37° Festival Internacional de Cine de Mar del Plata: «Pechos eternos»; «Tinnitus»; «Plaga Zombie»; «Teneís que venir a verla»; «Incroyable mais vrai»; «Bowling Saturne»

Pechos eternos (retrospectiva Kinuyo Tanaka):
En una retrospectiva que continúa la que tuvo lugar en la sala Leopoldo Lugones el pasado octubre, el festival de Mar del Plata repasa la filmografía de Kinuyo Tanaka, actriz y directora.
Tanaka es la primera mujer en haber llegado al rol de la dirección en Japón y Pechos eternos es su tercer largometraje y data del 1955. Inspirada en la vida de Fumiko Nakajo, cuenta la historia de cómo esta poetisa amateur logró consagrarse como escritora, mientras lucha con un dificultoso contexto intrafamiliar y sufre de cáncer de mama.
En un melodrama intenso que consigue el éxtasis de las emociones del espectador en cada acto, Tanaka despliega una serie imégenes bellísimas. El lenguaje audiovisual no se ve eclipsado por la trama ni las actuaciones; la fotografía, los encuadres y los pocos pero inmersivos movimientos de la cámara acompañan la emotividad con la que se trata a la construcción dramática y a los personajes.
En esa misma línea, la película carga con muchísimas simbologías y juegos formales dignos de analizar, sobre todo relacionados al concepto de la muerte. Es toda esta riqueza la que vuelve invisibles los recursos narrativos de un drama que, a veces, si hay que ser honesta, se vuelve un poco obvio o demasiado visto ya. De cualquier manera, estos recursos y golpes bajos logran cumplir con su cometido a la perfección, ya que lo sensible de la película traspasa la pantalla y llega al espectador de lleno. Todo el tercer acto es un llanto asegurado.
Otra cosa destacable es el uso de citas a los poemas de la autora, que afirma y acentúa las temáticas de la feminidad, la opresión, el amor, la maternidad y el arte que rodean a todo el film. En resumen, una película hermosa que ojalá pueda volverse más accesible para todos en el futuro, al igual que el resto de los largometrajes de esta directora excepcional.
Tinnitus (Competencia Latinoamericana):
Extraña, bella y letal. Tres palabras que sirven de puntapié para intentar, aunque sea difícil, describir la segunda película de Gregorio Graziosi.
Marina es una nadadora de salto sincronizado, compañera de toda la vida y amiga desde la infancia de Luisa. De un momento a otro, sufre un ataque de tinnitus, se aleja del deporte, comienza a salir con su médico otorrino y corta lazos con su equipo de natación, sobre todo con Luisa, que la resiente por no haber podido cumplir su ya pactada participación en los juegos olímpicos.
4 años después Marina ha abandonado todo resabio de su vida y ambición anterior, y está un poco presa de su pareja, que se encarga de recalcarle continuamente su imposibilidad de volver al deporte. Su único contacto con el agua es a través de su trabajo: sirena animadora en un acuario. De pronto, Teresa –la nueva compañera de salto de Luisa- entra en su vida, llevándola a volver a entrenar. Entre relaciones interpersonales, agua y ruidos es que comienza un descenso a la locura ante el que Marina deberá sucumbir, salvo que logre escapar.
El tratamiento sonoro, estrella de la película, tiene mucho que ver con el de películas como Sound of Metal, pero llevado al extremo y con una minuciosidad e impecabilidad remarcables. La experiencia de vivirlo en una sala de cine es única e irrepetible, absolutamente inmersiva, hipnotizante y terrorífica, dando pie a secuencias de un sutil body horror que le ponen la piel de gallina a cualquier espectador.
Las bellísimas imágenes (la fotografía es excepcional) que repasan un Brasil sincretizado con Japón, justificado por la locación de los juegos olímpicos, son el contraste perfecto para una historia que logra mantener al espectador al borde de la demencia. Una película que trata la dualidad no solo en lo estético sino también en el carácter de sus personajes, a veces costumbristas y livianos, a veces densos y escalofriantes.
Plaga Zombie (Las venas abiertas):
A Plaga Zombie ya la conocemos todos. Grotesca, amateur, cómica y nostálgica, el primer largometraje de Hernán Sáez y Pablo Parés fue realizado sin presupuesto, en casa de sus padres, aun no habiendo terminado la escuela secundaria. A puro pulmón, huevo y amistad, filmaron, sin saberlo, una película que se volvería de culto rápidamente y que perduraría en su gloria hasta el día de hoy.
Más allá de su endiosamiento en el fandom, es imposible negar que Plaga Zombie fue un pilar fundamental para establecer las bases del cine de género independiente en Argentina. Tenerla en pantalla este festival habla de una posición de reivindicación de las raíces de nuestro otro cine nacional que es admirable. Fuera del alcance al nuevo público (siempre una labor necesaria), la inclusión de la película habla mucho de la necesidad de contar historias que es el cine en escencia.
Plaga Zombie no tiene prácticamente dirección de fotografía, ni arte, ni fx, ni actores, ni nada. Es una película sostenida a base de que quienes la hicieron, veían películas. Los planos, el montaje, los arcos y el sonido evidencian a un grupo de chicos que además de hacer películas, estaban dedicados a copiar y aprender las técnicas de aquello que les gustaba.
Más allá de que, por supuesto, hay bancar a la educación cinematográfica siempre, mostrar los inicios de gente que continuó luego haciendo películas –con más presupuesto, saberes y calidad en general- es importante para identificar que hay que hacer antes que no, y que ver cine es una herramienta fundamental para construirlo.
Tenéis que venir a verla (autoras y autores):
Jonás Trueba hace un cine bonito, pero no siempre hace un cine fácil. Tenéis que venir a verla, su última película, parece más bien un ensayo de construcción de personajes más que otra cosa.
Muy acertada en su duración (apenas pasa la hora), el breve recorrido cuenta la historia de dos parejas que se reencuentran luego de un año de no verse. Los dos que se han mudado de Madrid a una zona más alejada intentarán convencer a los citadinos de ir a conocer su casa nueva, episodios que desata conflictos internos relacionados con la inseguridad, qué hacer con la vida, cómo ser familia y demás.
No pasa demasiado, el tiempo de pantalla se lo llevan personajes hablando, citando libros, haciendo excursiones, escuchando música o jugando ping-pong. En relación a esta nada perpetua, la película explora lo estático y largo de los planos y la poca fragmentación desde el montaje.
Quizás no sea el mejor trabajo del director, ni una película indispensable, pero definitivamente es una película que deja lindas sensaciones al espectador y que trabaja con lo metadiscursivo de una manera interesante.
Incroyable mais vrai (Hora 0)
Quentin Dupieux tiene no una sino tres películas en esta edición del Festival de Mar del Plata. Incroyable mais vrai es una historia de realismo mágico con viajes en el tiempo, muy graciosa, disfrazada de drama conyugal.
Alain y Marie son una pareja de mediana edad que compra su primera casa y, junto con ella, adquieren un túnel que les permite viajar en el tiempo hacia adelante y, además, ir volviéndose más jóvenes a medida que lo hacen.
A Alain no le interesa ni un poco la idea, pero Marie se obsesiona y comienza a hacerse adicta a los viajes, produciendo el total desencuentro (real y metafórico) con su marido, además de ciertos problemas psicológicos tangenciales.
Los personajes secundarios (el jefe de Alain y sus múltiples novias) se encargan de llevar adelante una subtrama con absurdos conflictos cómicos como el malfuncionamiento de una verga electrónica o las múltiples inseguridades de un varón que no se siente verdaderamente hombre.
Atrás de esta gran máquina de hacer reír hay momentos durísimos de tragar saliva, que hacen de contrapunto a la aparente liviandad del resto de la obra, debido a que el tema de la película es clarísimo. Sin ánimo de spoilear algo que es más divertido ver que de leer, Dupieux suma su piedra a una cuestión ya explotada por la humanidad, pero que sigue sin gastarse, como lo es el terror crónico al envejecimiento, así como el impulso capitalista de evitar a toda costa ser un simple humano mortal con una vida mundana.
El único punto débil de la película tiene que ver con su fotografía, que se queda muy corta y no solo no juega a la par del resto de los elementos creativos, sino que se ve directamente chata y cruda. Pero qué queja vale, si las risas no faltaron.
Bowling Saturne (Retrospectiva Patricia Mazuy)
Si bien está inscripta en una retrospectiva que pasea por toda la filmografía de la directora, Bowling Saturne es el film más reciente de Paatricia Mazuy, estrenado durante este 2022.
Un policial brutal que trata la relación entre dos medios hermanos luego del fallecimiento de su padre: Guillaume, un policía que hereda la bolera de su padre, qu se contacta con Armand –el hijo bastardo- para que la maneje.
En este nuevo ambiente, es que Armand se convertirá en un femicida serial. Con escenas de suma violencia explícita, el film tiene pasajes muy difíciles de mirar que revuelven el estómago, pero que se mezclan con una dirección de fotografía preciosa que te impide parar de observar la pantalla. Los personajes, turbios pero absurdos, logran algunas risas incómodas que no alivianan una atmósfera que no permite respirar, pero que suman a la capa de tonos que logra la directora.
Si bien es un policial, importa mucho menos la resolución de los crímenes que la relación entre los hermanos y la búsqueda de la verdadera naturaleza del ser humano y aquello que la gatilla.