos aleatorios y carentes de sentido le hubiesen venido bien para complejizar la locura del protagonista y quizás agregarle peso a una propuesta demasiado liviana para lo que pretende retratar.

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Más allá de todo El ángel es una experiencia con un rigor estético impecable y algunas secuencias muy memorables y graciosas. Vale la pena verla y ver qué tanto ruido le hacen a uno estas cuestiones moralistas con las cuales yo no suelo tener problemas… pero con esta película sí. Quizás no es el hecho de que sea políticamente correcta o no, sino que en este caso la incorrección política desembocó en un film más vacío que lleno.