Cine y literatura: La figura mítica de Evita

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Cine y literatura: La figura mítica de Evita

 

Roberto Giuffré

 

  1. Introducción:

Es indudable que cuando ocurre algún hecho histórico de gran importancia siempre se obtienen dos versiones. Una real, cronológica y verídica; y otra impregnada del folclore y la mitología de la época, aunque no por eso menos verídica que la primera. María Eva Duarte de Perón, Evita, fue una mujer que no escapó a este fenómeno. Amada por un pueblo, y odiada con la misma intensidad por un sector compuesto de “notables”, como se hacían llamar, su figura ha trascendido las barreras de lo real y se ha convertido en un personaje, que podríamos denominar heroico y que, aún después de muerta, siguió y sigue dando qué hablar a distintas generaciones de argentinos.

  1. La figura de Evita en el cine y la literatura:

El film de Desanzo comienza situando al espectador en los días previos a las elecciones del año 1951, donde una joven Eva Duarte sería propuesta a candidata a la Vicepresidencia del nuevo período presidencial de Juan Domingo Perón. A partir de allí puede ir descubriéndose cómo se gesta, a pura fuerza de voluntad y corazón, la figura heroica de Evita, la “Santa de los descamisados”. Eva Duarte se encuentra reunida con los dirigentes de la C.G.T., quienes han promovido su candidatura, no se cree las adulaciones de esos hombres, “Alcahueterías, no” les dirá, y luego pondrá en duda la figura de Perón, lo que más le preocupa es que siga siendo un militar. Esta duda interna de Evita, acerca de la personalidad de su marido, se mantendrá durante toda la película y el espectador podrá ver a un Juan Domingo dividido en dos; por un lado el hombre que desea fervientemente apoyar a su mujer en la campaña a favor del pueblo, y por el otro al militar que no puede dejar de tener lealtad a una Fuerza Armada que lo ha forjado desde joven. La personalidad luchadora de Evita irá construyéndose a lo largo de la película por medio de distintos elementos narrativos. Un flashback dará paso a un episodio que marcó su infancia, el velorio de su padre Juan Duarte. Hija ilegítima de uno de los hombres más poderosos de Los Toldos es “invitada” a retirarse junto con su madre y sus hermanos, sin poder darle el saludo final a su progenitor. “¡Con qué derecho se presentan!” serán increpados por una de las hijas legítimas de Duarte. Ante las súplicas de su madre les serán concedidos unos minutos para despedirse del difunto mientras la “verdadera familia” se retira a otra habitación. Las tres primeras palabras de la frase anterior quedarán grabadas a fuego en la memoria de la niña; y serán recuperadas durante un almuerzo con su marido, Evita se muestra fuerte ante un hombre que no sabe si respaldarla en su candidatura, ella cree en él, entonces él debería tener un sentimiento recíproco. Durante la conversación Perón se autocalifica militar y Evita lo tilda de “milico raro”, parte militar y parte líder de los trabajadores. Es en ese momento cuando salen a la luz los motivos personales de la mujer para ser vicepresidenta, toda su vida tuvo que luchar contra esas tres palabras, “con qué derecho”, todo lo que hace es cuestionado por quienes se consideran mejores que ella, “con qué derecho”, desde acompañar al General Perón a los desfiles y al teatro, hasta formar una fundación para ayudar a los pobres, “con qué derecho”; siempre juzgada por bastarda y por pertenecer a la clase baja. “Eso se acabó”, sentenciará Evita, ha llegado el momento de ser parte del Estado para que “ningún hijo de puta vuelva a preguntar más con qué derecho”. Perón, aún dubitativo, la instará a presentarse. Para reforzar la imagen mítica de Eva Perón, el punto de vista cambia hacia otros personajes que han tenido que ver con esta historia, los opositores, ellos funcionan de pivote y habilitan, por medio de más flashbacks, la reconstrucción de una trama compleja y fascinante. Las acciones de Evita frente a la huelga de ferroviarios, de cómo ella sola logró levantarla convenciendo a los activistas de que eran funcionales a la oligarquía. El episodio con Margarita Achával Junco y las damas de la Sociedad de Beneficencia, cuando no quisieron darle la dirección de la Asociación aduciendo que ella era muy joven y falta de experiencia; y Evita primero chicaneándolas proponiendo a su madre como directora y, ante la sorpresa de las mujeres, despidiéndolas disolviendo la Sociedad. A medida que avanza el film, podrá apreciarse cómo la salud de Evita va mermando, llegando al clímax durante el famoso discurso de renunciamiento a la Vicepresidencia del 22 de agosto de 1951 debido a que había descubierto que padecía de cáncer. Los opositores, concentrados en la figura del general Benjamín Menéndez, también habilitarán la escena posterior al levantamiento del año 1951, frustrado en gran medida por la salida del pueblo a la calle para defender a Perón. Evita, haciendo un despliegue de gran fuerza y dureza, increpa a su marido pidiéndole el fusilamiento de Menéndez, “el castigo tiene que ser hoy y ahora. Amenazar con fusilar en el futuro no sirve para nada”; Perón, atravesado por esa dualidad marcada al inicio de la película y ayudado por un decaimiento de su mujer debido a la enfermedad, no le hace caso. La figura del militar prevalecerá por sobre la del hombre del pueblo. A pesar de que el cáncer avanza a pasos agigantados la figura de Evita sigue creciendo; su relación con Holanda le permite conseguir una gran cantidad de armas para equipar a sus hombres de la C.G.T, “son para defender a Perón”. Evita, cada vez más demacrada, acompañará a su marido hasta último minuto, dando un discurso a su favor el 1 de mayo de 1952, único momento en que se ve al General intentar mantenerse firme y fuerte frente a la figura heroica y enorme de su esposa. Luego del triunfo electoral de Perón se la verá atada a un arnés de hierro para ir parada en el vehículo presidencial. Las armas nunca llegarán a la C.G.T., una vez más se impone el “milico” dentro de esa figura marcada por la duda; el General las decomisa y las entrega al Ejército. A pesar de los rezos de todo un Pueblo en busca de un milagro, el 26 de julio de 1952, Evita muere acompañada de su marido. El film haciendo una reafirmación de su condición heroica deja sus últimas palabras destinadas a encauzar la dualidad de su marido y a favor de su Pueblo, “Juan, no abandones nunca a los pobres, son los únicos que saben mantenerse fieles”. Un videograph final anuncia y refuerza su imagen mítica explicando que ha fallecido a los 33 años, en una clara alusión, más allá de ser un hecho veraz, a la muerte de Cristo; y que 3 años después, el 16 de septiembre de 1955 un golpe militar derrocará a Perón como si, al faltarle la fuerza de su mujer, no pudiera evitar ser traicionado por quienes decían estar a su lado.

 

El documental de Bauer abre con la voz en off de Inda Ledesma afirmando y reforzando la condición mítica de Eva. “Hay una historia conocida de Evita, y una historia secreta. Una historia de odio y profanación que comenzó después de su muerte y se mantuvo oculta por más de 40 años”. Es imposible no relacionar este texto con las creencias de los antiguos griegos acerca de los valores heroicos transmitidos de generación en generación. Para los griegos el héroe era el pilar de la sociedad, la personificación de los valores a seguir por toda la comunidad. Luego de su muerte, el héroe debía ser glorificado, puesto que de esta forma se lo rescataba del olvido junto al pueblo que él representaba; mientras que el cadáver del enemigo debía ser humillado para que ni él ni los suyos pudieran ser recordados en el futuro. [1] El subtítulo de este documental, la tumba sin paz, adelanta los intentos de la dictadura militar del ’55 por hacer desaparecer de la faz de la Tierra todo lo que representaba esa mujer. Seguido a la introducción de la narradora, aparece en escena una entrevista a la ex diputada peronista del año 1952 Ana Macri, que refuerza la condición heroica de Evita relatando las acciones a favor de los pobres que hiciera y terminando con la frase “Para mí era una santa”. La voz en off de Inda Ledesma relata los hechos por los cuales Evita fue tan odiada por la oligarquía, siendo el principal el haber dado voz política a las clases populares. El documental se empata con la película de Desanzo mostrando imágenes de Evita postulada a la Vicepresidencia de la Nación, el Pueblo en las calles apoyándola, y el momento en que debe renunciar debido a su enfermedad mortal. También narra los pedidos y rezos de todo el Pueblo por un milagro que otorgue la recuperación de su salud. A través de un montaje paralelo es presentado el doctor Pedro Ara, un experto en embalsamar cuerpos, y el deseo de Perón de conservar de esta forma a su mujer después de muerta. Gracias a ello Evita dejaría una existencia terrenal para convertirse en una estatua, como si de una diosa griega se tratase. El film continúa su relato y sigue emparentándose con el de Desanzo, Eva acompaña a su marido hasta el día de su muerte, pueden apreciarse imágenes verídicas de la travesía en el automóvil presidencial, donde Evita se encontraba asegurada a un arnés de hierro cubierto por un abrigo de pieles. Tras el fallecimiento de esa mujer, Ara comienza de inmediato su trabajo de embalsamamiento, pero lo interrumpe debido a los funerales, que se extienden por 16 días durante los cuales dos millones de personas pasan a dar un último saludo a su heroína. A fin de construir una estructura más fuerte sobre su figura mítica, el documental también afirma que el Papa recibió veintiséis mil pedidos para santificarla. Finalizados los funerales se da comienzo a la historia secreta, oculta; el doctor Ara empieza a trabajar en su complicado proceso de embalsamamiento en el segundo piso de la C.G.T, anotando con detalle cada acción que realiza con el cuerpo. Con la llegada de la Revolución Libertadora, Ara deja el cuerpo de Evita en manos de los representantes del nuevo gobierno. A partir de ese momento se dan una serie de eventos destinados a confirmar la condición del cadáver y luego a hacerlo desaparecer a cualquier costo. Para los militares el cuerpo de esa mujer no debe volver a ver la luz. Pero la figura de Evita y todo lo que ella representa es tan fuerte que el Presidente Aramburu no se anima a incinerarla. Aunque el riesgo de que sus seguidores intentaran recuperar el cadáver y usarlo como símbolo es enorme, el poder divino que aún emana de esa mujer acobarda hasta los militares más duros. Tanto la doctrina peronista como sus imágenes y cualquier cosa que los representara pasan a estar prohibidos en todo el país; el presidente Aramburu designa al Teniente Coronel Moori Koënig como el encargado de hacer desaparecer el cuerpo. La noche del 22 de diciembre de 1955 Koënig y sus hombres secuestran la imagen de Evita y la trasladan a un depósito del que sólo pocos saben de su existencia, su sorpresa será enorme al descubrir que por las noches se encendían velas y se dejaban flores en la entrada del lugar. Evita es trasladada varias veces, siempre con el mismo resultado. No saben cómo, pero la Heroína del Pueblo es seguida y homenajeada por seres que se ocultan en las sombras. Esos anónimos pondrán una bomba en hall de entrada del departamento de Koënig. La obsesión del Teniente Coronel con el cuerpo de esa mujer crece de tal modo que la oculta en una oficina al lado de su despacho en el edificio de la S.I.E., Servicio de Inteligencia del Ejército. Aramburu, al enterarse de la situación, releva a Koënig de su ocupación y designa en su reemplazo al Teniente Coronel Héctor Eduardo Cabanillas. El documental reproduce una entrevista a Cabanillas donde habla sobre su compañero de armas, Moori Koënig, “Siempre fue un hombre perfectamente normal, pero a partir del momento en que tuvo el cadáver se enloqueció. Aparte con alcohol, porque tomaba mucho y enloquecía, y decía que esa mujer le pertenecía a él”. Estas palabras son un claro ejemplo del poder que ejercía Evita aún después de muerta, como si de una diosa pagana se tratase, hasta los hombres más duros enloquecían por venerarla y poseerla. Ante la aparición constante de flores y velas frente al despacho donde se encuentra el cuerpo, los planes más disparatados para hacerla desaparecer son puestos sobre la mesa, desde la desmembración y su posterior esparcimiento en las aguas de un río, hasta volar el edificio entero de la S.I.E. Cabanillas, erigido en protector de la diosa, propone a Aramburu el Plan Evasión, para sacar clandestinamente a Evita del país. En abril de 1957, ayudados por la Iglesia, como si para lograr que el influjo de esa mujer desparezca necesitaran de todo el poder divino, trasladan el cadáver hacia Italia, a un cementerio en la ciudad de Milán, bajo el nombre falso de María Maggi de Magistri. Evita ingresa en el anonimato por 14 años, ya que ni siquiera el presidente Aramburu conocerá su paradero. La situación de la Argentina se torna cada vez más inestable y Aramburu paga cara su osadía y su ignorancia, secuestrado y ejecutado por un comando montonero. El General Lanusse asume la presidencia del país y, a fin de lograr una pacificación, negocia con Perón, exiliado en España, el retorno de Evita. Cabanillas debe volver sobre sus pasos y recuperar el cuerpo de la “Santa de los descamisados” para entregarlo a su marido en Madrid. En noviembre de 1972 Perón regresa a la Argentina, dejando en España el cadáver de Evita. Tras su muerte y a modo de enfrentamiento directo con Isabelita y López Rega, los montoneros secuestran el cadáver de Aramburu y proclaman que no lo devolverán hasta que Evita regrese al país. Isabelita y su sicario deciden hacer regresar el cuerpo y exhibirlo en la cripta presidencial junto al féretro de Perón. Con la llegada del golpe militar de 1976, el nuevo presidente de facto, Jorge Rafael Videla, decide entregar a Evita a su familia, con la condición de que sea depositada en una bóveda bajo estrictas condiciones de seguridad. Desde ese momento y hasta la actualidad, Evita, la diosa, la Santa, la Heroína, descansa en el cementerio de la Recoleta.

El cuento de Rodolfo Walsh, publicado en el año 1966, cuando aún no se sabía del paradero del cadáver de Evita, y titulado “Esa mujer”, en una clara alusión a cómo Koënig llamaba a Eva Perón, se emparenta con el documental de Bauer relatando una entrevista que un periodista realiza a un Coronel del Ejército. Walsh no da nombres, no menciona a Evita, ni a su captor, ni siquiera al periodista que relata la historia en primera persona. Pero todo esto no hace más que reafirmar la imagen mítica de Eva Perón, ya que presenta a dos individuos, uno que busca y otro que posee un objeto de un valor tan grande como el del Santo Grial que buscaran los cruzados en su época. Walsh aporta datos que orientan a un lector aficionado a la historia argentina acerca de qué está contando, y que son confirmados en el documental realizado 30 años después. El periodista se reúne en el departamento de un Coronel del Ejército que tiene apellido alemán, con más de 20 años de servicio y que bebe grandes sorbos de whisky; busca una muerta, un lugar en el mapa, una fantasía, no sabe a ciencia cierta si aún existe. El Coronel le dará la confirmación de su existencia en el comedor del departamento que presenta los restos de un atentado, y también mostrará su devoción por “esa mujer” que todos quieren poseer y que sólo él sabe dónde se encuentra. La charla divagará, dará derroteros y volverá a su cauce para ratificar, en la voz del militar, la condición divina de esa mujer. Finalmente los esfuerzos del periodista por develar el paradero de la muerta serán en vano, no conseguirá develar el secreto y se retirará del departamento del Coronel escuchándolo decir una y otra vez, como afirma Cabanillas acerca de Koënig en el documental, “esa mujer es mía”.

 

  1. Conclusión:

Eva Perón fue una mujer cuya figura trascendió las barreras de la vida y de la muerte. Amada y odiada con la misma intensidad, su memoria permanece tan fuerte y tan vigente como entonces. Estos tres materiales son apenas una muestra de lo que significó tanto para sus seguidores como para sus detractores. Evita, la Santa de los descamisados, la diosa, la reina; sus enemigos, al igual que pasó con los héroes griegos, no lograron desaparecer su memoria ni la identidad de su Pueblo.

 

  1. Filmografía / Bibliografía:

    • Película de ficción: Eva Perón. Dir.: Juan Carlos Desanzo. Año: 1996.
    • Película documental: Evita, la tumba sin paz. Dir.: Tristán Bauer. Año: 1997.
    • Cuento: Esa mujer. Autor: Rodolfo Walsh. Año: 1966.

 

 

[1] Sandra Camacho López. La tumba gloriosa y el cadáver esparcido: dos caras de la Gorgona y el arte de la representación. Revista El artista n° 7. Dic.2010.