Glass: la moneda de Shyamalan.  

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Ver un trabajo de M. Night Shyamalan es como tirar una moneda al aire y aguantar la respiración para ver de qué lado cae: si del éxito o del fracaso (sí, me influenció GoT con esa frase). El hombre que se destaca por los giros en las tramas puede romperla como en Sixth Sense (1999) o Signs (2002) tanto como irse al pasto en The Happening (2008), Lady in the Water (2006), The Last Airbender (2010) o After Earth (2013). Bueno, viéndolo en perspectiva la moneda últimamente caía del lado del desastre, hasta que apareció el Roger Corman de nuestra era: Jason Blum. El productor, puso la plata (poca, porque si no sería sacrilegio compararlo con R.C.) y el de raíces hindúes nos mostró algo con lo que supo catapultarse dirigiendo y escribiendo The Visit en 2015. Ese empezar de abajo nuevamente permitió que pudiera llevar a cabo su anhelo de contarnos que Unbreakable (El Protegido, 2000) era una trilogía, así llegó Split (Fragmentado, 2016) y este año Glass, cerrando su propio Universo de Superhéroes.

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No hay dudas de que hoy el mundo cinematográfico está dominado por los superhéroes, y M.N.S. aprovecha para meter a sus héroes, más terrenales, más cercanos a nosotros y más humanos. La historia, para situarla en un contexto, es un par de meses después de Split, cuando Kevin Wendell Crumb (James McAvoy) escapa del Zoo con sus 23 personalidades para seguir raptando niñas. David Dunn (Bruce Willis), que hoy en día acepta un poco mejor que es un superhéroe, tiene una empresa de seguridad como tapadera junto con su hijo, y sigue el rastro de Crumb para salvar el día y luchar con su nuevo némesis, pero pronto, el hombre invencible y la bestia son capturados por un grupo que responde a la doctora Ellie Staple (la genial Sarah Paulson). Pasa a encierro en el mismo psiquiátrico que Elijah Price (Samuel L. Jackson), quien lleva 19 años siendo medicado. Si bien, la primera parte nos muestra a Elijah en silencio, eso no impide que centremos nuestra atención en él, como también la centra la doctora Staple, quien busca demostrar que los pacientes sufren delirios de grandeza.

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Acá ya no hablamos de génesis de personajes, ya los conocemos de las dos partes anteriores, ahora es tiempo de adentrarnos con ellos. Más arriba dije que en esta película de superhéroes de bajo presupuesto (o menos presupuesto, mejor dicho) nos acerca super humanos más terrenales y humanos, y esto queda en evidencia porque es una película que trata las infancias y la familia. Joseph Dunn (Spencer Treat Clark) es el hijo de David, y sigue siendo ese niño que cree en su padre superhéroe, para él es verdadero y siempre creyó en su papá. La señora Price y madre de Elijah (Charlayne Woodard) siempre apoyó a su hijo y lo creyó especial, sin importar lo que digan los demás. Y por último, Casey Cooke (Anya Taylor-Joy), en una especie de síndrome de Estocolmo, se siente conectada a Kevin, ya que fue la única que sobrevivió a la bestia pero a la vez esa experiencia la ayudó a enfrentar el abuso que sufrió a manos de su tío.

Por separado, cada uno de los personajes cuenta con una historia de la infancia enternecedora y clave para acercarnos a su humanidad, y es lo que nos subraya que las personas de desafían unas a otras para encontrar su mejor versión. A pesar de esto, Shyamalan, para mí, no logra encajar las piezas. En Unbreakable, David y Elijah eran contrapartes que conformaban un uno, como boleadoras que giran pero terminan confluyendo por la soga que los une. Acá, se siente que los tres son piezas que no logran encastrar, alguien pulió mal la esquina del cuadrado y no entra en el tablero. Faltó más unidad y la sentí forzada para mi gusto.

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La puesta en escena y la conformación de tomas de Shyamalan son efectivas en los interiores del psiquiátrico, y en las escenas de luchas pareciera que los hiciera bailar. No creo ser muy rápido para captar cosas, pero el giro del final me fue previsible por algunas líneas de diálogo. Si gusta o no, si es previsible o no, dependerá de cada unx. Ver y analizar películas es algo subjetivo, y como se dice, “gustos son gustos”. Escuché muchos comentarios matando a la película, y como uno es un morochón de zona sur, a veces cree no saber tanto de cine como otrxs, pero, aceptando críticas: no me pareció mala. Ni tampoco genial. Cada unx la verá y dirá de qué lado cayó la moneda para Shyamalan. Para mí, increíblemente quedó parada.