MDQ FILM FEST: Bliss  

imagen destacada3

¿Qué decir de una película que a simple vista parece ser solo una de Gaspar Noé con un poquito más de –qué expresión odiosa– look cinematográfico?

Podemos empezar diciendo que no lo es. No lo es en absoluto.

Dirigida por Joe Begos y siendo la última película en proyectarse en esta edición N° 34 del Festival Internacional de Cine de Mar del Plata, Bliss se sube al ring con una premisa copada pero boluda, para terminar dejando al público en un severo knock out.

Dezzy Donahue es una pintora que hace tres meses no termina una comisión. Se está quedando sin laburo, se está peleando con su manager y la está pasando mal. Sin ningún ánimo de hacerlo pasar por coincidencia, se nos revela que hace tres meses que está sobria.

Bliss-3-300dpi.jpg

Culminando la introducción, si Dezz no termina una pintura para dentro de tres días, se quedará sin dinero y sin reputación.

¿A qué la llevará todo esto? A una obvia y necesaria visita a la casa de su transa, quien le ofrece una seria cantidad de productos diferentes, hasta dar con el elegido de la protagonista: un polvo negro llamado Diablo que se compone de cocaína y DMT.

La mezcla no es ninguna coincidencia: más allá de los conocidos efectos de la merca, la presencia del DMT es clave por caracterizarse por los efectos alucinógenos que los consumidores clasifican de visiones del futuro, mensajes del cosmos o entrada a otros planos. Otro dato no menor para un análisis un poquito más profundo es que la changa es una sustancia presente en el cuerpo humano que se segrega en pequeñísimas dosis cada vez que soñamos; dice también algún vox pópuli emparentado con la reencarnación que el DMT se segrega al momento de nacer y al momento de morir.

Bliss-229588229-large

El Diablo aporta entonces el subidón falopero habitual, combinado con una sustancia alucinógena que te lleva en un camino directo a las puertas de la verdad.

En escenarios ultra californianos es que nuestra muchacha atravesará la adrenalina de terminar su pintura mezclada con la reintegración en su viejo círculo de amigos drogadictos, el quiebre en la relación con su no amado novio –que no aprueba la nueva conducta de Dezz–, el sexo con desconocidos y los viajes de Diablo y también de cualquier cosa que se fume, trague o pueda meterse por la nariz.

Los colores son vívidos, saturados y contrastados: magentas, rojos, verdes, azules y amarillos oro por doquier, acompañados de la hermosa textura del grano analógico.

Sí, Bliss está filmada en 16 mm, provocando junto con las puestas de cámara –apenitas incómodas y bastante pictóricas– y el montaje hipnótico que el espectador entre en viaje y se maraville aun viendo cosas que, hay que decirlo, hace rato que no son novedad en el cine.

maxresdefault

¿Cómo sigue la cuestión? Es difícil de decir sin spoilear el plot twist que hace que esta película valga más que un Noé cualquiera.

Digamos que Dezzy comienza a pintar, pero además comienza a hacer otras cosas, que nosotros las sabremos pero ella no podrá recordar. Su desesperación se incrementará a medida que las lagunas aumenten, a la par que su necesidad de estar puesta y la soledad que la inundará cuando sienta que su viejo círculo le ha dado la espalda.

De un instante a otro, pero a la vez –en retrospectiva– gradualmente, este drama drogadicto se convertirá en una película de terror de esas que se sienten en el pecho, en la boca del estómago.

Podrá verse en pantalla grande en el marco de la vigésima edición del Buenos Aires Rojo Sangre. Y si no llegan, bájenla. Aunque sea en una computadora, Bliss es una de las películas del año que no se pueden dejar de ver.