The Thin Blue Line, la película que cambió el cine documental

Errol Morris es uno de los grandes a la hora de hablar de documentalistas, si bien la mayoría de su obra es más que recomendable, fue con The Thin Blue Line (o La delgada línea azul) que alcanzó un amplio reconocimiento. Este fue su tercer largometraje, que tuvo un tono más serio y comprometido que sus dos trabajos anteriores, y el resultado fue una obra tan importante e influyente que se la puede encontrar entre los primeros puestos en varios listados sobre los mejores documentales de la historia.

Fue una inspiración fundamental para otras geniales obras como la trilogía Paradise Lost y fue la base de todo el género de documental policial moderno.

En esta nota vamos a indagar acerca de cuáles son los elementos que vuelven a La delgada línea azul una película tan importante para la historia del cine documental. Y a pesar de que es una historia que pasó hace unos 30 años, como se trata de un caso de asesinato que tal vez el lector no conozca, por las dudas cabe hacer una advertencia de SPOILERS.

Pero hayan visto el documental o no, vamos a repasar muy brevemente en qué consta el caso: en 1976 un oficial de policía fue asesinado a disparos tras detener un auto en la ruta. Luego de rastrear el vehículo con el que se cometió el crimen, la policía encontró a las dos personas que se habían subido al auto esa noche y quienes ahora se convertían en sospechosos: Randall Adams y David Harris. La investigación avanzó y varias circunstancias llevaron a que Adams fuera declarado culpable.

El documental presenta los elementos que derivaron en esta condena y entrevista a los testigos y protagonistas del caso, pero no para encontrar nueva información, sino por el contrario, lo hace para desacreditar sus testimonios y la investigación policial en general. Es así como evidencia que las autoridades recurrieron a prácticas poco éticas y que los testigos estaban del todo inseguros de lo que vieron, y en algunos casos hasta confiesan lisa y llanamente haber mentido.

Pero pasemos a ejemplos puntuales de esto. Morris tiene una clara intención de mostrar a los testigos como totalmente inseguros de lo que vieron. Podemos notarlo por el hecho de que haya decidido incluir momentos de las entrevistas cuando estas personas dudan frente a cámara sobre los hechos. Además, cuando nos presenta a una de las principales testigos que en la corte señaló a Randall Adams como el asesino, ella dice que siempre quiso ser detective cuando era niña. No solo es que su motivación pasa más por su expreso deseo de jugar a ser detective que por decir la verdad, sino que sus declaraciones están ambientadas con una música burlona. Estos dos elementos muestran una clara intencionalidad de Morris por desacreditar y hasta ridiculizar a la testigo. Y por si esto no fuera suficiente, luego presenta testimonios de otra gente que retratan a esta mujer como una mentirosa.

Y los policías tampoco se salvan de ser criticados. Morris muestra todas las malas prácticas que estos ejercieron durante la investigación, como perder tiempo buscando un modelo equivocado de auto, probar la hipnosis para intentar rescatar un testimonio o una total falta de objetividad al buscar inculpar a Adams, ya sea presionándolo para que firme una confesión o creer en David sin poner en duda la palabra de este, quien debería haber sido un sospechoso y de hecho acabaría siendo el verdadero culpable.

Pero el documental no se queda en la superficialidad de averiguar qué pasó realmente o quién es el asesino, sino que critica todo el proceso policial y judicial que llevó a un inocente a la cárcel. Demuestra que la evidencia que reunió la policía y se presentó contra Adams era muy inconsistente, y que la investigación original miró todos los testimonios pero nunca se fijó en la credibilidad de esas personas.

Esta desacreditación de los testimonios que el mismo documental muestra fue solo una parte de los elementos característicos de La delgada línea azul, ya que uno de sus principales logros a nivel histórico fue haber desafiado la lógica del llamado cine directo, difuminando así la línea entre ficción y documental, volviendo a este último más cinematográfico al incorporar elementos que hasta ese momento solo se consideraban propios de las ficciones.

El cine directo era una corriente cinematográfica que consistía en aplicar un método de filmación que se restringía (a grandes rasgos) a hacer una película de la forma más natural posible, lo que incluía el uso de cámara en mano y luz natural y se descartaban prácticas como la musicalización, la voz en off y las recreaciones, que habían sido comunes en documentales previos. Siguiendo el concepto de «La mosca en la pared», la idea era que el realizador observara todo pero pasara desapercibido, limitando lo más posible la intromisión y manipulación del material por parte del documentalista, porque se consideraba que era la mejor manera de llegar a un resultado que fuera lo más cercano posible a una verdad objetiva. Muchos adeptos a este movimiento renegaban de filmar entrevistas y en su lugar intentaban atrapar las acciones que sus actores sociales tenían fuera de cámara, como si eso garantizara un resultado más honesto.

Morris rechazó todas estas estrategias, no solo porque revalorizó la entrevista (que ya era utilizada en el documental clásico pero que en ese momento se veía como algo anticuado o muy básico), sino porque La delgada línea azul combatió esta filosofía de perseguir una verdad objetiva y cambió la forma de ver el documental. En lugar de buscar la neutralidad como realizador, Morris tomó una posición concreta sobre el asunto y amplió los límites del lenguaje no ficcional.

Llegó a la verdad por un camino propio que iba en contra de todo lo que el cine directo proponía, que, sumado a lo anteriormente mencionado, empleaba elementos que en ese momento estaban en forma directa asociados al lenguaje de la ficción. Esto incluyó la utilización de una imagen muy cinematográfica, que no solo se olvidaba de la desprolijidad de la cámara en mano, sino que brindaba unos planos estilizados, a través de la utilización de la iluminación, cámara lenta, música y puesta en escena.

De hecho, debido a esto la Academia se negó a tener en cuenta a La delgada línea azul para los Oscar, ya que no la consideraban un documental.

Ya de por sí utilizar recreaciones estaba mal visto por el cine directo, pero Morris llevó estas dramatizaciones un paso más allá al emplear distintas versiones de estas ligeramente modificadas entre sí para representar los diferentes testimonios, y todo con un gran cuidado estético, sobre todo en cuanto al uso de la iluminación. Pero en estas dramatizaciones, no se recrea un escenario en el que David Harris dispara al oficial, a pesar de que este es uno de los discursos principales de la película, ya que estos escenarios parten siempre de los dichos de los testigos. Evitar recrear lo que realmente ocurrió por el simple hecho de que esto no haya sido expresado por ninguno de los testigos refuerza la idea de que la verdad es muy frágil y no siempre se encuentra en los testimonios.

Hay otros detalles similares a estos que continúan contradiciendo al cine directo, como la ya comentada utilización de música para ridiculizar a una testigo o simplemente para generar un clima, lo cual estaba mal visto por este movimiento siendo que es parte de una manipulación hacia espectador que no se corresponde con una búsqueda objetiva de la verdad. Otro ejemplo interesante es no utilizar el típico videograph con el nombre de las personas para presentarlas. Morris decide resolverlo de una forma simple pero más cinematográfica y cercana al lenguaje de la ficción. Siempre que puede, cuando desea introducir a una nueva persona en la narración, deja que esta sea mencionada por otro entrevistado, para inmediatamente después pasar a una imagen de esa persona que se acaba de mencionar, dándole a entender al espectador que es de esa persona de quien se estaba hablando antes. Es un recurso que tal vez hoy se siente muy básico u obvio, pero que en ese momento en los documentales simplemente no se empleaba.

Esta distribución de la información en el momento adecuado, también se puede apreciar cuando, ya habiendo transcurrido la mayor parte del documental, muestran que toda la entrevista a David Harris transcurre en prisión. Esto se revela cuando Harris levanta sus manos (que seguramente el espectador ni se había dado cuenta que no había visto hasta el momento) y se ve que está esposado. Esto es el pie para contar cómo lo encarcelaron por otro crimen. A través de solo evadir las esposas, Morris evitó que el espectador supiera que Harris estaba detenido en la actualidad, y se guardó liberar esa información solo para cuando a él le interesara que eso formara parte del relato. Lo mismo sucede con la grabación que cierra el documental, en la cual Harris (a pesar de no decirlo de manera explícita) prácticamente confiesa su crimen, esto fue resguardado hasta el final de la película para mantener un desarrollo dramático creciente mientras el espectador experimentaba la investigación del caso, ya que debido a la contundencia del contenido de esa entrevista, el haberla puesto antes en el documental, le hubiera quitado peso a lo que quedara del relato.

Como último detalle respecto a la calculada puesta en escena, los fondos, la vestimenta y los colores que se ven en las entrevistas, también fueron elegidos para transmitir el discurso y la visión de Morris al subconsciente del espectador.

La delgada línea azul es un concepto que representa a la policía en una expresión que refiere a la pequeña barrera que separa el caos del orden o a los criminales de los inocentes, y para resaltar esta idea es que deciden vestir a los policías del documental con corbatas que contienen rayas de color azul.

A David Harris le dejaron la ropa del mismo naranja que los mamelucos característicos de los prisioneros y lo pusieron contra un fondo que simula una reja, reforzando así la idea de su criminalidad.

Mientras que Randall Adams está vestido de blanco, un color que representa la pureza e inocencia, y se encuentra rodeado por un contrastante fondo negro, como si estuviera en un ambiente malvado al que no pertenece.

Con todo lo mencionado, La delgada línea azul dio un paso fundamental para abrir la práctica documental a una gama más amplia de estilos y técnicas, al adoptar de forma exitosa elementos tradicionalmente reservados para la ficción y con una visión que abrazaba la subjetividad, así es que le dio a los documentales más libertad en cuanto a forma y por tanto también en cuanto a creatividad.

Además de esta crítica a la estética y forma del cine directo e incluso del documental en general, otro de los grandes logros fue hacer que los temas y discursos de este medio recuperen importancia, al punto de lograr a través de ellos un impacto social real. Dado que este caso se había dado por cerrado, luego de 12 años, cuando La delgada línea azul salió a la luz, el caso se volvió a revisar, la cadena perpetua de Adams fue revocada y él salió en libertad gracias a las pruebas aportadas por el documental.

En resumidas cuentas, Morris hizo el trabajo que toda una investigación policiaca no pudo ni tuvo la intención de hacer, lo que demostró que cuando la gente se concentra en encontrar un culpable, se enfoca menos en los hechos. Y en su camino, no solo sacó a un inocente de la cárcel, sino que logró demostrar la obsolescencia de las prácticas del cine directo, marcando el sendero estilístico para los futuros documentales policiales, ampliando y revitalizando su lenguaje y alentando a los realizadores a reflejar en sus obras una visión más personal y subjetiva pero no por ello menos real.