Apache: la vida de Carlos Tévez

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Esta nota contiene spoilers

Hace un tiempo que el productor audiovisual argentino (o que invierte en Argentina) viene comprendiendo que al espectador medio de nuestro país le encantan las historias de pobreza y marginalidad, el camino de aquella persona que se hace desde abajo, que sale de un barrio carenciado, que tiene que esquivar delincuencia, drogas y pobreza. El caso más emblemático en la actualidad tal vez sea el de El Marginal[1], serie que retrata la vida en una cárcel.

Es así como Netflix se sube a la ola y produce Apache: la vida de Carlos Tévez[2], trazando un camino que va desde el nacimiento del jugador y el accidente que le quema la piel, hasta su debut en la Selección Argentina sub-17 y, posteriormente, Boca Juniors. La serie, compuesta de ocho capítulos, se encarga de aclarar que es una obra audiovisual basada en entrevistas con Carlos Tévez, a las que se suman ficción e información de prensa.

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Y es linda, qué se yo. Los rubros técnicos están bien. Tal vez llega un momento en que el ahogo de los planos cortos para dar una estética de ansiedad termina por cansar. Nos pone en piloto automático, sin abrir el espacio a una perspectiva más amplia de lo que pasa en los lugares que habitan los personajes. Puede haber mucho para ver, pero para encerrar a los personajes en Fuerte Apache también hay que encerrarlos con la cámara, y eso implica hacerlo casi todo el tiempo.

Después hay actuaciones más destacables que otras. Particularmente, Sofía Gala Castiglione haciendo de la madre biológica de Carlitos tiene momentos algo caricaturescos que no me terminan de llegar, como una impostura exagerada de lo que una “villera” debería ser. Después está Balthazar Murillo haciendo de un Tévez con una ternura un tanto excesiva, no se termina de percibir el paso de los años en ese chico criado en el pretendido barrio más peligroso del país. Sin embargo, esto último parece una decisión de dirección más que actoral. Los puntos altos están en Danilo “El Uruguayo” (Matías Recalt) y Segundo, el padre adoptivo de Carlitos (Alberto Ajaka).

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La dirección está a cargo de Israel Adrián Caetano, quien encuentra comodidad en contar historias en ambientes de pobreza salpicados por la delincuencia como factor de riesgo (de hecho, tiene dirigidos un par de capítulos de El Marginal). Su marca es clara, y la serie se encarga de construir capítulo a capítulo un espejo entre Carlitos y Danilo: el primero como prueba exitosa de que con esfuerzo, voluntad y un ambiente familiar de contención, se puede salir adelante; el segundo como muestra de que el desamparo, sumado a la pobreza y las malas compañías, implican la derrota.

Sin embargo, todo este desarrollo se desbarata con algunos momentos ridículos, siendo el más destacable el final: Danilo, perseguido y con pocas chances, va a la casa de una anciana que le da la merienda y le abre un armario con una gran variedad de armas. Después, el Uruguayo, una ametralladora en cada mano, realiza su ataque final cual soldado sin esperanza. Un clímax hollywoodense desconectado de todo lo que la historia (tal vez) buscaba ser.

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Apache es una serie de pretensiones intensas que repite el molde conocido para retratar la pobreza y la delincuencia en Argentina. No hay una crítica directa porque los culpables de esa pobreza y esa delincuencia nunca se materializan más allá de secuaces, y el paso del héroe por el portal que lo llevará a un mundo mejor es una utopía que pocos alcanzan. El deporte puede ser distracción, trampolín de escape a otra vida, pero no denuncia. En ese contexto se cuenta la historia de Carlos Tévez y, para su realidad actual, parece que le sienta bien.

[1] Un marginal policía, pero bueno, es lo que hay.

[2] Lo siento: