Reseña: «Right Now, Wrong Then» de Hong Sang-Soo
Hong Sang-Soo es un realizador bastante “popular” por estos lares. Por supuesto, hablamos de una popularidad de nicho, podríamos llamarla BAFICERA. Para nada intento decir que es una celebridad ni mucho menos, pero lo cierto es que en la cinefilia local tiene un público bastante atento que espera sus películas.
Probablemente esa micro-fama se deba en gran parte a la retrospectiva que el citado festival le realizó hace algunos años, allá por el 2013. Dichas presentaciones estuvieron a su vez acompañadas por la edición de un libro llamado El director desnudado por sus pretendientes: El cine Hong Sang-Soo.
Prolífico como pocos, este exponente del cine independiente coreano, todos los años de manera rigurosa presenta una nueva película que, de algún modo u otro, llega a nuestras pantallas, aunque sea únicamente a través de festivales.
Las películas de Hong Sang-Soo traen siempre aparejadas una puesta en escena minimalista, centrada en la acción, y donde la caracterización de los personajes es fundamental. Se trata claramente de un director que pone el énfasis de la narración en la interpretación y en el uso de largos diálogos.
Todo esto no invalida otro gran mérito que suelen tener sus obras: el encuadre no se define de manera caprichosa. Probablemente nadie filme establecimientos tan precisos como lo hace Hong Sang-Soo. La cámara a su vez se mueve poco pero lo justo como para resultar un agregado al relato, lo mismo ocurre con la utilización de los zoom-in o zoom-out. Todo aparece entonces con un fuerte nivel de detalle y precisión. No hay que confundirse entonces, el amigo coreano no es un improvisado ni mucho menos.
Además de estos elementos que definen su obra, existe otro detalle de especial relevancia en sus películas – desde mi óptica el más interesante a destacar – que se aprecia en la construcción de la estructura narrativa. En este sentido, uno de sus últimos films, la célebre Right Now, Wrong Then (Ahora sí, antes no), es un ejemplo clarísimo de este tipo de construcción. Una síntesis que bien sirve de resumen al postulado que el director viene sosteniendo desde hace varios años.
La película cuenta el encuentro casual que mantiene un «reconocido« cineasta coreano con una joven pintora mientras pasea por una ciudad en la que ha sido invitado a presentar su obra. Desde esta premisa tan pequeña (un personaje conoce a otro) el realizador articula un trabajo de construcción narrativa completamente sencillo, pero a la vez atípico para lo que convencionalmente suele encontrarse.
Así, la película relata este encuentro a través de muy pocas secuencias (un templo, un café, la casa de la protagonista, un bar, una cena con amigos y el desenlace), que se muestran de forma duplicada, para develarnos dos posibles versiones de los eventos que podrían haber existido a partir de los pequeños detalles, las pequeñas palabras y las aún más diminutas decisiones que los personajes van adoptando.
Hay entonces casi una definición moral frente a la vida. Ante un mismo hecho, con las mismas personas, un pequeño desliz, una frase mal conjugada o un silencio más prologando que otro, puede modificarlo todo.
Pero esto no queda ahí, es solo una parte. Hong Sang-Soo se encarga además de decir con el cine, de tener una visión sobre su arte y de exponerla frente a todos. En consecuencia, la puesta en escena también varía; los planos y su progresión se develan en una aparente reiteración que no lo es. Aparece entonces una coherencia, una postura a través de la cual el realizador se hace cargo de la representación. En un pasaje ella pregunta: ¿Todos los directores de cine son iguales?. Él no contesta, esboza una sonrisa. El que sí da la respuesta es el propio Hong San-Soo: No, todos los directores de cine no somos iguales.