Reseña: El menú

La sátira social está en auge, así que quién mejor que Mark Mylod para representar una parodia sobre la clase alta y sus miserias. Habiendo dirigido una considerable cantidad de capítulos de la maravillosa serie de HBO, Succession, si hay alguien que puede tomar ese trabajo es él. Estrenada en el mes de noviembre en cines, El menú está protagonizada por Ralph Fiennes y Anya Taylor-Joy.

La historia presenta a un grupo diverso de personas de alto nivel adquisitivo que asisten a un restaurante exclusivo dirigido por el chef Julian Slowik (Ralph Fiennes) en búsqueda de una experiencia culinaria única. Entre ellos, Tyler (Nicholas Hoult) y Margot (Anya Taylor-Joy). El primero representa al foodie más pedante del planeta y la segunda, a una persona normal que cayó ahí de pura casualidad y puede tomar distancia de las ridiculeces de ese mundo.

En la necesidad de encasillar todas las producciones que salen en algún género, y siendo que su tono descoloca, en muchos lugares se la clasificó como terror y comedia a la vez. Pienso que cuenta con un tono más parecido a la sátira. En ese sentido, recuerda bastante a la ya mencionada Succession, el humor es sutil, pero está muy presente. También podemos hablar de ella como una película de comedia negra o de terror con elementos cómicos, la verdad, no importa demasiado.

El menú usa la ironía para reírse de todos, no solo de la clase alta que apela a ciertos consumos como proyección de poder, sino también de los críticos y de ese público snob que tiende a sobreanalizar todo lo que consume en vez de disfrutarlo. Es una reivindicación del disfrute y del espectador que se lo permite sin demasiado prejuicio por sobre el que necesita dar cuenta de lo que sabe constantemente con el objetivo de que su opinión sea considerada válida. También de quienes están atrás de los productos que consumimos, siempre hay trabajo puesto en ellos y eso ya les da un valor importante.

Durante el desarrollo de la película, hay una insistencia constante en los diálogos con respecto al hecho de que esa comida que se presenta a los comensales no es comida hecha para cualquiera, sino para algunos que pueden disfrutarla. De esta manera, la comida cumple una función legitimadora de un estatus social, más que de alimento, la que sería su función primaria y, por lo tanto, más vulgar. Por lo que a Margot se la señala constantemente como alguien que no merece consumir este menú, pensado para un sector que sí es capaz de apreciarlo.

El personaje de Anya es el que, de forma explícita, critica la estilización de los alimentos que les quita su función básica, volviéndolos una muestra superficial para fotografiar y no mucho más. Es que, como diría Bourdieu, en esa priorización de la manera en que se presenta el plato por sobre la sustancia que contiene, la forma anula la función. Ella lo pone en palabras más claras, a esa comida le falta amor, es forma sin contenido.

Así, la comida funciona como metáfora de los consumos, existe una jerarquía, la que hay que, al menos, cuestionar. ¿Qué es lo que le da la categoría de, por ejemplo, arte a algo?, ¿por qué es más respetable consumir ciertas películas y no otras?, ¿por qué el arte conceptual, en este caso ejecutado con alimentos, se plantea como accesible solo para un sector que se dice conocedor de ese arte y no para el público “común” que “no lo entiende”?, ¿no será que en realidad no hay mucho que entender y simplemente cumple esa función legitimadora de la que hablaba Bourdieu? No lo sé, pero creo que un amplio sector del público se puede sentir identificado con Margot y su indignación ante la pretenciosidad de los platos que, de un modo irónico, se presentan en pantalla como en un programa de alta cocina.

Cuando la película apela al absurdo se vuelve más cómica. Incluso los momentos siniestros no dejan de ser divertidos, hay un nivel de comicidad que se puede apreciar más en un segundo visionado. Hay decisiones de los personajes que se pueden sentir ridículas, pero es que la misma película no se termina de tomar demasiado en serio, ni a ella ni a sus personajes, dando lugar a situaciones patéticas que no dejan de ser satisfactorias de ver.

Hay algunas líneas argumentales que quedan en la nada, sí, pero nada que impida disfrutar una película que todo el tiempo te pone en tensión. Nunca se sabe bien qué es lo que está pasando, y no se dan demasiados detalles de nada. Como decía antes, se permite moverse entre géneros sin que esto sea un problema, ya que desde el comienzo está claro que la película no cree estar dando cátedra de nada, sino que presenta algunos problemas, pero siempre en un tono que roza lo burlesco.

Por último, hay que destacar las actuaciones, Anya se banca los planos y contraplanos con Ralph Fiennes como una campeona y se disfruta mucho verlos actuar juntos. Más allá de que la historia es intrigante en sí misma, no funcionaría sin el apoyo actoral de todo el elenco que sostiene las casi dos horas del film.

Creo que El menú es una película valiosa, ya que puede disparar discusiones interesantes sobre, por ejemplo, la función de la crítica en distintas áreas y la democratización de la opinión especialmente en redes, y cómo esta da lugar a que todxs hablemos sin tener en cuenta, muchas veces, a lxs creadores responsables de un producto que unx no podría realizar nunca, porque no sabe cómo. La conclusión a la que nos lleva la película, entonces, es muy simple: siempre es más fácil hablar sobre algo que hacerlo.