RESEÑA: BEPO

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 La vida en la vía estaba hecha de pedacitos uno distinto del otro, y uno no podía quedarse con ninguno para siempre.[1]

 

Bepo (2016), escrita y dirigida por Marcelo Gálvez, narra parte de la vida de un linyera[2] o croto, Bepo Ghezzi, quien vivió a principios del siglo pasado, de tren en tren, cruzándose con otros crotos que elegían la libertad como filosofía de vida.

Basada en el libro Bepo. Vida secreta de un linyera, de Hugo Nario, esta sensorial película, muestra fragmentos de la juventud de este personaje, con recursos ligados a la percepción y un relato corto pero profundo como sus diálogos.

Durante las primeras décadas del siglo XX, fueron muchos los jóvenes que viajaban furtivamente a lo largo y ancho del país, en trenes de carga. Según explica Nario en su libro, muchos lo hacían buscando trabajo en las cosechas, trasladándose a distintas regiones, de acuerdo con la época de cada fruto; mientras otros, elegían esta vida errante como una forma de encarnar las ideas de libertad que venían desde Europa en manos de libertarios y anarquistas: sin patrón, sin querencia, sin ataduras. El autor afirma que no hubo un linyera o croto parecido a otro, y que la de Bepo es una historia entre otras que nos ayuda a conocer este colectivo del cual aún hoy sabemos poco.

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El protagonista es un joven de la provincia de Buenos Aires, que deambula por diferentes localidades rurales (la película se filmó en doce pueblos de esa provincia), encontrándose y compartiendo distintos momentos con otros crotos, quienes, si bien distintos entre sí, comparten el estilo de vida despojado de familia y bienes, excepto por sus monos[3] (atado de ropa del linyera) y eligen hacia dónde partir, de acuerdo con cómo se levantaran esa mañana.

Así, Bepo comparte un tiempo con Quirurga, un linyera entrado en años, convencido de que no hay que aquerenciarse en ninguna ranchada (lugar donde el linyera enciende el fuego, deja el mono y la bagayera, come y duerme)[4] porque si no uno se pone rancio. En otro momento, un francés interpela a Bepo al decirle que es un verdadero burgués por tener en sus pagos una casilla de chapa, o hay quien pone en debate si la libertad se termina en el momento en que sentimos hambre.

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La película nos pinta un cuadro en el cual Bepo está en el centro, pero casi como un espectador más que nos ayuda a arrimarnos a ese mundo, ayudado por el estilo bucólico de toda la puesta. La historia flota en el aire, casi errante, como la vida de estos crotos. No hay una estructura clásica de introducción, nudo y desenlace, sino más bien un viaje sensorial en el que abundan los paisajes abiertos, los cielos, el clima, los silencios plagados de ruidos naturales y las conversaciones escuetas pero profundas.

Gálvez, quien ya tocó el tema de la libertad en Cipriano: yo hice el 17 de Octubre (2012), tiene una sensibilidad especial para enseñarnos la vida de los linyeras, con sugerencias más que exhibiciones, permitiéndonos solo vislumbrar para, al menos, generarnos la curiosidad de salir a conocer esa vida que existió.

En la actualidad, uno de los paradores del gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, ubicado en Zavaleta y destinado a personas en situación de calle, lleva el nombre de Bepo Ghezzi. Queda en nosotros explorar qué significado tiene esto ahora, comparando la vida en las calles de hoy con las vidas en los trenes de ayer.

 

 

[1]             Hugo Nario. Bepo. Vida secreta de un linyera. 1988, p. 42.

[2]             Voz probablemente de origen piamontés, lingheria, con que los braceros italianos que venían a Argentina a hacer las cosechas denominaban a su atado de ropa. Por extensión, siguió denominándose linghera (fonéticamente linyera) no solo al mono o atado de ropa, sino a quien la llevaba. Ibid., p. 143.

[3]             Ibid., p. 143.

[4]             Ibid., p. 144.