Los Ilusos #15: las menos conocidas suelen ser las mejores

Buenas, ¿cómo están? Yo estoy radiante de alegría porque vuelve el turismo limítrofe a la CABA. Nada mejor que una ciudad llena de casos reciba turistas de los países más picados del otrora epicentro de la pandemia. Eso quiere decir dos cosas: la primera que la gripecinha no existe más y la segunda que en cualquier momento abren los cines. Nolan ya te siento.
En fin, esta semana tengo algunos comentarios de estrenos recientes: la secuela de Borat, la nueva película de Sofia Coppola y la última de Jim Cummings que no llegué a comentar la semana pasada.
También les tengo algunas ideas sobre una película de las no tan recordadas de Truffaut, porque vieron cómo es esto: en esta columna siempre se habla de la mejor persona que haya pisado este planeta.
Por último, un libro de esos clásicos que todavía me quedan por recomendar, y que estoy seguro de que si estudiaron cine, alguna que otra parte leyeron, pero nunca por completo.
Antes de arrancar, un breve comentario: subieron a CineAr dos películas que no tienen nada que ver entre sí, pero que a mí me gustaron mucho y que no hicieron demasiado espamento, ni en su momento cuando se estrenaron, ni ahora que están disponibles para ver de forma gratuita. Una es Matar a Jesús (2017), de Laura Mora Ortega y la otra No sabés con quien estás hablando(2016), de Demián Rugna, sí, el mismo de Aterrados, pero no tiene nada que ver, es una comedia buenísima.
Ahora sí, arranquemos.
Novedades: Borat Subsequent Moviefilm, On the Rocks y The Wolf of Snow Hollow
No tenía ni la más remota idea de que Sacha Baron Cohen estaba trabajando en una secuela de Borat: Cultural Learnings of America for Make Benefit Glorious Nation of Kazakhstan (2006), su sátira sobre un periodista de Kazajistán que trata de hacer un nexo político y cultural con los Estados Unidos.Lo cierto es que esto no solo ocurrió, sino que además la película fue filmada, por lo menos en gran parte, durante el 2020 y en pandemia.
El film tiene un sentido concreto y cierta urgencia; las elecciones presidenciales en el país del norte. Baron Cohen mantuvo su personaje ausente durante las presidencias de Obama y vuelve ahora cuando Trump hace ver aquellos años de Barack mucho más progresistas de lo que realmente fueron.
El apuro coyuntural de la película se nota, porque no es tan sólida y pareja como la primera entrega y porque tiene ciertas líneas narrativas que arrancan bien, se difuminan un poco hacia la mitad de la obra y recién al final vuelven a cerrar con cierta armonía. En esta oportunidad Borat viaja al país de Trump acompañado por accidente de su hija de 15 años, luego de que lo sacaran del gulag donde quedó encerrado al final de la primera parte. La excusa de su misión es lograr acercar a Kazajistán a la presidencia estadounidense, ahora que ese país ha vuelto a tener a alguien serio en el poder.
Lo de Baron Cohen es maravilloso. La capacidad que tiene para componer a su personaje, inmiscuirse en los lugares más enfermizos de la sociedad norteamericana y salir airoso es notable. La película además es mucho más perturbadora que su predecesora. Hay dos momentos que me parecen muy destacables que no spoilearé demasiado: cuando Borat se inmiscuye en una movilización redneck anti covid, y el final, con la secuencia más comentada durante estos días, protagonizada Rudolph Giuliani, el exalcalde de Nueva York.
On the Rocks es la nueva película de Sofia Coppola luego de The Beguiled (2017), y el regreso de la directora al trabajo con ese hermoso ser humano que es Bill Murray, después de haber hecho un especial para la navidad de 2015 en Netflix (A Very Murray Christmas)y, por supuesto, y la gran joya de la carrera de ambos que es Lost in Translation (2003).
Esta vez Murray tiene de compañera de andanzas a Rashida Jones, que está un poco desconfiada de la relación con su esposo, Marlon Wayans. El bueno de Bill, que interpreta al padre de Jones, le propone seguir a su esposo e investigarlo para comprobar si efectivamente este la está engañando o no.
Hay por supuesto todo un trabajo sobre el Edipo y una suerte de juego de espejos entre los personajes de Wayans y Murray que, aunque es muy básico y esquemático, funciona muy bien: el miedo de la protagonista se canaliza a partir de la figura de un padre ausente, quien intenta a la vez remediar esa ausencia compartiendo tiempo con su hija, mientras la ayuda a desenmascarar la ausencia de otra figura masculina. Quizá es algo que se le ocurrió a la Sofia en terapia, no lo sabemos, pero lo cierto es que la película es bastante divertida y entrañable, la química entre Bill y Rashida es buenísima y el film se disfruta mucho.
Puede ser que la acusen de pecar un poco de white people problems y lo cierto es que es un poco, bastante, clasemediera y superficial. Todo eso está, es verdad, pero con la cierta distancia necesaria para pasar un rato ligero, creo que no ofende a nadie. Además, cualquier cosa con Bill Murray te levanta 20 puntos. Ni por asomo es una maravilla, ni por asomo es una vergüenza. Entra en la línea de Somewhere y tiene cierto diálogo con eso, creo.
The Wolf of Snow Hollow es el nuevo delirio de este tipazo que es Jim Cummings, un actor, director y guionista de lo más inusual en el cine independiente norteamericano. Con tan solo 34 años, Cummings ha dirigido varios cortometrajes y los largometrajes No Floodwall Here (medio inconseguible) y Thunder Road (2018), la película que lo puso en el radar de casi todos.
Con un humor muy ácido y bastante oscuro, en línea a lo que podría ser el cine de Ben Wheatley, Jim Hosking o Quentin Dupieux, Cummings logra hacer reír e incomodar a la vez. En The Wolf of Snow Hollow esto escala hasta niveles donde la risa se mezcla con el terror y el thriller.
Hay todo un tema con el cine y el tono. Nadie sabe muy bien cómo descifrarlo. Creo que es la única cosa tan personal en el arte cinematográfico que funciona como rasgo identitario. Es impredecible e intuitivo, por eso pocos cineastas se animan a transitar los senderos menos convencionales de la construcción dramática. En esta película, Cummings lo hace con maestría.
La trama tiene reminiscencias de Fargo, de los Coen: un pueblo bien al norte de los Estados Unidos tiene una oleada de crímenes que parecen haber sido cometidos por un hombre lobo. Sí, así de descabellado como suena. Un grupo de policías, no de los más avezados, entre los cuales está el propio Cummings, deben investigar lo ocurrido, con ribetes que van desde lo absurdo hasta pasajes de bastante tensión. Una joyita.
Misceláneas atemporales: a veces las menos conocidas son las mejores, Truffaut y El hombre que amaba a las mujeres
Siempre es un buen momento para recordar a la persona que más y mejor se relacionó con el cine. Y digo se relacionó porque la importancia de François Truffaut trasciende a sus películas. Imagino que la mayoría debe conocer esta historia, pero nunca está de más recordarla: Truffaut nunca conoció a su padre biológico. Su padre de apellido y su madre nunca le dieron mucha bolilla. Estuvo en internados, se escapó y a los 14 años dejó de estudiar y comenzó a vagar por ahí. Se vinculó con el cine y allí conoció a André Bazin, que era 14 años mayor que él y que luego terminará siendo su padre adoptivo.
Bazin murió a los 40 años, en 1958. No llegó a ver la explosión de la nouvelle vague, ni cómo su teoría del cine sería luego un objeto de estudio recurrente en todas las escuelas y universidades que enseñan cinematografía. Los 400 golpes, ópera prima de François, está dedicada a él.
Los escritos de Truffaut en su época de crítico de la Cahiers du Cinéma, dicen quienes saben, lo convirtieron en el crítico más feroz y agudo que tenía Francia y probablemente el mundo entero. Varios de esos textos fueron luego recopilados en varias publicaciones sobre su persona.

A los 21 años, días antes de cumplir los 22, en enero de 1954 publicó “Una cierta tendencia del cine francés”, texto en el que reivindicaba el realismo poético francés de los 30 y a cineastas como Renoir, Bresson, Cocteau y Ophüls, mientras cuestionaba el abandono de la expresividad cinematográfica en películas que sencillamente buscaban ser meras traducciones de obras literarias. Ese texto, para muchos, es el verdadero nacimiento de la nouvelle vague. A los 30 años, en agosto del 62, después de haber estrenado Jules et Jim, comenzó una serie de entrevistas a Alfred Hitchcock que luego conformarían el libro de cine definitivo: El cine según Hitchcock.
Hoy todos miran al director de Vertigo como el maestro absoluto. No siempre fue así, de hecho, el ninguneo predominó en su carrera. Hitchcock era un cineasta popular y chabacano para el mundo ilustrado del arte, en gran parte gracias a la Cahiers y a la nueva crítica que nació en otras latitudes por ese entonces, se lo pudo rescatar y poner en el lugar que merecía cuando aún estaba vivo y todavía podría brindar alguno de sus mejores films.
A diferencia del ego desmedido y acomplejado de Godard, Truffaut, además de ser un gran cineasta y crítico, era muy generoso. Le encantaba la divulgación y apoyaba a quienes veía con un inmenso amor por el cine. Todas sus películas son muy personales y atraviesan dilemas similares, la soledad, la incomprensión y, por sobre todas las cosas, la imposibilidad de amar a una sola persona. Truffaut era un mujeriego empedernido, tuvo varios affaires con las actrices que dirigió. Se casó, se divorció, se comprometió, se volvió a juntar, tuvo tres hijas.
Este vínculo con la infidelidad aparece en casi todas sus películas: la saga de Antoine Doinel, Jules et Jim, La piel suave, Las dos inglesas y el amor, El último metro, etc. Sin embargo, hay una película, creo que de las menos comentadas de François, que representa esto del modo más autobiográfico y temático posible: L’homme qui aimait les femmes (El hombre que amaba a las mujeres, 1977).

Bertrand Morane (Charles Denner), protagonista del relato, es el medio mediante el cual Truffaut se anima a blanquear su amor y admiración por la mujer como objeto de deseo. Vivimos por supuesto en otro mundo y varias concepciones acerca de esto han cambiado para bien, así y todo, no veo en esta visión de la idealización de la mujer un sesgo machista de su parte. Por el contrario, hay un reconocimiento, que incluso trasciende la belleza física y es más un postulado poético que otra cosa. Morane, es decir Truffaut, se asume como alguien entregado al deseo y es eso lo que lo mueve y va llevando su vida a diferentes lugares, lo que le permite crecer y también aprender nuevas cosas. En ese deseo, hay experiencia de vida. Algo parecido a lo que le ocurre a Mastroianni/Fellini en 8 ½.
Quizá vivir mucho tiempo así no sea posible, quizá por eso François se fue a los 52 años. Como dice la canción de Massacre, creo que tanto amor no le entraba en el corazón.
Lo dejo acá, les recomiendo la película. Es de mis favoritas de este señor que aprecio tanto. Ahora ya me dieron ganas de volverla a ver a mí también.
¿Qué estoy leyendo?: Praxis del cine, de Noël Burch
Bueno, ya que nombramos a Bazin y a los franceses estos creo que es un buen momento para recomendar este libro que la mayoría conoce pero que la mayoría no ha leído en su totalidad: Praxis del cine, de Noël Burch.
Seguro que títulos como Nana o los dos espacios; Cómo se articula el espacio tiempo y Repertorio de estructuras simples les suenan si estudiaron cine alguna vez, y eso es porque el manual de Burch es uno de los libros de cabecera en la mayoría de las escuelas de cine que se precien de serlo.
En el IDAC tenemos una extraña fascinación con el bueno de Burch que no he visto en otros espacios. Cuando salí de la escuela de cine y comencé a relacionarme con otras personas que habían estudiado en otros lados, a menudo se me quedaban mirando raro cuando hablaba del Modelo de Representación Institucional (MRI) o Modelo de Representación Primitivo (MRP). Conceptos enarbolados por Noël en este libro y en El tragaluz del infinito.
Si bien nació en Estados Unidos, Burch se mudó a Francia desde muy pequeño, y creo que allí debe vivir todavía, porque como todos estos viejos que nacieron en el 30, resultó longevo el guacho. Escribió en la Cahiers, de hecho, la mayoría de los textos que componen el libro fueron publicados allí como artículos sueltos y luego se compilaron y profundizaron para la edición final. También dirigió algunas películas que, debo ser sincero, no vi.
Si no leyeron el libro (aquí en PDF), se los recomiendo mucho. Creo que hay algo interesante en el punto IV del libro, Reflexiones sobre el argumento, que todavía sigue vigente en torno al cine de ficción y el cine de no ficción.
Bueno, eso es todo por esta semana. Nos vemos la que viene, vaya a saber uno con qué delirio caprichoso.
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