Los Ángeles: La Ciudad de los Sueños.

Hablar de La La Land implica inequívocamente mencionar su género, o al menos el que más claramente la define. Uno no podría pasar por alto que esto es sin dudas un musical, género poco representado en los tiempos que corren y que además carece de éxitos como los hubo en su época dorada en los años cincuenta y sesenta, tal como lo fueran Singing in the Rain y The Umbrellas of Cherbourg, en las cuales La La Land se inspira sin temor a caer en algo que podría resultar obsoleto. Sin embargo, este viaje al pasado, no se detiene sólo en la nostalgia y viene acompañado con una sensación de modernidad palpable, dándole a la película los elementos que necesita para alcanzar el éxito y, posiblemente, revivir el género del que abreva.

La La Land cuenta la historia de dos soñadores en la ciudad de Los Ángeles. Por un lado, Mia (Emma Stone) aspira a convertirse en una actriz de Hollywood, pero con lo único que parece encontrarse es con la dura y fría realidad de las audiciones. Por otro lado, Sebastian (Ryan Gosling) es un músico y amante del Jazz más puro, que sueña con revivirlo abriendo su propio bar, destinado a tocar exclusivamente aquella música que tanto ama. Mia y Sebastian cruzarán caminos para embarcarse en una relación donde se impulsarán mutuamente a cumplir sus deseos pero, al mismo a tiempo, sufrirán las consecuencias de lo que aquello implica.

Damien Chazelle construye entonces una película que rebosa de energía y, a diferencia de su anterior film, Whiplash, se la nota un poco más esperanzadora.

Si bien desde el punto de vista técnico no siempre logra alcanzar la máxima prolijidad -ya sea por producto de algún que otro foco un tanto dudoso, o por movimientos de cámara sin mucha motivación, no llega al nivel de precisión que lograra en su anterior película- es aquella misma desprolijidad la que dota a la película de una fuerza pocas veces vista.

De más está decir que la música compuesta por Justin Hurwitz es impecable y captura la esencia de la película. Ya sean por los números musicales o por la música orquestral propiamente dicha, Justin es el punto fuerte de La La Land. El montaje es quizá menos notorio que el de Whiplash, debido a la decisión de capturar lo más posible en una sola toma. Es por el hecho de tener que sostener una actuación por un tiempo prolongado que merece una mención especial Emma Stone, que lleva adelante la película con una fuerza imparable y una voz sorpresivamente destacable -sobre todo en el número “Audition”- y Ryan Gosling que es 100% creíble en el rol de músico de jazz y desborda carisma.

Más allá de todo lo que ya se ha dicho, la película no sería lo mismo sin su excelente final que, sin entrar en terreno de spoilers, alcanza el nivel de Whiplash pero con sensaciones completamente distintas. No sé qué otra cosa se podría decir sobre un director tan joven y con tanta trayectoria por delante como Demian Chazelle más que esto: el tipo sabe hacer finales. Sobre todo agridulces.