Richard Jewell: la justicia de Clint Eastwood
Clint Eastwood es un señor que se acerca a los noventa años y que en 2019 estrenó su película número 38, Richard Jewell. Sinceramente no se me ocurre de dónde puede sacar energías el bueno de Clint; yo ni sueño con llegar a mis noventa y el tipo se mete en un set a rodar y lidiar con actores, técnicos y productores. Y si bien cada tanto puede fallar (lo siento The 15:17 to Paris), es innegable que su nombre tiene una valía extra en la promoción de cualquier película.
Las últimas realizaciones de Eastwood han apuntado a la adaptación de hechos reales (The Mule, Sully) y esta no es la excepción. Richard Jewell (Paul Walter Hauser) es un tipo amante de la ley y el orden (de los conceptos aplicados desde la esfera gubernamental, no de la serie), está excedido de peso, es fanático de las armas, y en la flor de la vida adulta aún vive con su madre. Frustrado por no poder ingresar a la Policía, trabaja en el rubro seguridad, lo que lo lleva como guardia a los Juegos Olímpicos de Atlanta 1996. En medio de un concierto al aire libre descubre una mochila sospechosa y su accionar salva la vida de muchas personas. Sin embargo, pasa de héroe a villano con una velocidad desconcertante.
Para Eastwood las cosas son claras. En su película no hay grises. La justicia es una, debe impartirse desde el Gobierno hacia los ciudadanos. ¿Pero qué pasa cuando las agencias de seguridad son un enjambre de hipócritas? ¿Y si encima los medios que deben contar la realidad cuentan lo primero que les conviene? Ese es el hilo conductor de la trama, el desvelo del director, quien no consiente cómo se sacrifica la verdad y se le arruina la vida a un hombre en pos de guardar las apariencias.
El guion logra un balance perfecto entre la intimidad de Jewell y los hechos que toman estado público mientras la parte técnica se destaca por su sencillez y uso apropiado, no hay una ostentación de recursos. La escena de la bomba resulta sobria y fascinante, con un crescendo tremendo.
Después está el elenco, en el cual Kathy Bates destaca como Bobi Jewell, la madre de Richard. Hacia el final será el nudo emocional de todo, con una escena frente a reflectores y cámaras que de seguro le valió la nominación al Oscar. Sam Rockwell, siempre genial, interpreta al abogado inseguro, cínico y canchero, que termina haciendo más de sostén anímico que de abogado en sí. Olivia Wilde será la periodista inescrupulosa, una oda a los medios descarnados que hacen cualquier cosa por tener audiencia. Y cierra los protagónicos Jon Hamm (el de Mad Men) como un agente del FBI sin un caso, sin nada de lo que agarrarse más que de tácticas sucias para tratar de que Richard “pise el palito” y la cague.
Podemos hablar de algunos detalles (como la “redención” del personaje de Wilde, un punto flojo que no aporta y hasta molesta), pero Clint Eastwood es uno de los directores más importantes en actividad. En esta película usa un hecho del pasado para hablar del presente, maneja sin tropiezos una narración clásica y el interés nunca decae. Vale la pena ver Richard Jewell, punto alto en la filmografía de su director.
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