BLACK MIRROR TEMPORADA 3 – EL ESPEJO NEGRO NOS DEVUELVE UN REFLEJO ATERRADOR
GUIADOS POR LOS ESPEJOS NEGROS
Los espejos negros son objetos enigmáticos y singulares utilizados por los seres humanos en distintas épocas y estadios de nuestra historia, casi siempre ligados a la magia y el paganismo, pero también al arte y la técnica.
Los paisajistas solían utilizar un Claude glass –o espejo negro-, para optimizar sus obras. Básicamente se trataba de un espejo con una ligera concavidad y una de sus superficies pintada, lo que producía el efecto de aislar el sector del paisaje que le interesaba observar al artista.
El color negro siempre estuvo muy ligado a las artes oscuras, la noche y el mal. Por eso no es extraño que el scriying mirror –o espejo negro- sea una de las formas de adivinación más antiguas entre los iniciados en la magia ritual pagana. Se dice que el espejo negro fue utilizado por los sacerdotes del antiguo Egipto en sus ceremonias y rituales, llegando hasta la Golden Down u Orden Hermética de la Aurora Dorada –fraternidad de magia ceremonial y ocultismo creada en Inglaterra a finales del siglo XIX-, y en la actualidad es empleado por los practicantes de la religión neo-pagana conocida como Wicca.
No es casual entonces que el Monolito que entra en contacto con los primeros homínidos en 2001: Odisea del espacio (Stanley Kubrick, 1968) sea negro. Un gran espejo negro.
Este artilugio de procedencia extraterrestre actua como expansor de la consciencia y el intelecto de los primitivos hombres y mujeres, acelerando su evolución y transformándolos en lo que actualmente se conoce como raza humana. ¿Máquina de tecnología avanzada o magia? Imposible de diferenciar para aquellos seres prehistóricos.
Hoy los espejos negros forman parte de la vida de muchísimas personas alrededor del mundo. Dependemos tanto de estos objetos en nuestra cotidianidad que en general ni siquiera nos damos cuenta de que estamos rodeados por ellos y vivimos obsesionados con su “magia”.
El escritor británico Arthur C. Clark –coguionista de 2001: Odisea del espacio, y autor de las novelas 2001: Una odisea espacial (1968), 2010: Odisea dos (1982), 2061: Odisea tres (1987) y 3001: Odisea final (1996)-, alguna vez formuló 3 leyes en estrecha relación con los avances de la ciencia y la tecnología. La tercera de esas leyes reza: “Toda tecnología suficientemente avanzada es indistinguible de la magia”. Bien podría modificarse el orden de las palabras para obtener la misma respuesta: toda magia suficientemente poderosa es indistinguible de la tecnología. Pero dejando de lado los devaneos filosóficos, podemos asegurar que los espejos negros están entre nosotros y -como decía el teórico Marshall McLuhan sobre los distintos aparatos de comunicación- son una extensión del hombre. Aún los seguimos usando como canales de adivinación y comunicación, y hoy más que nunca sentimos veneración por estos objetos tecnológicos que parecen mágicos.
Cuando los modernos espejos negros – ¿alguna vez le prestaste atención a las oscuras pantallas de nuestros celulares, tablets, notebooks y demás gadgets de comunicación y entretenimiento cuando están apagadas?- se encienden, quedamos abstraídos por su poder. Gracias a estos aparatos tecnológicos podemos realizar proezas inimaginables para un hipotético observador nacido, pongámosle, 100 años en el pasado. No es mucho tiempo –un parpadeo si tenemos en cuenta la edad del universo- y sin embargo ese observador no podría distinguir si nuestros gadgets son tecnología de avanzada o pura magia.
TEMÁTICAS, PREMISAS, ARGUMENTOS
Black Mirror utiliza la tecnología, las redes sociales y las nuevas formas de comunicación como eje central de todos los relatos que conforman esta serie atípica. Desde aquel episodio iniciático en su primera temporada (El himno nacional) allá por el 2011, hasta el cierre momentáneo del círculo con un capítulo titulado Odio nacional, la premisa de Black Mirror siempre fue interpelar al espectador en cada nueva entrega, valiéndose de temáticas universales que funcionan tanto para un ciudadano Noruego como para uno Peruano, pivotendo entre situaciones que posiblemente haya atravesado cualquier espectador promedio que esté sentado frente a su Led o PC disfrutando de la serie, pero llevadas al extremo y con una marcada estética de ciencia ficción. Todos los capítulos tienen un nivel técnico y un cuidado estético de altísimo nivel, a la altura de cualquier buena producción hollywoodense, y es por esto que muchos consideran que cada episodio de Black Mirror es “una pequeña película”.
Esta nueva temporada, la tercera para ser más preciso, no es la excepción, y los productores se valen una vez más de todas estas reglas que le vienen funcionando de manera indiscutible desde la S1 y lo volvieron un fenómeno de culto. Tal vez esta sea la temporada más dickiana de Black Mirror, y solo por eso vale la pena darle una oportunidad. Pero claro, las ideas tomadas prestadas de la literatura de Philip K. Dick y los homenajes constantes a la cultura pop no son sus únicas bondades ¡esto no es Stranger Things! (es broma, es broma). Por lo pronto este redactor no ha encontrado la tan comentada “americanización” o “netflexización” de la serie, y cree que sus ideas, su estética, su forma de narrar y su visión del futuro aún no se han agotado. En resumen: hay Black Mirror para rato.
BLACK MIRROR S3 CAPÍTULO A CAPÍTULO
-Capítulo 1: Caída en picada. ¿Qué sucedería si tu popularidad en las redes repercute en tu vida social real? ¿Cómo? ¿Qué ya está sucediendo? Claro, pero Caída en picada lleva esta idea al extremo. La egolatría, la locura de las redes sociales, la obsesión por los “me gusta”, la aceptación social, la adicción a chequear el celular y el lado oscuro de las sociedades virtuales son los protagonistas del capítulo que da inicio a esta nueva temporada. La clase media aspiracional se ve claramente reflejada en Lacie Pound (Bryce Dallas Howard), una joven que, cual discípula de Jaime Duran Barba, es capaz de fingir felicidad y alegría aunque en su interior sepa que está todo mal, aún a riesgo de poner en juego su cordura, con un solo objetivo: pertenecer al selecto grupo de los usuarios “5 estrellas”.
-Capítulo 2: Playtest. Protagonizado por Wyatt Russell (hijo del genial Kurt), este capítulo se mete de lleno en el mundo de los videojuegos con tecnología ultra avanzada y realidad virtual experimental, transformando un simple testeo gamer en una pesadilla psicológica total, una puesta en abismo extrema con un in crescendo emocional y asfixiante. Los homenajes a Carpenter –en especial a la película The thing (1982), protagonizada por Kurt Russell- con sus arañas deformes, y los juegos psicológicos puramente dickianos que ponen en jaque el sentido de la realidad, hacen de este un capitulo metanarrattivo, intenso y por momentos terrorífico.
-Capítulo 3: Callate y baila. Internet, hacktivismo, y un tour de forcé protagonizado por un adolescente que es capaz de matar y morir antes de dejar que su “incidente” se filtre en las redes y llegue a ojos de familiares y conocidos gracias unos “Annonymous” extremistas y un poco morbosos.
-Capítulo 4: San Junípero. Otro capítulo dickiano. En el universo ficcional de Ubik (1969) -tal vez la mejor novela de P. K. Dick y una de las mejores de la historia de la ciencia ficción-, existe una tecnología que puede mantener a los muertos en un estado de semivida, una especie de criogenia en la cual se les crea un mundo ficticio para que continúen allí su existencia, pero con la capacidad de comunicarse, aparatos tecnológicos mediante, con los seres vivos. La diferencia entre el mundo recreado de los seres en estado de semivida comienza a hacerse cada vez más difícil de diferenciar de la “vida real” para algunos personajes. Algo así como una Matrix antes de los Wachowski.
Junipero Serra (beatificado como San Junipero) fue un fraile franciscano español, doctor en teología y filosofía que en el siglo XVIII participó activamente varias misiones evangelizadoras en territorios indígenas de los Estados Unidos. Ahora con estos dos datos, y teniendo en mente los conceptos de transhumanismo y posthumanismo, miren el episodio y comprenderán por qué es uno de los mejores de todas las temporadas de esta gran serie.
-Capítulo 5: El hombre contra el fuego. Quizás el capítulo más flojo de todas las temporadas de Black Mirror. También es dickiano en cierto sentido -tiene reminiscencias a los cuentos La segunda variedad (1953) o La fe de nuestros padres (1967), de Dick, por poner solo dos ejemplos-, pero lamentablemente todo en lo que sucede en El hombre contra el fuego es demasiado básico, los plot point son obvios hasta el exceso, los personajes están armados en base a estereotipos burdos y la moralina es bastante pueril. Lo más rescatable del capítulo es su climax, desesperanzador y bien logrado, y el guiño a las cucarachas de Starship Troopers (1997), película del genial Paul Verhoeven. Disfrutable hasta cierto punto, pero de un nivel inferior al que nos tiene (mal)acostumbrados esta serie.
-Capítulo 6: Odio nacional. Así como El himno nacional abría el círculo, Odio nacional lo cierra. Último capítulo de la temporada con duración de largometraje -al igual que aquel inolvidable especial de navidad-, con doble homenaje a Hitchcock: por un lado hay referencias a su clásico Los pájaros (1963), y por el otro la utilización de su siempre tan bien ejecutado “¿Whodunnit?”. Este episodio conclusivo se enmarca dentro del policial clásico bien narrado, con buenas actuaciones y un ritmo impecable. Un gran cierre de temporada.
CHARLIE BROOKE: MISANTROPÍA Y GENIALIDAD
Quienquiera que haya visto alguna temporada de Black Mirror o simplemente haya leído en los párrafos anteriores el resumen capítulo a capítulo, podría acusar a Charlie Brooker -alma mater, creador de la serie y guionista de la gran mayoría de los capítulos- de practicar un neo-ludismo excesivo. Sin embargo, si se tiene una visión más amplia, un panorama más abierto y complejo, es posible que se llegue a una conclusión radicalmente opuesta: Brooker no es un ludita ni un tecnófobo, sino más bien un misántropo.
El mensaje de Black Mirror no es “la tecnología es mala y nos va a llevar al desastre”, más bien viene siendo algo así como “los humanos somos seres espantosos que usamos mal la tecnología y somos nosotros quienes nos estamos llevando a la perdición”. Por eso –casi- no hay héroes en esta serie. Los anónimos vindicadores en Oso blanco, Cállate y baila u Odio nacional, esos activistas de la reserva moral del nuevo mundo, no generan empatía porque son seres morbosos, vengativos, rencorosos y violentos.
Las historias de amor son siempre truncas y plásticas, digitales, virtuales. Los avances tecnológicos, las redes sociales, los gadgets y el futuro son tan solo una excusa para hablar del ser humano y sus relaciones. Los capítulos se dividen entre distopías y ucronías, pero siempre ubicadas en un futuro posible, tan cercano que parece esperarnos a la vuelta de la esquina. Tan cercano que El momento Waldo, episodio del año 2013 que pone al desnudo el show de la nueva política mediática, de alguna manera anticipa a los Macri y los Trump.
¿Acaso no es cierto que estamos cada día más y más pendientes de las redes sociales, los “me gusta” y el cariño virtual? ¿Será esto lo que tanto tememos y por eso Black Mirror se torna cada vez más insoportable para ciertos espectadores?