Undine, el cuento de hadas del medio de la urbe

En la mitología griega, Undine es una heroína que fue condenada a amar por siempre a un príncipe de la nobleza. Este amor inconmensurable e inescapable le trajo mucho sufrimiento, y para evitar que siga sucediendo, un hada la transformó en una ninfa acuática, ahora protectora de las aguas del río Niddeck. El director alemán Christian Petzold trae esta fábula a la moderna Berlín en su última apuesta cinematográfica, haciendo una interpretación libre de la historia clásica que inspiró a relatos como el de La Sirenita.

La Undine de Petzold es un mundo de no-convenciones: y es que sin ir más allá, es la historia de un buzo y una ninfa acuática, seres del agua, enamorados sobre tierra firme. Pero entre otras convenciones que Undine no sigue al pie de la letra, se destacan las de género, como historia de fantasía, la película no se sostiene en las reglas usuales de este tipo de cine, se sitúa en un mundo muy moderno y se esfuerza poco y nada en explicar al espectador la forma en la que funcionan los elementos místicos de su diégesis. Estamos constantemente completando el rompecabezas de las rarezas que suceden en pantalla y de simples observadores pasamos a ser el último escritor de este guion. Lo mismo ocurre con su incursión en el género romántico, donde se siguen ciertas fórmulas de una historia de amor regular, pero de un modo encarecido, ¿o acaso no es muy similar la típica escena de los protagonistas chocando y mezclando sus libros en los pasillos de la escuela a una escena donde dos desconocidos chocan contra una pecera gigante? La relación de Undine y Christoph parece nacer casi por arte de magia tras este curioso encuentro inicial, y de un momento a otro toda esa pasión se transforma en tragedia. La burbuja del arquetipo del romance cinematográfico se rompe.

Pero por encima de todo este juego de géneros, Undine es una película que habla de dualidades identitarias: el realismo mágico resultante de la inserción de la mitología en la realidad, el choque entre el sacrificio de un amor para el renacimiento de otro, y por sobre todo, la historia y la modernidad de una misma ciudad dialogando entre sí. Undine es una guía de un museo y pasa largas escenas expositivas hablando de Berlín como la ciudad que nace del río, pero que en la actualidad está inundada por toneladas de concreto, el choque entre lo natural y artificial que hace referencia a una ausencia de planificación urbanística y que, además, ha sido agrietada aún más por los cruces políticos que allí acontecieron. Los personajes que habitan la ciudad también sufren de esa personalidad cambiante: la relación de Undine y Christoph parece mostrar distintos matices cuando estos se mueven en medio de la urbe a cuando se mueven en el medio del agua, en las afueras de la ciudad.

En las manos de muchos directores, toda esta mezcla de conceptos pudo haber terminado como un absurdo disparate, pero bajo la tutela de Petzold todo parece orquestado a la perfección, como la melodía de Bach que aparece en los momentos de cumbre emocional de la película. Paula Beer y Franz Rogowski no pudieron estar en mejores manos, sus actuaciones son exquisitas.

En Argentina, está disponible para ver en Mubi.