Aftersun: una vida fragmentada en videos

Cuando eran niños, ¿no les pasaba que a veces sentían que algo estaba mal? Era una sensación muy extraña. Llegaba de la nada. No sabías qué pasaba, pero lo podías intuir. A mis 20 años, relaciono mucho esos instantes con algunos problemas en mi familia o en mi vida que no podía entender de pequeño, pero que ahora son más que evidentes. Pero también hay otros momentos a los que, hoy, no les consigo respuesta alguna.
No tengo muchos recuerdos del Juan de 11 años. Pocas fotos y videos hay de mí en esa edad. Como humanos, es normal que le tengamos miedo a olvidar, de ahí que siempre queramos recuperar las memorias, tanto buenas como malas, de nuestra vida en general. A veces solo quisiera volver a ellas para realmente apreciar los viajes con mis padres; las anécdotas que me contaba mi abuelo; los almuerzos con toda mi familia; la gente con la que alguna vez me crucé y jamás volví a ver, pero que dejaron una huella en mi mente. Muchas de esas personas cercanas a mí ya no están, y pensar que jamás los llegué a conocer del todo es algo que me carcome cuando le doy vueltas.
Esa revaluación de las memorias y de los detalles que uno pasa por alto son el corazón de Aftersun. Los días tranquilos pueden ser una lucha en silencio. Un martirio que se queda en las sombras, matando lentamente a quien lo padece. Charlotte Wells nunca es literal, más bien se adueña de todas esas emociones que no se pueden decir o de las que son difíciles de poner en palabras, y es con esa ambigüedad de no saber cómo se sienten en realidad sus personajes en la que hay una devastadora verdad en torno a lo complejo de no poder ayudar a las personas que amas: te da culpa, te da impotencia, te da tristeza, te da dolor. En especial si es alguien tan cercano como un padre o una madre, unas figuras que se suponen que traen amor y paz en nuestras vidas, cuando la verdad es que no tenemos ni la mínima idea por lo que ellos pueden pasar o haber pasado en sus mentes. Se nos olvida muchas veces que, además de nuestros papás, también son personas.

La idea de capturar e inmortalizar momentos mediante las fotografías y los videos es mágica, pero engañosa. Te hacen ver una faceta de las personas que puede ser falsa, porque todo el mundo se quiere ver feliz cuando una cámara aparece, no importa cómo nos sintamos. Wells hace de ese pequeño recurso un gran leitmotiv con el cual su protagonista, Sophie, busca entender lo que pasó. Si su padre y ella se veían felices, ¿qué pudo haber salido mal? Incluso, cuando vemos videos de ellos compartiendo momentos tiernos, lo que pasó en el resto del viaje no fue tan perfecto. Un padre amoroso, aunque distante; una hija solitaria; un viaje monótono; días en los que se la pasaban más solos que acompañados. Lo que hay en las imágenes de esa videograbadora es una realidad un poco edulcorada.
He tenido la suerte —quiero pensar— de no haber sufrido un episodio emocional tan fuerte como el que aquí es presentado, pero Aftersun me hizo probar un poco de cómo se debe sentir estar en la posición de una persona en depresión, y me ha dolido muchísimo. No hay grandes escenas melodramáticas y no hay situaciones trágicas, solo hay una tranquilidad que se siente extraña, antinatural. El diablo está en los detalles, y Charlotte Wells tiene unos cuantos que te quiebran el alma. Las cosas que más duelen son las que pierdes cuando menos te lo esperas.

Esta película tiene un hermoso don para reflexionar sobre temas complejos de una forma minimalista, íntima, contenida. Mantiene al margen ambas perspectivas entre la relación paternofilial para explorar el cómo ambos viven sus realidades. Mientras que Sophie la observa desde la ingenuidad y la inocencia, Calum (su papá) la soporta con todo el peso del mundo, estando en sus últimas y queriendo vivir unos pequeños momentos que le ayuden a desvanecer de su mente esos sentimientos y pensamientos tan crueles. Unas vacaciones que duran apenas algunos días, pero de la que depende una vida.
Amo su sensibilidad para las elipsis, su cuidado para retratar una niñez destinada a sufrir de melancolía, y su talento para hablar sobre unos padres con demasiadas presiones que padecen silenciosamente. Aunque las cosas se puedan ver demasiado abrumadoras y extremadamente crueles, no hay que olvidarnos de que nunca nos faltará la compañía siempre que estemos bajo el mismo cielo. Aftersun me recordó lo jodido que es vivir, que es tener hijos, que es ser un hijo. Espero que a ninguno nos toque la secuencia de rebobinar, analizar y llorar…