MDQ FILM FEST: Carroña. Sangre, sudor y carne humana.
Es cierto que en Mar del Plata hay películas para los gustos más variados: no se escatima en países, géneros ni enfoques a la hora de programar. También es cierto que, a pesar de lo dicho, igualmente hay películas que son chocantes de encontrar.
Enmarcada en la categoría Las Venas Abiertas, Carroña –dirigida por Luciana Garraza y Eric Fleitas– trae la representación del clase B gore argentino a la edición N° 34 del Festival de Cine de Mar del Plata.
En una Argentina fantástica y –podría pensarse– postapocalíptica, Tisha es de las mejores carniceras de la ciudad.
Con su Torino negro tuneado al mejor estilo Death Proof recorre los más lúgubres lugares hasta encontrar a sus presas, a las cuales derriba de un certero cuchillazo, partiéndolas a la mitad para luego proceder a robar sus tripas. Tisha no lo hace por sadismo, sino por el dinero que el negocio le genera en una ciudad en la que la carne humana cotiza.
Esta rutina se ve rota cuando El Gordito, su jefe, la deriva con la vieja Angélica, una doña que, ya en sus últimas, le ofrece todo su capital por adelantado a cambio de la ejecución de una gran venganza.
Pero al escuchar de qué se trata, la muchacha rechaza toda forma de pago: ya no se trata de un trabajo, sino de una vendetta personal.
Desde entonces, la protagonista luchará con los enemigos más desagradables y bizarros, cayendo en una red de trata y peleando por su vida con puteros y proxenetas en grandes batallas sangrientas para cobrar su venganza y recuperar su libertad.
Mientras tanto, cortes a un falso material de archivo dan a conocer la razón del compromiso de Tisha para con la misión.
Relato enmarcado en pequeñas urbes castigadas y desiertos de sol ardiente, utiliza los terracotas y celestes como colores predominantes que acompañan al rojo de la para nada escasa sangre en un falso teal and orange que recuerda a Tarantino, La masacre de Texas y Revenge, (por no mencionar al obvio Mad Max) mientras que los planos generalísimos, las siluetas y los primeros planos contrapicados nos hacen un guiño a viejos westerns. Todo el combo genera una película realmente preciosa de mirar, sin dejar de lado el desagrado que los lugares y escenas están obligados a dar.
Y si bien Carroña nos deja cosas criticables (como un abuso de las violaciones explícitas que podrían haber sido mucho más ricas en lo narrativo sin necesidad de hacerlas tan morbosamente largas; o como algunas actuaciones secundarias que dejan lo bizarro para pasar a ser simplemente malas interpretaciones), es una película muy valiosa para el cine de género en el país.
Que una película marcadamente clase B llena de sangre y triperío se haya ganado un lugar en Mar del Plata y no sea relegada al Buenos Aires Rojo Sangre –con todo el respeto y el amor que le tengo a dicho festival– abre el panorama, brindando esperanza de ver más cosas del estilo pronto exhibidas en pantallas que no se crearon especialmente para ellas.
Salir de los sucuchos y exponerse ante el mundo.
Con un guion clásico pero sólido, una fotografía bella por demás y un arte del más croto cyberpunk, Carroña se corona como una grande entre su yanotanpequeño círculo de consumidores y empieza, con nobleza, a dar batalla para no ser menos para el público general.