Arma mortal y Duro de matar: las que marcaron el camino en el thriller de acción

El género de acción es uno de los más conocidos por todxs y, sin dudas, de los más taquilleros. Si bien tenemos este tipo de películas desde los inicios del cine con Asalto y robo a un tren (Edwin Porter, 1903), y con un gran crecimiento y proliferación después de la Segunda Guerra Mundial, es en los 70 cuando se establece como género fuerte del cine, y en los 80, cuando alcanza su cenit hasta el día de hoy, con las características más notables que marcaron una estructura y un modelo para seguir. Tranquilos, no les voy a hacer un repaso interminable del género, sino abocarme al especial de la 24: el thriller.
La esencia del thriller es el misterio y el desconcierto. Un misterio que buscamos que sea resuelto. La pregunta es ¿cómo todo esto se mezcla con algo que se llama thriller de acción? ¿Hay diferencias con el cine de acción originario? Desde mi experiencia como persona que ve cine, puedo decir que la diferencia radica que antes de la década marcada, la gran mayoría de las películas de acción solo eran explosiones, persecuciones y, obvio, escenas de acción. Para simplificarlo, y ejemplificarlo del mejor modo, antes eran como el Contra (videojuego de Family Game) donde el héroe va en forma lineal eliminando enemigos aleatorios hasta el jefe final. Con la añadidura de elementos del thriller (la intriga, la emoción, la ansiedad y la incertidumbre hasta la resolución del conflicto), el género se redefinió. Se trataba, en estas nuevas películas, de tener al público en tensión hasta el final.
Mis compañerxs se explayarán mucho mejor sobre los distintos tipos de thriller que podemos encontrar en el cine, así que me dedicaré de lleno en la acción y me centraré en dos sagas de películas como Arma mortal y Duro de matar, que son las mejores exponentes del thriller de acción y las características que imprimieron y marcaron este subgénero.

Durante la presidencia de Reagan en los 80, el cine de acción tuvo su gran era blockbuster, representando una mirada simplista y esquemática de la geopolítica estadounidense. Por eso, se repetían los luchadores de la libertad y los comunistas malvados que sofocaban naciones ficticias. Tenemos ejemplos de sobra con los machos alfa que se enfrentaban a ejércitos enteros en pos de la libertad y la justicia, con un código de honor intachable, una honestidad brutal y una transparencia digna de un líder de la democracia: Chuck Norris en la saga de Fuerza Delta (Menahem Golan, 1986) o, la más conocida, Perdido en acción (Joseph Zito, 1984); Schwarzenegger en Comando (Mark Lester, 1985); Stallone como Rambo, en especial a partir de la segunda (George Cosmatos, 1985). Tipos que son buscados para ir a la acción, y que, sin dudar, van en busca de ella porque es lo que indican la ética y la moral que hay que hacer.
Marcando las diferencias con el resto
Aunque sean harto conocidas, vamos a las tramas de la primera película de las dos sagas que nos competen. Arma mortal (Lethal Weapon, 1987, Richard Donner) cuenta con Marty Riggs (Mel Gibson), un policía viudo con tendencias suicidas, y Roger Murtaugh (Danny Glover), un policía a punto de jubilarse, un hombre tranquilo y de familia, a quienes no les queda otra más que trabajar con su compañero y eliminar del medio a una red de narcotráfico encabezada por exsoldados y mercenarios.
Por su parte, en la Jungla de cristal Duro de matar (Die Hard, 1988, John McTiernan), John McClane (Bruce Willis) es un policía de Nueva York que enfrenta a un grupo de criminales en el Nakatomi Plaza, lugar de trabajo de su exmujer con quien intenta reconciliarse. Los terroristas toman de rehenes a todxs lxs invitadxs en el edificio para mantener a raya a la policía. McClane es la única esperanza de frenar el ataque desde adentro.

En estas dos películas tenemos a tipos a los que la acción los encuentra. Cada uno está en la suya y por distintas circunstancias se ven envueltos en explosiones y persecuciones. John McClane en Duro de matar es un policía separado, con problemas en el trabajo por indisciplinado. Martin Riggs anhela matarse, pero ama su trabajo, raya lo psicótico, mientras que Murtaugh es sencillo, evita la violencia, quiere terminar su carrera sin un rasguño por el bien de su familia.
Son personajes más complejos, los problemas que tienen no son con un villano que quiere crear caos, sino con ellos mismos. De alguna forma, en estos films se humaniza la acción, en especial, con la calidad y agilidad de los diálogos, ya sea entre la pareja de policías o mediante los soliloquios de McClane.
Otro rasgo distintivo es la caracterización de los villanos. Alejados de aquellos estereotipos de querer conquistar un país, un pueblo, el mundo, o la venganza. El Hans Gruber (Alan Rickman) de Duro de matar se hace pasar por terrorista, pero su máximo y principal fin es el dinero. El mismo McClane dice “entonces eres un simple ladrón”. Y no es casual que el malo de la película tenga más aspecto de empresario que de criminal.
En Arma mortal, el líder de la banda narco no es un latino ni un asiático, es un excoronel de un grupo comando especial durante la guerra de Vietnam. Es decir, que bien podría ser el bueno en la saga de John Rambo, Perdido en acción o Fuerza Delta. Y a este se le suma su perro faldero/títere como el Señor Joshua (Gary Busey), un exsoldado que hace lo que se le ordena sin cuestionar.

Además, si hablamos de thriller de acción, por añadidura debe haber suspenso. Las intenciones no están marcadas desde el inicio. En Arma mortal, se suma esa cuota policial para investigar quién está detrás de una misteriosa muerte que afecta a un excompañero de Murtaugh. Mientras que, en Duro de matar, el suspenso y la tensión se crean en el juego entre el tándem interior (McClane, criminales y rehenes) y exterior (policías, FBI y medios de comunicación).
Otro rasgo es que ya no deben rescatar a una dama en peligro e indefensa. Sí, sé que en la primera Arma mortal esto pasa con la hija de Murtaugh, pero en las siguientes ya no ocurre. De hecho, en la tercera entrega de la saga, con el personaje de Rene Russo se muestra a una mujer de armas tomar. En cambio, en Duro de matar, Holly Gennaro es una mujer independiente y fuerte. Es rehén circunstancial, pero no llora, no cae ante el miedo que imponen los criminales. Se mantiene fuerte aun cuando es apuntada con un arma en la cabeza.
Repasando, algunas diferencias centrales que estas películas marcaron con el resto de las películas de acción son: humanizar la acción con tipos “comunes”; la idea de la “carrera contra reloj”, es decir, la tensión e intriga constante de tener que lograr un objetivo antes que ocurra una catástrofe; y la elección de antagonistas más complejos y con tramas más vinculadas a problemáticas de la sociedad contemporánea.
Las claves del éxito
Para entender cómo es que estas películas marcaron el camino distintivo del thriller de acción, tenemos que ir a los nombres detrás de ellas. En especial, a sus directores: Richard Donner en la saga de Arma mortal y John McTiernan en la primera y tercera de Duro de matar.
En la mano (y ojo) de los directores está la clave de que se trate de obras que no envejezcan, porque, por lo general, una película de acción es tratada como un producto menor y no artístico, como pasa con la comedia, también vilipendiada por la cinefilia. Que estas franquicias tuvieran dos buenos directores cambió el tratamiento que tuvieron entre las audiencias. Si antes las de acción manejaban una iluminación en clave alta siempre, Donner y McTiernan se permitieron jugar con los claroscuros, con escenarios más fríos. Al interior del Nakatomi Plaza, con la acción de noche y en Arma mortal, con esa escena de la pelea final bajo la lluvia y de noche. Ambos finales, con luz nocturna.
Tampoco es azarosa la relación entre estos films en la definición del subgénero. Las dos películas tienen nombres en común. Shane Black fue el creador y guionista de Arma mortal, pero también hizo un borrador del guion de Duro de matar. Michael Kamen fue el compositor musical de ambas películas (en Arma Mortal cuenta, además, con la participación de Eric Clapton). Por último, también coinciden en la producción del antipático Joel Silver.

Desde mi punto de vista, se trata de dos películas que marcaron el camino por seguir en el thriller de acción. Después de que John McClane enfrentara solo en un edificio a una banda de criminales, se sucedieron otros ejemplos como Pasajero 57 (Kevin Hooks, 1992) con Wesley Snipes, Alerta máxima (Andrew Davis, 1992) con Steven Seagal y la inolvidable Máxima velocidad (Jan de Bont, 1994). Arma mortal, por su lado, si bien no fue la primera buddy movie o buddy cop film (podríamos citar, por ejemplo, 48 horas, de 1982, dirigida por Walter Hill), sí marcó un modelo en los 90 con Rush Hour (Brett Ratner, 1998) o Bad Boys (Michael Bay, 1995).
Ambas sagas, junto con otras, por ejemplo, Un detective suelto en Hollywood (Martin Brest, 1985), marcaron este subgénero y fueron decisivas para lo que se llamó en los 90 High Concept Movies, películas de premisa, fácilmente comunicables y replicables en diferentes escenarios. El abuso y la repetición de estas fórmulas fueron una de las consecuencias negativas del género y una de las razones de su debacle. Pero bueno, ese es otro cantar.
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