Reseña: Mare of Easttown

Nuestro querido barrio del policial está más concurrido que en otras épocas. Puede haber sido la pandemia, o el peso de la estrella, en este caso Kate Winslet. Pero lo cierto es que Mare of Easttown se convirtió en un motivo de charlas con mucha gente con la que no hablaba desde Game of Thrones.

HBO suele estrenar de estos policiales “prestige” o de alta calidad. Usualmente en formato miniserie. En los últimos años hizo lo propio con The Night Of, Sharp Objects y The Outsider, todos reseñados por esta revista.

La miniserie está concluida y el misterio se ha resuelto. Esto no es una recomendación ni un “recap”; ensayemos un análisis liviano, ideal para quienes ya terminaron de verla. Empecemos.

Easttown

Según la CCP (Clasificación Castaño de Policiales), que en el año 2015 estableció las siguientes e innegables categorías en las que se inscriben la gran mayoría de los murder misteries:

  1. Policial de jefe nuevo
  2. Policial de genio incomprendido y trasladado
  3. Policial de retorno al pueblo
  4. Policial de asesino que vuelve
  5. Policial de bardo en la taquería
  6. Policial de condena injusta
  7. Policial de mente engañosa
  8. Policial “cold case” o de caso viejo
  9. Policial de búsqueda frenética

Mare of Easttown tendría un pie en la categoría 8 y el otro en la categoría 4. No lo hace de forma deliberada, porque esta serie, quería aclararles, está mucho más apoyada en el drama puro y duro, por trama e interpretaciones, que en el policial. Por ello, y aquí la novedad, cambia el punto de vista. ¿Cómo se cuentan usualmente estos relatos de pueblo chico? Con los ojos de forastero que llega o retorna al pueblo. Puede ser “El nuevo jefe” (categoría 1) o puede ser “El que retorna” (categoría 3). De hecho, en este caso, tenemos a un policía que retorna, el detective Colin Zabel (Evan Peters). Pero el caso se ve a través de los ojos de Mare Sheehan (Kate Winslet), nacida, criada y establecida en Easttown. Mujer policía de referencia de la pequeña ciudad, suburbio de Filadelfia, estado de Pensilvania, noreste de Estados Unidos.

El efecto que se consigue es claro: ingresamos en un mundo en funcionamiento, en el que no hay reveladores de información alevosos. Todos se conocen. Conocen a Mare, por ende, los diálogos son in medias res, entramos en una situación que se viene sosteniendo. Se incluyen dos personajes para facilitar esto: el policía novato (que le tiene miedo a la sangre) y el detective Zabel. Cuando se tiene que soltar algún dato, se hace a través de ellos. Esta forma de contar favorece las llamadas elipsis estructurales, en las que se omiten datos importantes. Tal vez el detalle más criticable de la miniserie sea, justamente, este manejo, que de ninguna manera es ajeno al género, pero que sus mejores exponentes resuelven con un riguroso uso de la focalización (a través de quien se cuenta el relato), que en Mare of Easttown es bastante desordenado. Saltamos de Mare, a Lori, a Zabel, a Siobhan, al padre Hastings, sin método aparente, salvo ocultarnos lo que queremos saber.

Como vienen haciendo los mejores policiales, se evita la presencia del policía estúpido. Ni Zabel ni el jefe Carter (John Douglas Thompson) son incompetentes. Y el único atisbo de imbecilidad policial que se puede distinguir es enviado a cuarteles de invierno.

Con todos estos elementos, sumados a la historia familiar de Mare, que, de nuevo, debe soltarse a cuentagotas a una psicóloga (nuevos ojos, como Zabel o el policía novato), lo que tenemos aquí es una muy buena relectura de Happy Valley, hermoso policial inglés del año 2014.

Trama y tema

Mare investiga, desde hace un año, la desaparición de Katie Bailey (Caitlin Houlahan). La madre, Dawn Bailey (Enid Graham) culpa a la policía por no encontrarla. Mare y Dawn fueron compañeras de secundaria. Formaban parte del equipo campeón de básquet del pueblo junto a Lori (Julianne Nicholson, a la que ya vimos en The Outsider, Law and Order, Boardwalk Empire y un largo etcétera), y Beth (Chinasa Ogbuagu).

El caso es frustrante, lo mismo que la vida de Mare. Vive con su madre Helen (Jean Smart), su hija Siobhan (Angourie Rice) y su nieto Drew (Izzy King). Su vecino es su exmarido Frank (David Denman), que, para peor, se está por casar con su nueva novia.

En base a todo el juego de omisiones entenderemos, con el correr del tiempo, que Kevin, el hijo mayor de Mare, y padre de Drew, se suicidó. Carrie, la madre de Drew (Sosie Bacon, hija de Kevin) adicta en recuperación, está peleando la tenencia.

Como en muchos de estos policiales, el investigador está completamente agobiado. En el primer capítulo se subraya este agobio, lesionando a Mare en las primeras escenas, obligándola a renguear casi toda la duración. En este estado, y rememorando el 25° aniversario de la hazaña deportiva, conoce a Richard (Guy Pearce), escritor que está dando clases en una universidad de la zona.

La noche de este primer día en que conocemos a Mare y a Easttown, aparece asesinada Erin (Cailee Spaeny), una madre adolescente con la vida más triste que se pueda escribir e imaginar. Los sospechosos son su novio Dylan (Jack Mulhern) y el consabido “cura abusador”, Mark Burton.

Nuevamente, el punto de ataque es inusual. Como sabemos, todo cobrará sentido más tarde, pero el verdadero caso, las pesquisa, no empieza en el primer capítulo, sino en el segundo con la llegada del detective Zabel. El episodio 1 es solo presentación de personajes, como haría una buena novela policial: la clave del funcionamiento de Mare es la profundidad (y economía de recursos) con los que se nos hace conocer a estas personas.

Como les he dicho, no vamos aquí a contar la trama: se presume que vieron la miniserie. Hasta ahora he dado cuenta de lo inusual del punto de vista y del punto de ataque de la serie. Demos un paso más. ¿De qué se trata Mare of Easttown? ¿Qué se nos quiere contar a través del relato?

Aquí es donde la cosa se pone más interesante. Es una historia sobre la maternidad y las complejidades de esa relación. Tiene, por supuesto, muchos matices. Está el más risueño, desde la irritabilidad entre Mare y su madre, pasando por el más dramático entre Mare y su hijo suicidado, y la relación culposa entre Mare y Siobhan. Asimismo, tenemos la búsqueda irrenunciable de Dawn, que hará cualquier cosa por encontrar a Katie, incluso concurrir de noche a un lugar peligroso para pagar por información; tenemos a Erin que lucha por todos los medios para conseguir el dinero para la operación del bebé DJ, llegando a prostituirse; encontramos a Lori capaz de “llevarse un secreto a la tumba”, como ella dice, con tal de proteger a su hijo. Está el intento desesperado de Carrie, trabajando 18 horas por día, para poder hacerse cargo de Drew; aparece la madre del detective Zabel, ejerciendo una maternidad tóxica y opinando por demás, incluso se nos presentan maternidades asumidas como la de Beth con su hermano adicto.

Asimismo, en los hogares sin madre, suceden horrores. Kenny McMenamin maltrata a su hija Erin. John y Billy Ross, hijos de un padre viudo, incapaz de contar la verdad, son responsables de gran parte de cómo vivió (y murió) Erin. En los hogares con madre, se enciende una luz de esperanza; así, Jess, la amiga de Erin, es una y otra vez apoyada por su madre a la hora de exponer la verdad. La madre de Dylan, el novio de Erin, presuntamente traficante de drogas, también es una influencia para que este haga lo correcto.

Los padres, en general, están en la niebla. Kenny es un padre abusivo para Erin. John destroza a su familia con sus infidelidades y luego la relación incestuosa y estupro con Erin. Tony Delrasso persigue, agrede y finalmente atenta contra la casa de Mare, cuando la detective arresta a su hija Brianna. Richard es un padre ausente para su hijo. Frank expurga su culpa atendiendo a Erin. Glen Carroll “procastinea” la instalación de las cámaras de seguridad, como dice su mujer. El padre de John y Billy no tiene la autoridad ni la fortaleza de espíritu para enfrentar a sus hijos.

El subtema que sobrevuela Mare… es la destrucción de varias generaciones a raíz de las drogas, en particular los opioides, que se vive en la clase trabajadora de Estados Unidos. La llamada epidemia de los opioides que empezó allì a finales de los noventa puso a la adicción a las drogas en un lugar central en muchas familias de clase media. Ya no estamos hablando de un problema de las grandes urbes como la heroína en el Bronx en los setenta, bajando de aviones militares, el crack en los ochenta en Nueva York, la cocaína en Los Ángeles y Miami, o los laboratorios de metanfetamina, particularmente en el sur. La epidemia de opiáceos no requería ni siquiera de narcotraficantes. Los medicamentos eran legales y se empezaron a prescribir por incentivo de los laboratorios. Así, drogas fuertísimas como la oxicodona (Percocet, Oxycontin), la hidrocodona (Vicodin, Norco) o el fentanilo, diseñadas para mitigar dolores ocasionados por el cáncer y cirugías mayores, se empezaron a indicar para lesiones menores, luxaciones, etc. Para saber más sobre este tema, pueden ver los excelentes documentales The Pharmacist (Jenner Furst / Julia Willoughby Nason, 2020, Netflix, 4 eps.) y The Crime of the Century (Alex Gibney, 2021, HBO, 2 eps.).

La cuestión es que, como nunca en la historia, estas drogas prendieron fuego el entramado social de la clase trabajadora, particularmente de raza blanca, ya que afromericanos y latinos carecìan de la puerta de entrada, es decir el seguro médico. Para 2015 había más de un millón y medio de adictos y 50.000 muertos por sobredosis de opiáceos anualmente. En 2018 había 51 prescripciones de opiáceos cada 100 personas, para totalizar más de 160 millones de prescripciones. Estas drogas son prescriptas por médicos y vendidas en Walgreens, el Farmacity norteamericano.

Este es el contexto en que se desarrolla Mare of Easttown. Es lo que le dice Mare a la viejita que la llama por el mirón: “Soy sargento, eso quiere decir que me llaman para sobredosis y robos, no para mirones”. Es, además, de lo primero que se ocupa, rastreando al hermano adicto de Beth; es uno de los factores que influyeron en la depresión y suicidio de Kevin, su hijo, y de la lucha de Carrie, la madre de Drew, por mantenerse limpia. Es la causa por la que piensa que Katie, desaparecida hace un año, está muerta. Se sugiere que Dylan es traficante y es por ello que destruye las evidencias que podrían haber solucionado el caso antes y, finalmente, las chicas que son raptadas, y que se prostituyen mediante la página de internet, consumen drogas antes de salir a hacer la calle, por lo que, usualmente, el asesino/secuestrador/violador las toma desprevenidas.

La otra droga, más social, que sobrevuela Mare… es el alcohol. Omnipresente, al parecer, en la sociedad americana y en este relato, al punto que Dan, el cura primo de Mare, va a prepararle tragos todas las noches a su tía.

La Mare

Este policial de personajes que, como se ha dicho, se emparenta con Happy Valley y, agrego, con la saga de Kurt Wallander, podría seguir adelante, aunque dudo que lo haga. Muchos caminos parecen poco explorados, más allá de los clásicos red herrings (cortina de humo / pista falsa) de cualquier policial que se precie, que serían aquí el cura Mark Burton, o el exnovio Dylan. Me explico: los personajes están bien construidos al punto de sobreconstruirlos, y no se entiende demasiado la importancia que se le da a Siobhan, la subtrama de Carrie, el primo párroco, el partido de básquet de hace 25 años, el amorío con Richard o la mamá del detective Zabel. La única justificación para esta sobrenarratividad es que abrevan en los temas que les interesan a los autores. Lo bueno en este caso es que ese interés por los temas y los personajes no les empantanó la construcción de un buen policial, sino más bien que lo apuntaló, y que tuvo hasta al mismísimo Stephen King enganchado a la pantalla y arriesgando (y acertando) quién era el asesinó de Erin.

Brad Ingelsby es el responsable de guionar todos los capítulos. Venía de escribir una película enmarcada en el mismo contexto The Way Back (Gavin O´Connor, 2020) y escribió también Out of the Furnace (Scott Cooper, 2013). Craig Zobel, quien viene de hacer la polémica The Hunt, dirige los 7 episodios y dirigió la serie One Dollar (Jason Mosberg, 2020), algunos episodios de The Leftovers (Damon Lindelof), pero por sobre todas las cosas, aquí brilla Kate Winslet, que encontró un personaje que, espero, le quede tan cómodo que se quede años y años disfrutándolo, aunque lo dudo. Tenemos el policial del año, y no llegamos a junio. No sé si alegrarme o ponerme a llorar.