Bardo, falsa crónica de unas cuantas verdades: ¿qué bardo es bardo?

Como realizador, me cuesta imaginar tener el dinero suficiente para poder levantar toda una producción para un largometraje, con el fin de decirles unas cuantas verdades montadas sobre una crónica ficcionada de mi vida. No me alcanza para una full frame, miren si voy a pensar en filmar en 70mm con una fotografía de altísimo nivel, una dirección de arte envidiable por cualquier director que desee abordar el realismo mágico y, además, un trabajo sonoro excepcional, capaz de generar sensaciones por medio de la evocación de diversos climas. Sinceramente, como les decía, no me alcanza ni para una full frame, pero el que tiene un poco más de suerte es Alejandro González Iñárritu, el experimentado cineasta que hasta la fecha ha ganado cuatro premios Óscar.

A comienzos de 2023, estrenó, Netflix mediante, su nuevo film titulado: Bardo, falsa crónica de unas cuantas verdades. Un largometraje muy creativo, en el que a través de los ojos del protagonista indagamos parte de la mente y el entorno del mismísimo realizador. Una suerte de ejercicio en el que Iñárritu se mira al espejo y se dice todas las cosas feas que uno no quiere oír de sí, o más o menos.

En reiteradas entrevistas, el director de Birdman se ha referido a la obra como una parte biográfica, en especial al crear al personaje de «Silverio Gacho», un avatar inventado solo a los efectos de que funcione el relato del film. Pero ¿cuál relato? El de un famoso y experimentado periodista que vuelve con su familia a su México lindo y querido para presentar su nuevo y exitoso documental a nivel internacional, en el que indaga parte de su trayectoria y de cómo su vida estuvo conectada con ese país que dejó hace un montón de años atrás, y al que ahora regresa con toda la inseguridad del mundo.

El cine, al igual que la mayoría de las artes, es una cierta representación de la(s) realidad(es) en la(s) que vivimos, llevada a cabo por personas con las que compartimos, o podemos compartir, un mismo espacio, pero no necesariamente los mismos pensamientos. Por lo general, las obras tienen en cuenta la vida humana como eje de una narración. Por ejemplo, ¿han soñado alguna vez que vuelan con tan solo correr? Me pasó un par de veces y recuerdo que, al inicio, uno viaja tramos cortos y cae; entonces, la lógica comienza a ser correr más rápido y fuerte para volar más tiempo y más alto. Por lo general, uno viaja por el cielo, mirando de forma cenital el mundo en el que vivimos o que recreamos para ese momento del sueño. Ese mismo sueño que acabo de contar se repite en varias cabezas, con bastantes similitudes. Lo mismo ocurre con otros sentimientos tales como miedos e inseguridades antes de dar un paso importante en la vida o como la felicidad al lograr un objetivo. Son actos humanos en su totalidad, que pensamos individuales pero que se repiten sin saber bien por qué en simultáneo al interior de varias personas. ¿Y qué tiene que ver con la película? Bueno, bastante, debido a que el largometraje expresa en todo su esplendor varios de estos momentos y situaciones que explico, y que son individuales pero al mismo tiempo universales. En el caso de Iñárritu, lo hace tocando temas sociales de un México casi extinto y, además, ya que está le pega de un voleo a una manipulada y maltratada Sudamérica.

Como dicen, «la verdad duele», y el personaje Silverio Gacho se enfrenta a una avalancha de críticas. Comienza expresando su frustración con frases como: «Estoy cansado de decir lo que pienso y no lo que siento». Es precisamente en este punto donde la película encuentra su hábitat y se sumerge en una hiperrealidad. Esta diégesis se construye a través de fragmentos de la vida del protagonista en situaciones y diálogos sin conexión aparente, que de forma gradual iluminan el camino hacia un desenlace revelador. Es un viaje mental ininterrumpido que no da tregua ni siquiera para ir al baño.