La maldición de Bly Manor: un sublime homenaje a las historias góticas

Lector, esté advertido. Lo primero que hay que saber sobre la nueva serie de Netflix, creada por Mike Flanagan, que se estrenó el pasado viernes 9 de octubre es que no es una historia de terror, sino de amor y sacrificio. Como suele pasar en este tipo de relatos de estilo gótico, los fantasmas toman distintos roles que asustan, aman, protegen, dañan, pero todos tienen un motivo pasional por detrás que suele ser su incapacidad de dejar de aferrarse al mundo mortal, a las personas que supieron atesorar en vida. Es por esto que desde ya hay que eliminar cualquier tipo de expectativa de mega susto y horror extremo al empezar a ver esta serie. Quienes sean fanáticos de los jumpscares y de tener que dormir con la luz prendida por dos semanas quedarán decepcionados. Bly Manor consume al espectador, lo arrastra dentro de sus paredes mágicas en donde todo puede pasar, en donde los muertos caminan sin darse cuenta de que ya no están, pueden enamorarse, pueden hasta cambiarse de ropa con el poder de sus mentes y su esperanza. La historia es fantástica si se tiene en cuenta su verdadera naturaleza, y si uno está dispuesto a dejarse atrapar por ella.

Lo segundo que hay que mencionar es que, al igual que su primera creación con Netflix, La maldición de Hill House, Flanagan basó la serie en una novela. Así como la anterior surgió de la obra homónima de Shirley Jackson, Bly Manor encuentra pie en otro clásico de la literatura, Otra vuelta de tuerca, de Henry James. El argumento es en estructura el mismo. Una Au Pair (ya que la historia sucede en los años 80, en la novela es una Institutriz) viaja hacia una gran mansión perdida en el tiempo para cuidar a dos hermanos huérfanos que son adorables, pero un poco extraños (¿un poco nada más?). Los chicos, Flora y Miles, son interpretados por Amelie Bea Smith y Benjamin Ainsworth y no hay otra manera de describir sus actuaciones que no sea la palabra impecable. Más allá de que todo el casting está repleto de gente espectacular, empezando por la genia de Carla Cugino y siguiendo por actorazos como T’Nia Miller (Years & Yeras, Sex-Education) y Rahul Kohli (IZombie, Supergirl), estos niños son por lejos la sorpresa de la serie. Por supuesto, cuando la protagonista, Dani Clayton (Victoria Pedretti), llega a la casa las cosas sobrenaturales, los muñecos que se mueven solos, las apariciones y todo tipo de actividad paranormal no tardan en llegar. Se descubre bastante rápido que la mansión no solo sufrió la pérdida de sus dueños, sino también de la anterior niñera que se ahogó en el lago en circunstancias misteriosas luego de tener un amorío con un mayordomo que la dejó plantada y desapareció robándose sus ahorros y miles de libras en joyas y adornos de la casa.

Hasta ahí, bastante parecido a la novela, todo tan gótico que toda la banda My Chemical Romance estaría aplaudiendo. Pero resulta que a medida que los episodios avanzan, se va haciendo evidente que Otra vuelta de tuerca no es la única obra en la que Mike Flanagan se inspiró. Todos los capítulos tienen un nombre que se refiere a otros relatos de Henry James, lo que hace de la serie una especie de homenaje a la obra del autor y una brillante mezcla de historias que siempre deja con ganas de más. No estoy exagerando, la empecé a ver a las 12 del mediodía y la terminé de ver a las 12 de la noche.

En el transcurso de sus nueve episodios de más o menos una hora, Bly Manor hace que el público sea parte de su escenario. Uno no puede más que dejarse llevar, quedar atrapado en esa casa, en esos salones gigantes, en esos jardines tan preciosos como melancólicos. Cada personaje tiene su pasado, y cada pasado es tan interesante que es inevitable querer saber más. Se exploran con terror, odio y tristeza los demonios de cada persona que habita la mansión, incluso los niños. Todo esto enmarcado con la voz de una narradora en off, una mujer que cuenta la historia en una fiesta, de la cual no se sabrá su identidad hasta el final de la serie (o tal vez antes, prestando atención y siendo muy perceptivos. Yo ni me di cuenta, qué quieren que les diga).

Mike Flanagan ha probado una y otra vez su capacidad de utilizar el terror para transmitir mensajes que tocan directo en la emoción. La temática de la importancia de la familia en Hill House es solo un preludio al mensaje sobre la importancia del amor, vivir con esperanza, sobre confiar en la gente y aprender a pedir ayuda que demuestra Bly Manor. Una casa llena de fantasmas es, contrario a como suena, una casa viva, una casa con historias, y cada uno de esos recuerdos se anidan y refuerzan las paredes, pero también hacen a la identidad de quienes habitan dentro de ellas. Tal vez al terminar La maldición de Bly Manor uno no se lleve sustos terribles o noches sin dormir, pero definitivamente, nos llevamos mucho más que eso.