The Rain: Una lluvia que realmente moje.

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Si hablamos de series danesas, no podemos evitar mencionar la repercusión que tuvo Forbrydelsen (2007-2012), más conocida como The Killing, la cual marcó un antes y un después en la visibilidad y el reconocimiento de los nórdicos, al punto de que los estadounidenses realicen una remake. La predilección de los escandinavos por las series policiales y de crímenes difíciles de resolver parecería ser más que moneda corriente, una norma. Es por eso que el anuncio del estreno de The Rain, la nueva serie de Netflix (la primera realizada en ese país por el monstruo rojo) traía grandes esperanzas. Dicha propuesta abandona los escritorios, las placas y los detectives, para apostar por un thriller distópico, cuya premisa es bastante concisa y prometedora: un misterioso virus presente en la lluvia arrasa con casi toda la población, obligando a los hermanos Simone y Rasmus a refugiarse en un búnker durante seis años, para luego sobrevivir en grupo a la hostil superficie y a su tormentosa historia que los relaciona con la epidemia, la cura del virus y la misteriosa empresa Apollon. Como se puede observar, si bien los elementos son similares a otros relatos de la misma categoría, genera interés.

Vamos a los hechos. El primer capítulo comienza con una escena cotidiana de Simone en su escuela secundaria, esperando para rendir un examen. Aparece su padre muy nervioso y se la lleva con él. No sin antes declarar “va a llover, y no podemos estar aquí cuando empiece”. Efectivo, ¿verdad? Es en este momento cuando la vertiginosidad se hace presente. Durante el futuro inmediato, los sucesos se van concatenando de tal manera que para cuando van transcurridos apenas ocho minutos, ya sabemos todo (y más aún). La familia entera (madre, padre, Simone y el pequeño Rasmus) llega a un búnker subterráneo, propiedad de la empresa Apollon, para la cual trabaja el padre. La lluvia no logró atraparlos y ahí estarán a salvo. Acá se desata el GRAN problema de este piloto: la dosificación de información. Es tan burda la forma en la que se utiliza el diálogo para contar todo lo que pasa, pasó o pasará que uno se siente un tanto estafado. Este exceso subestima al espectador de tal manera que se lo transforma en un sujeto tan pasivo intelectualmente hablando que solo recibe información masticada. Aparecen frases totalmente innecesarias (por su carácter anulador de todo suspenso posible) por parte de este padre misterioso, como: “Hay algo en la lluvia. Un virus que mata a la gente. Soy el único que puede solucionar esto. Puedo evitar que todos se mueran […] Nadie puede encontrar a Rasmus. Él es la clave de todo”. Mencioné que apenas van ocho minutos de serie, ¿no? Perfecto.

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Todos sabemos que en el 90% de las historias de zombis, epidemias globales, infecciones devastadoras, etc. el relato va a girar en torno a descubrir cuáles fueron los hechos desencadenantes y, sobre todo, a buscar una cura. Esto no es noticia. Pero que en tan poco tiempo uno ya esté enterado de las implicaciones de los personajes en este panorama global quita la posibilidad de un desarrollo más paulatino, con una utilización de los reveladores de información de manera más interesante.

Todo sigue su curso de la siguiente manera: el padre los abandona en pos de un bien mayor (protegido por un traje hermético digno del Eternauta). Se escuchan ruidos afuera y, a pesar de las advertencias, los niños abren la puerta del búnker, lo que provoca que su madre impida la entrada de un extraño, forcejeando bajo la lluvia. Inevitable destino fatal. A partir de este momento, la focalización se traslada enteramente a estos dos hermanos huérfanos, quienes pasarán cinco años más encerrados, a salvo en ese refugio. ¿Cómo nos enteramos de que pasó esa cantidad de tiempo? Además de un salto temporal inexplicable, vemos a un Rasmus adolescente cuya tercera línea es “pasaron cinco años”.

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Por si faltaba alguna excusa para seguir abusando del diálogo, utilizan tres recursos nuevamente innecesarios: en primer lugar, el diálogo constante de Simone con uno de los trajes anti radiación (que jugaría el rol de padre), cuya finalidad solamente es exteriorizar lo que ella está sintiendo o pensando. Por otro lado, la voz en off que hace resonar en su cabeza frases de su padre, reafirmando o volviendo a comunicar las cosas que ya sabemos hasta el hartazgo. Finalmente, el uso de flashbacks que dejan entrever la relación entre Rasmus, su progenitor y el virus.

Hartos de esta situación, Simone decide investigar cuáles son las condiciones del afuera, por lo que sale de noche (polémica decisión: quién iría a explorar una ciudad azotada por una epidemia a esa hora y solamente contando con una linterna como defensa, al grito de “Hola ¿hay alguien ahí?”, se preguntarán ustedes) y solo encuentra cadáveres en putrefacción. Entonces, al volver, tiene una conversación con su hermano en la cual acuerdan abandonar el refugio al otro día.

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Ambos se acuestan a dormir y al cabo de un tiempo comienzan a sonar unas alarmas que indican el estado crítico del nivel de oxígeno dentro del búnker. Y acá es donde aparece el amigo cliffhanger para hacer su trabajo (y qué bien que lo hace). Rasmus se las arregla para cargar con su hermana desvanecida hasta la puerta y logra salir, para develar de esta manera que no hubo una falla en el sistema de ventilación interno, sino que todo fue producto de un grupo de personas armadas, con trajes protectores y máscaras de gas, quienes hicieron todo eso para obligarlos a salir (o mejor dicho, para poder entrar al búnker). Y así concluye este capítulo.

Merecida mención al diseño de producción, al arte y a la fotografía, que saben generar muy bien el clima y las imágenes ideales a lo largo de la serie, tanto de la ciudad devastada y abandonada (al mejor estilo 28 Days Later) como las del búnker, pulcro y tecnológicamente avanzado. La coherencia estética, una sabia dosificación de efectos visuales bien ejecutados (obviar la tormenta inicial) y el aprovechamiento de las locaciones son fundamentales y contribuyen de manera esencial a todo el resto del conjunto.

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A partir de este momento, dejan de pecar tanto del exceso de información y todo se desarrolla de una manera más amena. Podemos concluir entonces que el afán de interés y financiamiento mediante el piloto pudo ser una de las grandes razones de querer meter tanta información en cuarenta minutos.

Surge el condimento inevitable del coming-of-age. Es ahora cuando se introduce este grupo de jóvenes, al cual los hermanos se van a sumar en la búsqueda de otros refugios y, sobre todo, en la búsqueda de respuestas (gracias al conocimiento que posee Simone de la ubicación de dichos búnkeres y la capacidad de ingresar a ellos simplemente mediante sus huellas dactilares). Todo esto, mientras escapan de la lluvia mortal y de las fuerzas de seguridad de Apollon, que merodean y cazan sobrevivientes. Temas como la sexualidad, las creencias, el amor, los celos, los vínculos interpersonales comienzan a tomar relevancia y van haciendo avanzar el relato, junto con las peripecias necesarias para acercarse a “la verdad”.

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La exploración del pasado de cada uno mediante flashbacks nos permite conocer de dónde vienen y ayuda a reforzar la construcción de cada personaje (algunos más interesantes que otros). Las interpretaciones están bien y cada actor sabe jugar el rol que posee. Los diálogos mejoran y la aparición de nuevos giros argumentales abre un poco el panorama en cuanto a las opciones que tienen los protagonistas, generando conflictos internos en el grupo y una puja interesante de intenciones.

Esta nueva etapa de la serie, una de más desarrollo y con menos presión por parte de los realizadores, permite otra dinámica. Se mantiene un fuerte sentido de la esperanza (aunque podemos ver algunos golpes bajos presentes en los secretos de cada personaje) y los cliffhangers funcionan muy bien. Al terminar un capítulo, uno quiere saber cómo continúa todo. Si no les gustó el primer episodio, sigan un poco más antes de tomar una decisión. No se hace pesada ni aburrida, si bien no deja de escapar a cierta lógica de predictibilidad. Es una propuesta interesante para quienes disfrutan de las distopías, lo post-apocalíptico y las epidemias globales. Y también para los que quieran indagar en una exploración del ser humano en condiciones de vida o muerte, la búsqueda de identidad y lo que nos define como personas. Llegando al clímax de la serie, la resolución no es concluyente y deja la puerta abierta (más que abierta) para una nueva temporada. Veremos qué le depara el futuro a estos jóvenes y cómo la necesidad política, tanto de la epidemia como de la cura, tejen la trama y disponen las condiciones para continuar con dicho relato.