Wild Wild Country: Sexy Sadie
Sexy Sadie, what have you done
You made a fool of everyone
You made a fool of everyone
Sexy Sadie, ooh, what have you done
Lennon / McCartney
No sé si califica el término spoilers para una reseña de una miniserie documental. Los hechos ocurrieron y son de público conocimiento. Pero estoy seguro de algo: si Ud. es afín a los cultos misticistas hindúes, si le gustó El arte de vivir, si tiene un póster de Sai Baba, si compró los libros de Osho; incluso le diría, si profesa simpatía por las religiones en general, incluida la de los muchachos de Roma, esta reseña no es lo suyo.
En serio. Deje de leerla ahora. La miniserie… no sé, haga lo que quiera. Netflix sabe cuidarse mejor que nosotros.
Bhagwan u Osho
A mucha gente le resultará sorpresivo descubrir que Osho (Bhagwan Shri Rashnish) tuvo este devenir. Entiendo perfectamente que el mensaje de paz, amor y meditación pueda tener predicamento entre muchas personas que necesitan cambiar su vida por la razón que fuera y que, en principio, en los fundamentos básicos, es positivo y esperanzador.
La historia de cómo devienen las enseñanzas de un hindú bastante pícaro en un culto mesiánico, en el cual, no necesariamente manda el Mesías, es el motor de esta genial miniserie, dirigida por Chapman y Maclain Way, y producida por los hermanos Duplass para Netflix.
Bhagwan era un hindú, profesor de Filosofía, devenido en gurú, que había fundado su ashram –lugar de meditación y enseñanza en el que los alumnos y el maestro conviven – en Pune (India).
Tuvo varios conflictos en su país, puesto que sus enseñanzas querían unir “el misticismo de oriente con el materialismo de occidente” y, para ello, no tuvo mejor idea que fustigar a Mahatma Gandhi.
“Mahatma Gandhi fue el ignorante más limpio del mundo”.
“La vida entera de Gandhi deberá ser estudiada, no por historiadores, sino por psicólogos y psicoanalistas que puedan descifrar a este hombre, su personalidad artera, sus estrategias, sus mentiras y sus juegos políticos. En comparación, Adolf Hitler era sencillo y directo”.
Luego, se ensalzó en una batalla contra el socialismo:
“¿A qué me refiero cuando les digo “Cuidado con el Socialismo”? Les pido que dejen que el término del embarazo se complete. Y el término del embarazo es el Capitalismo. Dejen que dure sus nueve meses”.
“La pobreza en la India es crónica, entonces piensen bien antes de dar un paso más en esta dirección (el socialismo). No dejemos que el proceso formador de capital se interrumpa”.
“Estoy en contra del comunismo, porque si una persona es privada de sus posesiones, algo de su individualidad muere. Sus posesiones son una suerte de seguridad a su alrededor, que lo mantienen vivo como individuo”.
No extraña para nada que los liberales del mundo tengan siempre un gurú a mano.
Sumémosle a todo esto que entendió en el momento justo, principios de los setenta, que si se metía de lleno en el tema del sexo libre, era un gol de media cancha, aún con frases polémicas como:
“Estoy en dificultades continuamente, porque la sociedad te fuerza a permanecer célibe hasta los 21 años. Eso significa que la mejor posibilidad de conseguir sexo, de aprender el sexo, de entender el sexo, se perderán. Para cuando llegas a los 21, 22 años, ya eres viejo en lo que a sexo se refiere. Cerca de la edad de 17 es cuando se está al pico, tan potente, tan poderoso, que el orgasmo se extenderá a todas tus células. Todo tu cuerpo se dará un baño de bendición eterna”.
En el ashram en Pune empezaron a llegar una mezcla de hippies tardíos, hombres de negocios hartos y aburridos de la vida, psicópatas varios y pavotes sin remedio. Los reportes de las sesiones de meditación, power yoga y orgías no tardaron en diseminarse. La gente, según la leyenda, le daba su dinero a Bhagwan, al que le encantaban las cosas sencillas, como los Rolls Royce.
La primer ministro hindú, allá a mediados de los setenta, Indira Gandhi (sin relación con Mahatma) se hartó del ashram, del Bhagwan y la madre que lo parió. Hubo un atentado contra su vida. Y corte. De repente estamos en Antelope, Oregon, EE. UU. Población: 50 habitantes.
Antelope, Oregon
El punto de partida de Wild Wild Country es la llegada de Bhagwan Shri Rashnish y sus sannyasis o rajnishes (discípulos) a un pueblito de Oregon (EE. UU.).
La historia, y cito al primer capítulo, parece demasiado inverosímil para ser verdad. Pero lo es. Y fue documentada en gran parte por los noticieros de la época. En la misma se incluyen atentados bacteriológicos, decenas de AK-47, drogas, sexo, un aeropuerto privado y 17 Rolls Royce.
Bhagwan y su secretaria, Ma Anand Sheela, establecen una comunidad utópica de avanzada, que incluía cultivos sin agrotóxicos, en el año 1982, pleno gobierno de Ronald Reagan. ¿Cómo es que esto termina como una suerte de afiebrada Fight Club, con atentados terroristas incluidos? Hay que disfrutar de los excelentes 6 capítulos para saberlo. El viaje es realmente alucinante.
Así como el material de archivo de la TV de la época es valiosísimo, son imperdibles las miradas de los maduros supervivientes de esos tiempos, notablemente los habitantes del pueblo, a quienes presumimos como unos retrógrados, conservadores republicanos y socios de la Asociación Nacional del Rifle, pero que bien pronto en el relato se van transformando en una voz medida, de gente común en circunstancias extraordinarias, y con una sabiduría y capacidad de reflexión inesperada. Y también imperdibles las miradas de los viejos discípulos de Bhagwan, unos deliciosos extraviados mentales, en especial esa villana de película, personaje extraordinario que es Ma Anand Sheela, que quedará en la memoria del firmante para siempre, en el mismo nivel que Jacques Vergès, el protagonista de ese otro documental increíble que es L ávocat de la terreur, de Barbet Schroeder.
Meditación final
A Bhagwan le encantaban los Rolls Royce y su espiritualísimo reloj de más de un millón de dólares. Hoy, que sus seguidores quieran formar un pueblo de la nada, elegir intendente, reclutar un pequeño ejército, planificar asesinatos que les permitan crecer territorialmente, siempre rindiéndole culto, puede parecer medio alejado y hasta afiebrado. Pero hace solo dos años, un tal Sri Sri Ravi Shankar reunió a miles de personas en Palermo para enseñarles a respirar, patrocinado por el Estado, y con muchos de los máximos exponentes del Gobierno meta inhalar/exhalar. A lo mejor, ya lo lograron, y no nos dimos cuenta.