The Lighthouse: locura en el faro

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Un día alguien se levantó de la cama y concibió la idea de rodar una película de terror en fílmico blanco y negro con formato 4:3.

Ese alguien es Robert Eggers y la película es la reciente The Lighthouse, protagonizada por Robert Pattinson y Willem Dafoe.

The Lighthouse pertenece al grupo de películas que se categorizan como «la nueva de…» que vieron la luz el año pasado y que son, justamente, películas hijas de directores que salieron de la mismísima nada hace un tiempito y que hoy por hoy construyen esta nueva ola del cine de terror.

Eggers, cuyo nombre se conoce ya por el éxito de su opera prima The Witch, esta vez redobla la apuesta más por estética que por narrativa.

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La película cuenta como Ephraim Winslow (Robert Pattinson), un joven contratista, es enviado a una isla desolada para trabajar durante cuatro semanas en el faro que maneja el ex marinero Thomas Wake (Willem Dafoe). En sus primeras horas allí, encuentra dentro de un agujero en el colchón, una pequeña estatuilla de sirena, a la cual conferirá poderes sobrenaturales.

Más lisa y llanamente, la acusará de volverlo loco.

That’s it. No hay mucho más para decir: The Lighthouse es el camino de Robert Pattinson a la locura mientras convive con Dafoe, que va a ser el encargado de hacerle la vida imposible mediante maltratos sutiles y no tanto.

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La relación entre ambos se trenzará de maneras raras, volcándose de lleno tanto en la amistad como en el odio, pero siempre habrá un elemento en común: lo oscuro y lo asfixiante, que crecen sin parar a lo largo de todo el film.

Lo inmenso (del mar, de las playas desoladas, de las bandadas de gaviotas, de la soledad de los personajes) se contrasta con el formato cuadrado y los planos cortos. Lo retorcido y lo morboso se contrastan con la simetría de la composición y todo el horror se contrasta con la reputísima belleza de todo lo filmado.

Esquivando como una campeona el palito del spoiler, voy a acotar lo siguiente: no es una película para aquel que no soporte los asuntos inconclusos.

Tampoco para aquel que necesita que todos los cabos se aten solos, ni para aquel que necesita que todo se lo expliquen clarito, prolijo y ordenado.

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Si sos de estos, no te va a gustar más que por el impecable aspecto estético. Tómenlo o déjenlo, es como es.

En conclusión, The Lighthouse está buena: es rápida, entretenida, angustiante, bella, la protagonizan dos actorazos y no hay duda de que Robert Eggers y Jarin Blaschke (el director de fotografía) se merecen un par de palmadas en la espalda.

Definitivamente no es The Witch (ni creo que vaya a obtener el reconocimiento de The Witch tampoco), pero que está buena está buena y vale la pena verla, sea por buscar el análisis de los miles de símbolos y arquetipos que aparecen en la película, sea por desglosar la belleza de su aspecto técnico o sea, lisa y llanamente, por mirar la película.