Operation Fortune: Copias en apuro

La última (hasta el momento, claro) película de Guy Ritchie abre con el ruido de unos zapatos sobre un fondo negro. Una placa roja nos indica que estamos en Londres, a lo que le sigue la imagen de Nathan (Cary Elwes), el jefe de los espías protagonistas, caminando por un pasillo. Un montaje intercala esta imagen con las de un grupo terrorista infiltrándose en un edificio.

Parece haber apuro en el caminar de este personaje, como también en la forma en que la película decide entrecruzarlo con la acción de los terroristas. No es lo único que va demasiado rápido en esta película. Luego de esta presentación vamos a ver cómo un superior le indica a Nathan, en un diálogo apresurado, cuál es la misión que deberá llevar a cabo su grupo de espías.

La urgencia continúa para Ritchie, y es así como de inmediato salta a una persecución en un aeropuerto, para luego presentarnos, en muy poco tiempo y de manera desprolija, a varios personajes. Entre estos están un antiguo socio de los protagonistas ahora convertido en rival, el consejero de un multimillonario, una estrella de Hollywood que parodia de manera obvia y chapucera a Leonardo DiCaprio, un multimillonario en cuestión que resulta ser traficante de armas. Finalmente, nos muestra cómo el grupo de espías, con Orson Fortune (Jason Statham) a la cabeza, se infiltra en un evento de gala en el barco del villano multimillonario Greg Simmonds (Hugh Grant) al que deben detener. Todo esto ocurre en menos de media hora, demasiado para tan escaso tiempo de metraje. Si el apuro entorpece la narración, también lo hace con el humor: los chistes que los espías se hacen entre sí se dicen con tal rapidez que pierden su efectividad.

El resto del metraje se dedica a acumular lugares comunes del cine de espionaje, sin demasiado riesgo, ni por parte de los protagonistas, que apenas parecen correr serio peligro que amenace sus vidas, ni por parte de la puesta en escena poco arriesgada en lo formal. No solo tenemos a los espías que se infiltran en un evento para ganar la confianza del villano millonario, sino también a dicho villano queriendo seducir a la mujer del grupo, a los espías buscando hackear computadoras y a los espías en medio de una persecución en un país “exótico” (Turquía, en este caso).

En medio de todo esto, si algo cabe destacar son las interpretaciones de Jason Statham y de Hugh Grant. El actor de El transportador mantiene, como suele hacerlo en sus películas, una expresión seria en todo momento, sin importar si está en un tiroteo o hablando sentado en un avión. La seriedad de Statham suele generar una cuota de humor por el contraste con las escenas de acción disparatadas, y eso quizás sea lo que mejor funciona en la película debido al tono de comedia. Hugh Grant, en cambio, sorprende por ser un actor que en sus comienzos era un galán de comedias románticas, y que acá compone a un hijo de puta capaz de proferir amenazas con la mayor tranquilidad y sin dejar de sonreír.

Guy Ritchie comenzó copiando el cine de Tarantino para hacer sus películas de gánsteres, y en Agente Fortune copia al cine de espías para hacer… una película de espías. En ninguno de los dos casos obtuvo buenas películas. Un director con una obra coherente.