Amor amarillo (y rojo sangre), sobre el Giallo

El término giallo (que significa amarillo en italiano) proviene de una serie de libros que, durante la década del 30 y del 40, publicó semanalmente la editorial Arnoldo Mondadori bajo el nombre de I libri gialli (los libros amarillos). Estos libros, muy populares en Italia, eran traducciones a dicho idioma de novelas negras de autores como Agatha Christie, Ellery Queen, Edgar Wallace, entre muchos otros. Las primeras publicaciones datan del año 1929; pocos años después la editorial sumó a la lista algunos autores italianos. Durante el régimen fascista de Mussolini estas novelas se prohibieron, pero en 1946 la serie reapareció bajo el nombre de Il Giallo Mondadori, incorporando ahora incluso más autores italianos junto a elementos de la literatura pulp norteamericana como la violencia y el erotismo. Tan popular fue esta colección que, con el tiempo, el color de sus tapas y el término giallo fueron, para los italianos, sinónimo de crímenes e investigaciones, se tratara de una novela, una película o una publicación periodística en el diario.

Si bien en Italia el término giallo podría traducirse como “novela policíaca”, es decir, cualquier subgénero literario o cinematográfico relacionado con el crimen y el misterio o suspenso, independientemente de su origen (incluidos los thrillers norteamericanos), fuera de eso, giallo refiere en particular a un cúmulo de películas italianas realizadas entre los años 60 y 70 con un estilo particular que combina elementos del thriller con el terror y el erotismo. 

Estética del dolor

Aunque en esencia el giallo no deja de tener una raíz policial, hay dos elementos que resultan distintivos respecto de cualquier otro género o subgénero: la marcada estilización y la violencia exacerbada. Dichos elementos guardan fuerte relación con el momento social y político de la Italia de los años 60 y 70, cuando a partir de películas como La dolce vita, de Federico Fellini (1970) o L´assassino, de Elio Petri (1961), el cine cambió tanto temática como estilísticamente, dando cuenta de nuevas preocupaciones que acuciaban a la sociedad de la época: el ascenso de una nueva burguesía, la youth culture con un mayor protagonismo y participación en el mercado, el existencialismo, la liberación sexual, la segunda ola del feminismo, la Guerra Fría y la amenaza nuclear.

Hay una repetición de elementos en lo que llamamos giallo que, junto con sus pregnantes códigos visuales, son distintivos del género. Por mencionar algunos diremos, por ejemplo, que los asesinos siempre reciben lo que merecen al final, que estos, por lo general, pertenecen a la burguesía, y son conservadores o religiosos. Los que están detrás de la investigación suelen ser aficionados, y siempre son ellos los que logran dar con el asesino, nunca la policía. La aparición de falsos culpables o pistas apócrifas que confundan al investigador son también algo recurrente; y otro elemento muy propio del giallo es la presencia de mujeres empoderadas, rodeadas de hombres machistas o misóginos, a veces en el rol de investigadoras, y otras, de víctimas e incluso de criminales. Los asesinos no revelan su identidad sino hasta el final, por lo que no vemos más que sus manos, las que usualmente llevan guantes de cuero negro, o una silueta que viste un sobretodo también negro. La perversidad y la violencia con que los asesinos cometen sus crímenes son sin dudas otro elemento distintivo del giallo: víctimas ahogadas en bañeras con agua hirviendo; atravesadas por los vidrios de un ventanal; asesinadas a golpes o que reciben decenas de cuchillazos y abandonadas luego en la escena del crimen con rojísimos charcos de sangre alrededor.

Las historias suelen tener lugar en las grandes ciudades, de las que se fuerza un carácter sombrío y laberíntico. Son escenarios comunes los aeropuertos, los locales de moda o sets de fotografía. En cuanto a otros elementos de estilo, podemos decir que los colores suelen estar saturados, y resaltan especialmente los primarios y el rojo de la sangre. Las puestas de cámara pueden ser extrañas, siendo frecuentes los picados y los contrapicados. Las cámaras recorren salones, abren puertas, trepan techos, corren y se esconden. Muchas veces lo hacen cumpliendo la función subjetiva del asesino, otras simplemente se liberan y viajan recorriendo los interiores de las casas o las calles de la ciudad en vertiginosos travellings. El uso del zoom in y el zoom out es también frecuente, así como los prolongados planos detalle de ciertos objetos como cintas de grabar, cuchillos o cualquier elemento que sea importante para develar/potenciar el misterio en cuestión.

Los eternos

Hasta entrados los años 50, el thriller tenía en Alfred Hitchcock a uno de sus máximos exponentes. No obstante, en países como Suecia o Alemania acontecía, de manera contemporánea, el desarrollo de un cúmulo de películas de este género, con un particular estilo, que serían, luego, una gran influencia para los giallos futuros. En Suecia, películas como Damen i svart (La dama de negro, 1958) y Vaxdockan (El maniquí, 1962), ambas de Arne Mattsson, ya exponían inusuales puestas de cámara, maniquíes, juguetes, guantes negros y cuchillos, así como también la asociación del crimen con lo onírico y un desarrollo psicológico complejo en sus personajes. En Alemania, los llamados krimis (del alemán kriminalfilm) de la productora Rialto Films, basados en las novelas de Edgar Wallace, seguían el principio del whodunit (¿Quién lo hizo?), narrando historias de crímenes y misterio en las que, usualmente, el jefe enmascarado de una banda criminal terminaba siendo descubierto por una heroína, la que a su vez era protagonista de la historia. La brutalidad de los crímenes en estos filmes, aunque aún no tan sanguinarios, sería un importante antecedente para la construcción de los asesinatos en el giallo.

En el año 1963, el prolífico director italiano Mario Bava, quien hasta entonces realizaba películas cercanas al terror gótico, llevó a cabo lo que muchos consideran como el primer giallo en el cine. Con La ragazza che sapeva troppo (La mujer que sabía demasiado, 1963). Bava creó una suerte de manual de estilo y sentó las bases del giallo, desde allí para adelante. En dicho filme podemos ver aparecer elementos como la investigadora aficionada y extranjera (detalle no menor), los paisajes urbanos, la decoración de interiores, la moda, las cintas de audio y teléfonos mediante los cuales se comunica el asesino, la mujer empoderada bajo la mirada de los hombres machistas, los guantes de cuero negro, la paranoia, el consumo de drogas y las mujeres asesinas. Además, desde un punto de vista fotográfico, las puestas de cámara con angulaciones extremas como picados, contrapicados y cenitales, el uso del zoom in y de primerísimos primeros planos del rostro de la protagonista; todo esto aporta al clima onírico y pesadillesco del filme, así como también la construcción subjetiva de una psiquis: la de la heroína. Este lenguaje cinematográfico era completamente nuevo para el thriller italiano de la época. Sin embargo, fue con su siguiente película, Sei donne per l´assassino (Seis mujeres para el asesino, 1964), cuando Bava logró quebrar el fuerte parentesco con el thriller psicológico más tradicional, modificando el aspecto moderado de sus crímenes y exacerbando la violencia de forma tal que, a partir de ese momento, los asesinos del giallo no solo serían crueles y brutales con sus víctimas, sino que harían de ellas obras de arte, dueños de un estilo sanguinario e inigualable. 

Nueva era: Dario Argento

Ya hemos visto que, en el cine, el giallo tuvo sus primeras expresiones en los krimis, en algunas películas suecas de mediados y fines de los años 50, y en algunos filmes de Bava de los 60. Sin embargo, fue con el cineasta italiano Dario Argento cuando el género logró llegar a una nueva dimensión y transformarse en uno de los géneros o subgéneros más populares del cine italiano de los años 70. 

Cineasta, guionista y crítico de cine especializado, Argento supo condensar todos los elementos narrativos y estilísticos del giallo, aportando a su vez una mirada propia sobre las historias de crímenes y misterios, y una fuerte impronta visual que tiene su origen en la concepción del asesinato como una de las bellas artes. En su debut cinematográfico, L’uccello dalle piume di cristallo (El pájaro de las plumas de cristal, 1970), un joven escritor norteamericano que está a punto de irse de Roma es testigo del apuñalamiento de una mujer en manos de un asesino que se da a la fuga en la oscuridad. Así inicia la ahora conocida como “trilogía de los animales”, que tuvo su segunda entrega con Il gatto a nove code (El gato de las nueve colas, 1971) y la tercera con Quatre mosche di velluto grigio (Cuatro moscas sobre el terciopelo gris, 1971). 

Con un marcado influjo hitchcockeano, y a la vez heredero de los filmes de Bava y Antonioni entre otros, Argento trabajó en gran parte de su filmografía sobre los aspectos psicológicos de aquel que cree haber visto un crimen, aportando profundidad y extrañeza a sus historias. En el cine de Argento (al menos durante la década del 70 y parte de los 80), podemos ver que ya no solo existe un testigo ocular del asesinato, sino que se ha generado un trauma en él y que luchará hasta descifrar aquello que ha quedado atrapado en su inconsciente y que no le permite recordar lo sucedido. Esta suerte de manipulación psicológica que logra el director, y que puede fácilmente encontrarse en el cine de Alfred Hitchcock, es ejercida tanto con el protagonista de la historia, como también con los espectadores. No hay truco. El público verá lo mismo que ve el protagonista y será víctima de los engaños de la mente al igual que él, de manera que no descansará hasta la resolución del caso. 

En cuanto a lo estético, Argento llevó el giallo a lo más alto. El uso del color rojo, destacable en las escenografías, vestuario y, sobre todo, en la sangre derramada por las víctimas de los brutales asesinatos, es una de sus marcas personales. Supo combinar horror con atmósferas oníricas casi surrealistas, elementos del arte pop y el espíritu joven de los años 70. A esto le sumó un componente esencial en su filmografía: la música, en la trilogía inicial, compuesta por Ennio Morricone y posteriormente, a partir de su cuarta película, Profondo rosso (Rojo profundo, 1975), a cargo de la banda italiana de rock progresivo Goblin, con quienes trabajó de allí en adelante en casi todos sus filmes. 

Si bien con sus tres primeras películas Argento ya había logrado captar la atención de la crítica y hacerse de un renombre a nivel internacional, fue con Rojo profundo cuando alcanzó su punto más alto. Aquí, un joven pianista inglés, interpretado por David Hemmings (actor protagónico en Blow Up, de Michelangelo Antonioni, película de gran influencia para Argento), presencia el asesinato de una vidente alemana, quien había advertido la existencia de un asesino durante una conferencia de parapsicología. Con una puesta en escena soberbia, Argento logró imágenes jamás antes vistas en el cine de terror. Las impactantes subjetivas, los primeros planos y planos detalles filmados con maestría, sumados a la utilización de colores, música, trabajo sobre el sonido con foleys y sensualidad y erotismo en los crímenes más atroces, dieron como resultado filmes de un impacto visual y una belleza que, poco a poco, se convirtieron en el estandarte del género y fueron de gran influencia para muchos realizadores a posteriori, e incluso, contemporáneos a Argento. 

El legado del giallo

A excepción de algunos pocos filmes de Dario Argento, como Trauma (1993) y La sindrome di Stendhal (El síndrome de Stendhal, 1996), durante la década del 90 no se hicieron giallos en el cine. Si bien había huellas fácilmente visibles en numerosos filmes de los 80 y 90, el género parecía estar agotado y el slasher y el gore (ambos con una fuerte impronta del giallo en sus orígenes) coparon las pantallas del cine de terror. Pero, con la llegada de un nuevo siglo, el interés de algunos cineastas, en particular de los más alejados del esquema de producción del cine comercial, se volcó nuevamente hacia el giallo. Esto tuvo su origen, por un lado, en la reedición digital de muchas obras hasta el momento inaccesibles, y, por otro, en el hecho de que el mismo Argento estrenó dos películas que revisitan los giallos clásicos de sus primeros tiempos: Non ho sonno (Insomnio, 2001) y Il cartaio (El jugador, 2004). Sin embargo, es difícil pensar el giallo por fuera de la Italia de los años 60 y 70, ya que, como sabemos, el género respondió al clima de la época, con sus temáticas, preocupaciones y fenómenos políticos y sociales, todos particulares e irrepetibles. De manera que, podemos afirmar, lo que ahora conocemos como neo-giallo es apenas un intento de recuperar algo del espíritu de los giallos clásicos, en general, haciendo uso de algunos de sus aspectos formales o narrativos. No obstante, algunas obras intentan de alguna manera reinterpretar los códigos del giallo. Por citar ejemplos, las películas de un matrimonio belga, Hélene Cattet y Bruno Forzani, (Amer, 2009 y L’étrange couleur des larmes de ton corps, 2013); o el caso de Luciano Onetti en Argentina, con la trilogía giallo (Sonno profondo, 2013; Francesca, 2015 y Abrakadabra, 2018); en España se da el caso de Norberto Ramos de Val (El cielo en el infierno, 2016); Peter Strickland en Inglaterra (Berberian Sound Studio, 2012), y Vanessa Paradis en Francia (Un couteau dans le coeur, 2018). Por fuera de dichos exponentes, y de algunos otros no citados en este texto, pueden igualmente hallarse elementos estilísticos que remiten al giallo en muchas películas contemporáneas: The Neon Demon (Nicolas Winding Refn, 2016), In Fabric (Peter Strickland, 2018), Masks (Andreas Marschall, 2011), Suspiria (Luca Guadagnino, 2018) y Malignant (James Wan, 2021). 

A estas alturas queda claro que el giallo, aquel cine tan popular y a la vez sofisticado que supo ser tendencia hace unos 50 años, ha marcado con tal pregnancia al cine de terror que, de una manera u otra, jamás se ha ido ni (aventuro) se irá de las pantallas.


Bibliografía consultada: 

Pagés, Natalio; Bretal, Álvaro; Pagés, Carlos (ed.) (2019). Giallo: crimen, sexualidad y estilo en el cine de género italiano. Editorial Rutemberg.

Argento, Dario (2020). Paura: autobiografía. Letra Sudaca Ediciones. 

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