COPIA FIEL, FICCIÓN Y POLÍTICA #2: Hater

A río revuelto…

Hay temas que son universales por naturaleza, pero hay otros que se han ido universalizando a fuerza de propagarse por el mundo; sin embargo, siempre podrán abordarse desde una perspectiva local.

La actualidad de un discurso de ficción que afronte las lacras de la sociedad contemporánea, la nueva derecha transgresora, la cultura de las plataformas de internet, el uso del troleo y el meme como instrumentos políticos, son elementos de una realidad compartida.

Y como emergente de esta parafernalia expansiva, también los son sus consecuencias más dañinas: la invasión de la privacidad, las fake news, la política desleal y las campañas organizadas y ejecutadas en foros de internet y redes sociales, por lo general, con fines difamatorios.

Internet y las redes sociales se han convertido en lugares donde cualquiera dice cualquier cosa. Desde un punto de vista liberal se puede decir que se trata de ser libres para opinar. Pero en estos tiempos de grietas, en los que una falsa noticia que circula a velocidad máxima hace agenda y llega a las mesas familiares de los domingos y a las juntadas virtuales entre amigos y conocidos, provocando indignaciones y discusiones, sin la debida comprobación acerca de su veracidad y sucediendo que, en caso de ser posteriormente desmentida, cuando esa información llega ya es tarde para compensar los daños causados y puede ser vehículo de efectivas campañas negativas hacia personas, empresas o instituciones.

Toda esta descripción alude a la temática que plantea Hater, filme al que vamos a dedicarnos en esta nota. Esta película polaca (Sala samobójców. Hejter, 2020), con dirección de Jan Komasa y guion de Mateusz Pacewicz, se propone hacer una crítica a los controles y manejos personales, sociales y políticos que se hacen a través de internet, acciones no tan transparentes que apuestan a sembrar el odio en las comunidades, tratando de advertir, incluso, sobre los alcances políticos de tales manejos y los riesgos que les son inherentes.

Y estos planteos temáticos enlazan en una trama que narra el ascenso inescrupuloso de un joven resentido, dispuesto a todo para imponerse socialmente y de paso tomarse venganza de todos aquellos que considera responsables de sus desdichas.

Se trata de una fórmula ya visitada en otros escenarios que se propusieron exponer en el cine los cambios de paradigmas asociados a la llegada del posmodernismo, pero son las circunstancias (tiempo y lugar) en las que se desarrolla la historia contada en Hater las que le otorgan mayor verosimilitud al desarrollo de la trama: una sociedad polaca que, como sucedió con las del ex bloque soviético, voló del comunismo a un capitalismo brutal sin escalas.

La dupla Pacewicz-Komasa es una pareja productiva que ya había brillado en una película oportunamente nominada al Óscar al mejor film en lengua no inglesa: Corpus Christi. Pero, respecto de su actual película, muchas críticas se han ensayado, a los efectos de su descripción, una comparación bastante directa con Taxi Driver, el clásico de Scorsese, protagonizado por Robert De Niro. A nuestro entender tal comparación no resulta del todo justa, teniendo en cuenta que aquel relato cuenta la historia de Travis Bickle, un solitario taxista de 26 años, veterano de Vietnam, con crecientes comportamientos psicopáticos y una notable incapacidad para establecer una relación sentimental y amorosa con Betsy, una bella y formal joven que trabaja en el comité de campaña de un candidato a senador. En un continuo descenso hacia los infiernos, Travis descarrila progresivamente en su conducta, hasta protagonizar extraordinarios eventos que incluyen: intentos de redención y actos de justicia por mano propia, por fuera de los límites de la legalidad.

Efectivamente, como sucede con Hater, hay inmoralidad, incomprensión, intereses políticos, hipocresías, amores contrariados, egocentrismo, malas interpretaciones, confusiones y violencias.

En esto coinciden los argumentos, incluso en un final en el que los protagonistas reciben un reconocimiento público (al menos por parte de los medios de comunicación y de algunas de las personas involucradas en los eventos) como héroes, por su actuación en los hechos cruentos que ellos mismos generaron y, además, la reconsideración de las esquivas damas que deseaban.

Sin embargo, existen otras cosas significativas que los diferencian, y distinguen, por ejemplo: la de Hater no es la historia de un individuo con una patología psicológica, o al menos no es tan claramente distinguible como el caso de Travis. Hater sigue los pasos de Tomasz Giemza (Tomek para los allegados), un joven de origen humilde, pero con metas ambiciosas, que utiliza su habilidad con las redes sociales y su falta de escrúpulos, para conseguir sus objetivos personales de venganza y poder. Habla del ascenso de un cretino, impúdico y desvergonzado, que se trepa por los pasillos oscuros de un sistema que puede ser tramposo y manipulador, y que existe más allá de su maquiavélica presencia. Y que, para mejor definición, pone en valor sus atributos y su atrevimiento, en un ambiente en el que El arte de la guerra, de Sun Tzu, es el libro de cabecera de sus capitostes.

Siendo el último título de la filmografía de Komasa, Hater llega a Netflix después de ser premiado en la reciente edición online del festival de Tribeca, como mejor película internacional.

En el comienzo de la película vemos como Tomasz (un destacado Maciej Musiałowski) es expulsado de la facultad de Derecho, por cometer plagio en un examen. Luego, visita al matrimonio Krasucki, que lo sostiene económicamente en sus estudios universitarios, pero mantiene en reserva su expulsión. Aprovecha el encuentro para realizar una escucha clandestina, y lo hace por motivos personales, pero anticipa al público espectador cuál será su accionar futuro a mayor escala, siempre alimentado por la sed de venganza.

Zofia (Danuta Stenka) y Robert (Jacek Koman) forman una familia acomodada que lo conoce de la zona rural en la que vacacionaban con sus hijas en el pasado. Tomasz se beneficia con su protección, aunque mantiene en secreto su amor por Gabi (Vanessa Aleksander), la hija menor del matrimonio. Sus sentimientos no son correspondidos por la chica.

Sin mucho que hacer, aprovecha sus habilidades para el uso de la tecnología, de internet y de las redes sociales, para acechar a Gabi. Más adelante, también le sirven para obtener un empleo en una compañía de relaciones públicas, de la que nos vamos a enterar que se dedica a campañas negativas y de desprestigio.

La empresa está a cargo de una despótica mujer de mediana edad llamada Beata Santorska (Agata Kulesza) y su mandato solo responde a los intereses de poderosos y anónimos clientes. Como ya hemos mencionado, Beata tiene como guía de referencia el libro de Sun Tzu, entusiasmo que comparte con Tomasz, quien se transforma en su preferido.

Y tras la eficacia demostrada en sus primeros trabajos, el joven operador recibe el encargo de atacar por las redes al candidato progresista a la alcaldía de Varsovia: Paweł Rudnicki (Maciej Stuhr), un político partidario del diálogo y la tolerancia con los refugiados, con una personalidad gay que mantiene oculta ante sus electores.

Quiere la historia, que nos cuenta Hater, que este personaje público de la política tenga como simpatizantes a seguidores y amigos a los Krasucki, lo que hace que Tomasz contamine su nefasta labor con el interés personal de vengarse de la arrogancia de sus benefactores y de la hipocresía que siente que ellos representan.

En la subtrama del relato Komasa y su guionista aprovechan para exponer las diferencias sociales, la vulnerabilidad del “soberano” y de su capacidad política para elegir (conceptos tan caros a la historia política argentina) la capacidad de destrucción que puede alcanzar un manejo malicioso de los medios de comunicación (en especial, las redes sociales) y el resurgimiento de la extrema derecha.

Es de destacar esta mirada sobre los grupos de ultraderecha, filo nazi, que se vienen extendiendo en buena parte de Europa (también en Estados Unidos y algunos países de nuestro continente), incluso con más que buenos resultados electorales y representación parlamentaria.

Estos exponentes radicalizados y fanáticos de una parte de la sociedad que vienen a ocupar el rol político de antisistema están penetrando muy fuertemente en la población más joven del llamado mundo occidental, disparando una alerta sobre los peligros que se ciernen sobre un futuro no tan lejano.

A modo de conclusión

Puede que Tomek sea un reverendo cretino, y que su cretinismo encuentre un cause funesto en un potente sistema de comunicaciones acelerado por las redes sociales, propenso a corromperse. De eso se nutre la trama de Hater, de “el cretino y sus circunstancias”, dicho esto al estilo de Ortega y Gasset, pero ese sistema existe y puede funcionar de un modo perverso, con independencia del grado de resentimiento, maldad o psicopatía que padezcan sus eventuales operadores, y que pueden estar movidos por oscuros intereses no exentos de lucro.

Como película, Hater nos resulta recomendable ya que combina un tema de candente actualidad como es la mercantilización del odio, canalizada a través del manejo de campañas en las redes sociales con otras problemáticas más universales, si se quiere, como son la obsesión y el resentimiento, con todo lo que implican.

Como aporte a la reflexión, el relato de Komasa desmenuza las acciones políticas que son capaces de llevar adelante los partidos políticos (y sectores del poder real, por ellos representados), que se benefician con la crispación social y hacen uso y abuso de campañas sucias de desaliento, confusión y desprestigio, difundiendo mentiras que generen descontento (incluyendo las efectivas fake news), y de la promoción de actos violentos, llamados divinos, que estimulan a las posiciones ultras.

En gran parte del filme, el juego se desarrolla de manera inquietante, aunque en algún momento inesperado la atracción comienza a desvanecerse, probablemente por ciertas decisiones poco verosímiles de algún personaje, por ingenuidades impropias de gente experimentada en política, por el trazo demasiado grueso de algunas caracterizaciones y de algunos de los procesos más intrincados que se ejecutan como parte de la trama. La duración de 2 horas y 16 minutos tal vez conspire contra los niveles de interés y entretenimiento, pero las buenas actuaciones, la actualidad de los temas, una fotografía trabajada y una dirección prolija y eficaz resultan condiciones necesarias y suficientes como para ver esta película. Si, además, como espectadores ciudadanos, aprendemos algo, mejor.

Entre las mejores cosas que entrega Hater como película, se destacan el trabajo de Maciej Musialowski y el tratamiento cinematográfico de su Tomek, que empalidece a medida que se degrada moralmente, convirtiéndolo en uno de los protagónicos más perturbadores de los últimos tiempos.