Reseña: «Los últimos»
Los últimos es la primera película en la que Nicolás Puenzo prueba el sillón del director, por lo menos en sentido metafórico, pues las condiciones de filmación no deben haberle permitido usarlo demasiado. Si bien esta es su ópera prima, Nicolás trae consigo una experiencia previa en cine: fotografía en Wakolda (Lucía Puenzo, 2013), Bomba (Sergio Bizzio, 2013), El fin del Potemkin (Misael Bustos, 2011); producción y cámara en El fin del Potemkin y cámara en XXY (Lucía Puenzo, 2007). Los lazos familiares nuevamente se hacen presentes, ya que Nicolás y Lucía Puenzo comparten la autoría del guion de Los últimos.
A principios del siglo XXI tuvieron lugar en Bolivia importantes protestas motivadas por la escasez del agua y el aumento del precio del servicio, conocidas como “la guerra del agua”. Diversos factores han determinado que Bolivia sufra aún hoy una crisis hídrica de considerables proporciones. El film comienza con una referencia a la gravedad de esta situación, pero luego el tema como tal, se diluye.
Es muy difícil encasillar Los últimos en un género específico. Podría decirse que se trata de un relato de temática apocalíptica o de un thriller, de una película de acción o de suspenso. Es cierto que el film transita por todos estos géneros pero ante todo es una historia de amor.
Una joven pareja deja el sitio en que viven, aparentemente un campo de refugiados en un lugar desértico, para emprender una marcha hacia el mar. En las primeras secuencias, la trama adopta un tono realista, la pareja va recorriendo el desierto en su largo camino, cuidando su reserva de agua, juntando fuerzas para la marcha, en silencio, con fatiga; hasta que llegan a una vía de ferrocarril, donde logran trepar a un tren de carga. A partir de allí, la película cambia el tono, el tempo, la estética: los personajes se ven introducidos sorpresivamente en una situación de violencia y maltrato. Guerra, represión, civiles a cargo de operaciones militares, fotoperiodistas inescrupulosos y arbitrariedad son los ingredientes que se integran para dar lugar a un cambio de clima. La cámara adopta una mirada distinta: ciudades en ruinas, destruidas, despojos de montajes industriales, gente miserable, hospitales improvisados en tiendas de campaña y un intento desesperado de huida en medio de una persecución profesional y sofisticada.
Pese a ciertos temas que aparecen mencionados en el guion de forma muy marcada y que luego no se desarrollan, tales como el tema de la escasez de agua, el de cierta fotografía que motiva la decisión de emprender el viaje o la cuestión ética del periodismo de guerra, la película se sostiene porque logró contar una historia de amor, sincera y profundamente humana.
El excelente trabajo de fotografía de Nicolás Puenzo conmueve de por sí. La música original de Pedro Canale aporta decididamente para lograr el clima, sobre todo en la primera parte. Igualmente destacable es el trabajo de sonido.
La labor del elenco es sólida. Merece destacarse el trabajo de Juana Burga, una joven modelo peruana que trabaja en Estados Unidos, en su primer trabajo en cine, nada menos que con un protagónico. Interpretando el rol de la joven Yaku, mujer de pocas palabras, de gestos cortos y mínimos, con una profunda introspección y gran sutileza. Bravo.
Ficha técnica
Elenco: Germán Palacios, Peter Lanzani y Juana Burga. Con la participación especial de Natalia Oreiro, Alejandro Awada y Luis Machín
Director: Nicolás Puenzo
Guión: Nicolás Puenzo, Lucía Puenzo
Fotografía y cámara: Nicolás Puenzo
Dirección de arte: Marcelo Chaves, Matías Martínez
Vestuario: Ruth Fischerman
Sonido: Fernando Soldevila
Música original: Pedro Canale
Voz: Luzmila Carpio
Montaje: Misael Bustos, Hugo Primero
Productora: Coproducción Argentina-Francia-Chile; Historias Cinematográficas Cinemania / Color Monster / Demente Producciones Chile / Pyramide Productions / Tieless Medi
Duración: 91 minutos