Get Out: crítica de la razón cotidiana

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  1. El negro siempre muere primero

Puedo afirmar sin temor a equivocarme que Get Out (Jordan Peele, 2017) es una de las películas de terror más ingeniosas de los últimos tiempos. De entrada, la máquina de la narración sitúa al espectador ante el estereotipo: muchacho negro (Chris) que sale con chica blanca (Rose) acepta pasar un fin de semana en casa de suegros. De inmediato se le vienen a uno a la memoria innumerables slashers que plantean un tópico similar. El papel de la víctima, sin embargo, se subvierte: en vez de ser la chica, lo que se tiende a suponer aquí es que será el muchacho negro quien habrá de sufrir el calvario. Este pequeño ejemplo pone de relieve el mecanismo con el que la película funciona: la narración compone estereotipos para después desmontarlos y, de este modo, dejar al desnudo el prejuicio en el que se fundan.

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  1. El negro siempre es sospechoso

Es por demás conocida la manera en que la sociedad estadounidense suele apelar a los eufemismos para diluir el impacto que provoca nombrar los hechos como corresponde. George Carlin dedicó un monólogo extraordinario a esta cuestión (que el lector curioso puede hallar en YouTube), donde el humorista desnuda la hipocresía que anida en esta actitud. Jordan Peele comparte con Carlin el oficio del humor. De hecho, en muchos de sus shows televisivos apeló a la ironía para denunciar el racismo que subyace en lo cotidiano. Get Out propone una mirada crítica de la discriminación racial desde la perspectiva del cine de terror. En efecto, la sospecha constante que manifiesta Chris parece una actitud que bordea la paranoia. Sin embargo, habrá momentos muy puntuales donde se probará que su cautela tiene una causa evidente. El temor verdadero de Chris no deriva de un horror que se le anticipa a su intuición como algo desmesurado y terrible, sino más bien proviene de otro territorio menos extraño: las situaciones comunes y corrientes. Camino a la casa de sus suegros, Chris y Rose sufren un accidente con el auto. Allí, el policía que les toma la denuncia le pide a Chris, sin razón alguna, que le muestre sus documentos. De esta forma, el protagonista deja de ser víctima para convertirse en sospechoso, solo por el color de su piel. Lo mismo ocurre con respecto a la validez de su discurso: gran parte del tiempo se halla en entredicho y en ningún momento se lo toma con seriedad. Rod (el amigo de Chris) descubre la trama siniestra que se urde tras la visita de Chris a la casa de sus suegros. Acude entonces a la policía para denunciar el delito con pruebas fehacientes. En respuesta, recibe las carcajadas escépticas de los detectives (que, irónicamente, también son de raza negra).

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  1. El negro siempre está de moda

Jordan Peele homenajea con amorosa devoción al terror clásico. Compone momentos que, en su mayor parte, recuerdan la atmósfera asfixiante de Rosemary’s Baby (Roman Polanski, 1968) o la paranoia de las versiones del año 56 (Don Siegel) y del 78 (Philip Kaufman) de Invasion of the Body Snatchers. Retoma incluso el sesgo de crítica social de Night of the Living Dead (1968), donde el maestro George Romero conjuga el terror sobrenatural con la denuncia de los grupos racistas y conservadores que en aquella época se oponían a los movimientos por la igualdad de derechos civiles. En este sentido, no me parece un hecho casual que Get Out se haya estrenado a poco del ascenso de Trump a la presidencia e, incluso, anticipando el resurgimiento de los movimientos supremacistas que hace poco marcharon en Charlottesville. En medio de un contexto tan enrarecido, se hace evidente que Get Out testimonia con exquisita sutileza el horror de nuestra época: un horror que habita no ya en los hechos sobrenaturales, sino en el día a día, en lo que se enmascara como natural o inofensivo pero que en verdad es violencia, odio, irracionalidad.