Dinner in America: Fuck them all, but us

En una escena de Los paranoicos, el personaje interpretado por Daniel Hendler comenzaba a bailar desaforadamente en su cuarto al ritmo de El féretro, canción de la banda punk Todos tus muertos. Ese momento le daba una profunda liberación a un personaje que hasta entonces se mostraba entre introvertido y reprimido.

En Dinner in America ocurre algo muy similar. La retraída y excéntrica Patty se mete en su cuarto a bailar una canción de su banda punk preferida. Sin embargo, la escena va más allá del baile: Patty se saca la ropa interior y se masturba en la cama mientras se saca fotos íntimas con una cámara instantánea. Estas fotos son las que luego envía al cantante de la banda, que se hace llamar John Q. y resguarda su identidad con un pasamontañas. Pero, a diferencia de la catártica escena de Los paranicos, el efecto que consigue este momento resulta más cercano a lo cómico. Esto se debe a lo exagerado de los movimientos de Patty y a la visceralidad que expresa su excitación. Esta misma exageración había aparecido minutos antes, en un almuerzo con una familia híper estructurada y naif, con una discusión entre ella y sus padres que culmina en un grito por parte de la muchacha. Este momento aparece filmado en planos fijos, con los personajes en el centro del cuadro mientras un montaje cada vez más acelerado nos muestra la discusión, lo que causa gracia a la vez que una leve incomodidad.

Lo cómico, generado por la hipérbole, y la incomodidad, por la tensión que sostienen sus personajes, son dos elementos constantes a lo largo de esta película. La caracterización de sus protagonistas no podría estar llevada más al extremo. Ellos son la mencionada Patty, una suerte de nerd acosada por dos atletas, y que habita una familia que le prohíbe no sólo decir improperios en la mesa, sino también asistir a un recital de rock; y por otro lado está Simon, el líder de la banda PSYOPS, violento y con tendencias pirómanas, que escapa de la policía que lo busca por vender drogas. Como es de esperarse, ambos terminarán encontrándose y finalmente formando pareja. Lo que sella la unión entre los dos no es conocerse más a fondo, sino, curiosamente, lograr vengarse contra los atletas que molestaban a Patty, y que le habían pegado a Simon cuando éste salió a defenderla. Este momento logra resignificar, con inteligencia, dos elementos que habíamos visto antes: la cámara con que la joven protagonista se sacaba fotos que mandaba al cantante de PSYOPS, que ahora él mismo sostiene, y un gato muerto que Simon había encontrado en el jardín de Patty. Y al mismo tiempo, nos permite ver cómo Patty va convirtiéndose de a poco en un personaje más suelto y capaz de tomar las riendas de su vida. Luego de que ambos almuerzan juntos, veremos una secuencia fantástica en la que van a jugar a una sala de videojuegos. Secuencia que el director musicaliza con My kind of woman, de Mac DeMarco. Esta elección sonora tiene total sentido, y al mismo tiempo no lo tiene. Lo tiene porque la letra habla del amor que alguien siente por una chica, que se refleja en el amor que ahora Simon ostenta por Patty. Pero no lo tiene porque para nada ella parece ser el tipo de mujer que le gustaría a alguien como él. A la vez, en nada se parece la música de su banda a una canción reposada y serena como esa. En alguna medida, la serenidad y alegría que expresa el tema tiene que ver con que esos mismos sentimientos son los que ahora tiene un personaje al que antes habíamos visto en una alteración constante.

Porque lo cierto es que, pese a las diferencias de carácter entre Simon y Patty, los dos no son tan distintos como parece a simple vista. Ni el uno ni el otro consiguen adaptarse a un mundo que los expulsa. Patty es demasiado desalineada y tímida, con su torpeza para moverse y su ingenuidad algo infantil. No encuentra contención ni apoyo en su familia, y ella sola no puede hacerle frente a los matones de gimnasia que la acosan, ni al encargado del negocio de mascotas donde trabaja, que la despide sin pagarle. Simon es un rebelde sin causa, alguien que causa estragos a donde vaya y no duda en maltratar a quien no esté de acuerdo con lo que él busca. Al igual que Patty, se nos muestra que su familia, que se presenta como educada y de clase alta, tampoco puede comprenderlo. De hecho, si Patty tiene rasgos propios de un niño, Simon parece un adolescente, con su actitud contestataria y siempre al borde de estallar. Ahí donde Patty se mantiene pasiva ante actitudes injustas que harían reaccionar a cualquiera, Simon se muestra imprudente ante el más mínimo desacuerdo, sea con una empleada del banco o incluso con su banda. Esto lo lleva a casi golpear a uno de ellos, al enterarse que organizaron un recital sin su consentimiento.

Sobre esto último, no deja de ser interesante la forma en que la película muestra al punk. Este género musical, caracterizado por la agresividad, el sonido distorsionado y las letras anti-sistema, comenzó como una reacción al rock más industrial y terminó siendo cooptado por la industria cultural hegemónica. Este movimiento no deja de estar presente en Dinner in America. Se ve a las claras cuando Simon reclama a sus compañeros que accedieron a tocar con una banda punk comercial para tener mayor éxito. La intransigencia de Simon es lo que determina que su propia banda termine por entregarlo a las autoridades a cambio de una recompensa. Simon resulta ser tan punk que no sólo está fuera del sistema, sino también, de manera un poco paradójica, fuera del mismo género del que forma parte.

Sin embargo, justo cuando su banda lo entrega y ambos se despiden es que Patty encuentra la posibilidad de formar una banda por su cuenta. Y con esto aparece la posibilidad del personaje de encontrar una nueva forma de vida, como también de seguir en contacto con Simon aunque los dos estén ahora separados. Y así Dinner in America es lo bastante luminosa para señalar que, a diferencia de lo que cantaban los Sex Pistols, hay futuro.