Reseña: It/Eso (2017)
It es uno de esos íconos del mundo del terror que, con el pasar de los años, se volvieron tan prominentes en la cultura popular que revivirlo en esta época, rebalsada de remakes y reboots, es algo tan lógico como arriesgado. It no es una historia exprimida a lo largo de los años como les ha sucedido a otras franquicias de terror que cuentan con numerosas películas y algunas hasta con una serie dentro de su universo. Por esto, una nueva adaptación de It es un éxito comercial asegurado, aunque si habláramos de una película de calidad que contente a los fanáticos, allí es donde aparece el verdadero desafío. No solo porque el libro de Stephen King (a quien le dedicamos un especial de la 24 que pueden leer acá) es probablemente uno de los más icónicos del mundo de la literatura de terror, sino porque la adaptación que recibió en forma de mini-serie en 1990 dejó impresiones que aún al día de hoy se recuerdan con cariño (más por la gran interpretación de Tim Curry que porque el producto fuera bueno, pero eso ya es otro tema). Hacer una nueva adaptación de It que satisfaga a la mayoría (y no digo “a todos” porque a esta altura ya sabemos que siempre habrá haters proclamándose en contra de esta nueva película, como ya se pueden ver en las redes) era un verdadero desafío con mucha responsabilidad detrás, pero del que el director, Andy Muschietti, logró salir airoso en todo sentido.
El tono siniestro que Muschietti propone está impregnado en todos los aspectos de la película, retratando al pueblo de Derry como un lugar sumamente turbio, donde los pocos adultos que aparecen en la historia irradian un aire inquietante con sus miradas y gestos, los bullies demuestran un sadismo mucho mayor del habitual y se llega al extremo de insinuar casi sin tapujos que Beverly no solo es maltratada, sino que además es violada por su padre.
Esta sensación de asfixia casi permanente que hay en el pueblo se ve acompañada por detalles que mantienen la constante presencia y amenaza de It a través de pequeños elementos que aparecen casi por casualidad, como oír de fondo un show de televisión donde “payaso” es la palabra del día o mostrar el pozo de Pennywise, sin que este tenga nada que ver con la secuencia que se está desarrollando. Y por último, la asfixia se termina de cerrar con la falta de respiro que da el montaje, que alterna casi sin detenerse entre escenas con la intervención sobrenatural de It y escenas con los problemas cotidianos de los protagonistas, a los que casi no los deja descansar. Montaje que está sumamente bien ajustado, no tiene ni una escena de más, todas las secuencias de la película están bien definidas y tienen un propósito claro, dando un ritmo muy ágil que, incluso, se da el pequeño lujo de introducir humor al relato (y bastante), pero sin que este se pise con los aspectos de terror ni viceversa.
Pasando a los protagonistas, no es noticia que It siempre tuvo ese espíritu de drama coming-of-age, por lo que resultan esenciales para la historia las personalidades de los protagonistas, tanto individual como grupalmente, que además están ajustadas a los estereotipos del género y de la época (ya que esta adaptación se trasladó de los años 50 a los 80). Siendo este un elemento tan importante, no es casualidad que sea uno de los aspectos más disfrutables de la película, la química del Club de los Perdedores es instantánea, Finn Wolfhard (Mike en Stranger Things) saca a relucir todo su carisma, llevándose así la atención del público y los mejores chistes, mientras Jack Dylan Grazer (Eddie) se vuelve un gran apoyo actoral. También cabe destacar las actuaciones tanto individuales como en dúo de Sophia Lillis (Beverly) y Jaeden Lieberher (Bill), con situaciones tiernas y románticas que seguramente harán sentirse identificado a más de uno.
Si hay una contra respecto al Club de los Perdedores es la poca participación y protagonismo de algunos de los miembros. Es lógico que en un grupo siempre haya personajes que destaquen más y otros que destaquen menos, pero Ben y sobre todo Mike y Stanley quedaron algo opacados por sus otros compañeros y sus líneas más interesantes, aunque vale recalcar que esto ya es una queja menor y como para no dejar ir la película sin ninguna falla.
Y si hablamos de problemas con la cinta, el otro aspecto criticable (y del que la enorme mayoría de sus detractores se está agarrando en las redes) es el uso de los jumpscares o golpes de efecto. Sabemos que es una práctica barata que lamentablemente viene desmereciendo el suspenso y el cine de terror actual desde hace años, pero si bien es cierto que hay jumpscares en It, no es lo único que hay, por lo que criticar la cinta por esto sería ver solo un aspecto del panorama. La película se apoya en el suspenso clásico y, de hecho, una característica interesante es que juega también con la forma de algunos elementos. Desde los diseños inquietantes de los seres cuyo aspecto asimila It, pasando por las contorsiones y movimientos que este es capaz de hacer o la forma anti-gravitacional en la que se dispersa su sangre, hasta algo tan simple como la física irrealmente tiesa que adopta al desplazarse el emblemático globo rojo.
Las películas de terror suelen caer en el cliché de la clásica rutina sin sentido, donde el villano estira una situación en la que podría matar a su víctima solo para darle tiempo a que la rescaten. Como It es un ser que tiene como prioridad causar miedo a sus víctimas para alimentarse de este, termina relegando el matar a un plano casi secundario, por lo que se evita (o mejor dicho, justifica) orgánicamente este cliché. Todo lo anterior nombrado, sumado a la versatilidad de poderes que posee esta entidad (que se complementan con unos imperceptibles VFX), brinda un Pennywise oscuro, intimidante e impredecible.
Andy Muschietti, sin dudas, se suma a Fede Alvarez al perfilarse entre los directores latinoamericanos a los que el cine estadounidense (y especialmente el de terror) parece augurarles un gran camino por delante. Esta nueva adaptación propone una mezcla exitosa muy pocas veces vista de coming-of-age con terror, aunque (salvando esto último) es un producto clásico, que si bien no aporta nada demasiado novedoso, no deja de estar muy por encima del promedio de sus hermanas de género y funciona excelentemente en sus propios términos.