Don’t Worry Darling: un misterio superfluo

“No te preocupes, cariño”; “De seguro te lo imaginaste”; “Tal vez deberías darte un tiempo”; “¿Estás segura de lo que dices?”; “Quizás estás bajo mucha presión”. Frases de este estilo son muy comunes en las historias sobre mujeres siendo persuadidas y engañadas por un entorno que, a menudo, está repletos de hombres que tratan de aprisionarlas o maltratarlas para sus propios placeres, y llevándolas a los límites de la locura en el proceso. Este año fue el perfecto ejemplo para este ¿subgénero? con películas como: Men, de Alex Garland; Blonde, de Andrew Dominik; Watcher, de Chloe Okuno; y recientemente, Don’t Worry Darling, de Olivia Wilde.

Evitaré el entrar en detalles detrás del caos que fue el rodaje y la promoción de esta película, pero ya toda esa controversia nos daba un abrebocas de lo que sería el resultado final del segundo largometraje de Wilde. Don’t Worry Darling, en sus dos horas de duración, es un incesante reflejo de un trabajo destinado al fracaso por la evidente falta de comunicación entre el equipo y el nulo entendimiento de un género tan complicado como el thriller. Y es una lástima por el potencial, la gente involucrada y la ambición a la que apuntan sus intenciones, solo que esto se siente como un mero boceto de una gran película que jamás verá la luz.

Tomando como referencia aquel clásico de los 70 como fue The Stepford Wives, esta cinta busca crear un relato de una realidad quebrándose y de un personaje rebelándose contra un mal invisible, pero omnipresente. En ese sentido, Olivia Wilde abraza la esencia de la ciencia ficción más clásica y minimalista, sin necesidad de grandes recursos tecnológicos para darle vida a un peculiar mundo repleto de perfecciones anómalas y de una mundanidad anacrónica a nuestros tiempos. Florence Pugh nos presta su personaje para ubicarnos en este universo e ir descubriendo con ella las rarezas de este supuesto suburbio utópico, y es ella misma quien carga con todo el peso dramático de la película. Eleva hasta el cielo los momentos realmente importantes, y se encarga de salvar la mayoría que casi caen en el ridículo. Además de que su personaje de Alice resulta ser el único con una verdadera relevancia, ya que todos aquellos que le rodean brillan por su ausencia o inutilidad.

El rompecabezas de fallos en la realidad y el descubrimiento del misterio muestran sus intenciones demasiado temprano, creando situaciones repetitivas que no hallan un sentido narrativo. Son elementos que están porque sí, con los que se intenta un insípido juego de pistas y simbolismos que no llegan a despegar. De hecho, lo que menos logra la película es conseguir un halo de misterio necesario para lo que pretende, sus trucos se sienten muy obvios y sin personalidad. Sin embargo, tiene ideas muy geniales que, a lo largo de su desarrollo, van siendo enterradas por las decisiones menos apropiadas.

Por otro lado, admito que la dirección de Wilde nos regala un par de momentos hipnotizantes gracias a esas secuencias de las visiones de Alice o esos pequeños glitches que le dan un aire onírico al asunto. Su propuesta, a puro nivel visual, demuestra una clara evolución ante la Olivia de Booksmart, dándome a entender que puede ser versátil si se lo propone. Y Florence Pugh, como ya es común, se come la pantalla sin que le afecte en lo más mínimo las inconsistencias del guion.

También puedo rescatar su interesante subtexto sobre el sistema patriarcal porque, pese a ser una herramienta que se utilizó de las maneras más aburridas posibles, su estocada final revela una jugada ingeniosa del hombre como cazador y la mujer como alguien en cautiverio. Le da un oscuro trasfondo a lo anterior presentado. Lástima que, como era de esperar, se queda a medias y ni se le presta el suficiente tiempo.

Fuera de querer destrozar la película, entiendo que debido a todos los problemas en su producción Don’t Worry Darling se viera manchada por esa amarga estela, que ya haya salido a las masas supone un logro para los involucrados. Más que disgustarme, me frustra lo genial que pudo haber sido la película si el contexto y los guionistas hubiesen sido otros. Pero justo como la comunidad Victoria de la propia historia, estamos ante una propuesta artificial y prefabricada que te quiere dar la ilusión de estar viviendo un sueño, pero no es más que una fachada para ocultar los errores de unas personas que no saben muy bien lo que hacen o porqué lo hacen.

Al menos nos quedó el chisme, supongo.