Casa propia: Rebotando contra las paredes
Casa propia es una película auténticamente argentina, y sobre todo, cordobesa. Es el séptimo trabajo de Rosendo Ruiz, un sanjuanino que se mudó a Córdoba de muy joven, cuya “cordobesidad” se siente y palpita en varios de sus films. La película se exhibió en el BAFICI 2018 y recogió muy buenas críticas.
Alejandro es un docente de escuela secundaria que enseña literatura, tiene 40 años y vive con su madre enferma. La plata no le alcanza más que para sobrevivir pero él siempre piensa en irse a vivir solo. Visita departamentos en alquiler aunque sepa que no podrá acceder a ellos. La enfermedad de su madre requiere cuidados que él atiende como puede, soportando los planteos y requerimientos de su hermana, no siempre justificados. Tiene una novia con la que mantiene una relación inestable de sucesivas peleas y reconciliaciones. Quizás las únicas situaciones equilibradas sean la de su trabajo en el colegio y la de su relación con los alumnos.
También en esta película se presenta una cuestión respecto del título, aunque en este caso no se trate de un tema de traducción. La locución “casa propia” se utiliza habitualmente representando el anhelo de acceder a la propiedad de una casa. La “casa propia” siempre ha constituido la gran meta de las clases populares, es la seguridad del “techo”, de no tener que recurrir al alquiler. En el film, Ruiz utiliza la expresión para referirse a un lugar de independencia para el personaje, que paradójicamente sería una casa alquilada. Cuestiones de la lengua, o tal vez del localismo cordobés.
Más que contar una historia, Casa propia construye una crónica que a partir de lo cotidiano profundiza en la interioridad del personaje. Habiendo llegado a la adultez, Alejandro continúa sosteniendo conflictos de la adolescencia: vive con su madre, soñando con separarse de ella pero sin poder generar las condiciones para concretarlo; sostiene un diálogo de sordos con su hermana con respecto a la atención de su madre enferma; sigue adelante con una relación sentimental que va y viene, de la que pretende un mayor compromiso pero sin lograr despertar la confianza necesaria en su pareja. En fin, Alejandro anda por la vida rebotando contra las paredes.
La situación de “eterna adolescencia” o si se quiere de imposibilidad de llegar a la vida adulta aparece en primer plano. Al respecto, Rosendo Ruiz ha dicho: “Me interesa contar la historia de Alejandro, para quien el vínculo con su madre llegó a tal punto de dependencia, estancamiento y enfermedad que sólo un hecho extremo como la muerte podría liberarlo. Reconocer ese deseo lo coloca en un conflicto ético y moral, que constituye el clímax que me llevó a construir toda una película a su alrededor”.
Excelente interpretación de Gustavo Almada, también co-guionista con Rosendo Ruiz, y de todo el elenco en general. Buena fotografía. Un acierto las secuencias en los departamentos vacíos que visita el protagonista, como así también el plano secuencia del comienzo de la película que muestra un grupo de adolescentes tomando fernet en la previa de la salida nocturna.
Buena película.