EN BUSCA DE LOS SUBGÉNEROS PERDIDOS #3: EL CINE POLICIAL HONGKONÉS EN LOS 80 Y 90, PARTE II

Decíamos que el heroic bloodshed, y sobre todo las películas de John Woo, habían inventado un nuevo estilo de pelea/coreografía puramente cinematográfica que algunos llamaron gun-fu, una fusión entre las pistolas (gun) y el kung fu, que replicaba los sofisticados movimientos de las artes marciales y el acrobático uso de las armas blancas en el wuxia y los sustituía por los disparos de armas de fuego. Esta mezcla consiguió generar escenas de un lirismo y un impacto visual tan poderosos que hacían ver los asesinatos por ráfagas de balas como coreografías de un musical ultraestetizado. Pero, por irónico que parezca, no fueron sus creadores quienes le dieron visibilidad al gun-fu, sino directores de Hollywood como las hermanas Wachowski (The Matrix, 1999), Kurt Wimmer (Equilibrium, 2002) –que incluso introdujo un estilo de gun-fu propio llamado gun kata–, Gareth Evans (The Raid, 2011 y Berandal, 2014) o la popular saga John Wick.
Pero en el Hong Kong de mediados de los 80 el gun-fu solo podía verse en las películas de la nueva camada de directores que buscaban sacarle todo el jugo posible a un nuevo y excitante subgénero, muy popular sobre todo entre los jóvenes que colmaban los cines ante cada estreno.
City on Fire (Ringo Lam, 1987) es otro clásico de aquel momento álgido de la matanza heroica. Una vez más el protagonista es el ubicuo Chow Yun-Fat (Ko Chow), un policía encubierto que se infiltra en una banda de ladrones que están planeando un robo épico a una joyería… y eso es todo, no hay mucho más. Pero claro, tampoco lo necesita: la película muestra el modo en que la banda planea el atraco, la forma en la que Ko Chow se gana la confianza de Fu (Danny Lee), líder de la banda, la amistad que se forja entre ellos y el desenlace violento, trágico, melodramático, donde una vez más dejan en claro que lo más importante en este subgénero es la amistad y la lealtad. Tarantino, fan declarado del cine de acción hongkonés de los 80, homenajeó la película de Ringo Lam en su clásica ópera prima Reservoir Dogs (1992) no solo con una trama similar, sino también con algunos planos idénticos que se volvieron icónicos de su filmografía, cuyo mejor ejemplo quizá sea esa escena en la que hay tres personajes apuntándose entre sí formando un triángulo mientras otro yace en el suelo desangrándose.

La caída
Las leyes causales del universo cinematográfico advierten que todo subgénero tiene un ciclo de vida que consta de 3 etapas: nacimiento, auge o popularidad y caída –por lo general silenciosa, aunque algunas veces resulta estrepitosa– que suele esta coronada por parodias o autoparodias. Pero si el subgénero dejó una huella profunda entre cinéfilos y críticos, puede llegar a aparecer una cuarta etapa: el renacimiento, que siempre viene acompañado por una metamorfosis. El heroic bloodshed, por supuesto, no pudo escapar a este ciclo: fue a principios de los 90 cuando comenzó a decaer, y no fue hasta su renovación de la mano de las nuevas generaciones, con Johnnie To a la cabeza, que volvería a estar en boca de los cinéfilos.
El final de esta primera etapa dejó muchas películas, pero pocas interesantes. Resaltan entre las copias carentes de alma que solo buscan replicar una fórmula algunas obras interesantes con toques de autor: My Heart is That Eternal Rose (1989), de Patrick Tam (uno de los mentores de Wong Kar-Wai), es una joya estilística con el director de fotografía Christopher Doyle –Happy Togheter (Wong Kar-Wai, 1997), Con ánimo de amar (Wong Kar-Wai, 2000), Psycho (Gus Van Sant, 1998), Hero (Zhang Yimou, 2002)– haciendo magia con la iluminación y la fotografía, estética de colores saturados y luces de neón, una puesta en escena impecable y un aire de melancolía y romanticismo mezclado con violencia estetizada que la transforman en uno de los mejores exponentes de los últimos días del mejor heroic bloodshed. Full Contact (1992), una coproducción entre Hong Kong-Tailandia dirigida por Ringo Lam y protagonizada por (adivinen) Chow Yun-Fat, es quizá el mejor ejemplo de la decadencia del subgénero: le sobran buenas escenas de acción, los tiroteos están filmados con pulso firme y mucha pericia –Ringo Lam es uno de los creadores de la matanza heroica y maneja el ritmo y las coreografías de taquito–, pero al final aburre porque está llena de clichés, actuaciones en modo automático –da la sensación de que a esta altura Yun-Fat estaba medio podrido de interpretar siempre el mismo papel– y repeticiones de acciones ya vistas demasiadas veces.
Para mediados de los 90 los directores que habían triunfado en Hong Kong estaban trabajando en los Estados Unidos –algunos con bajo presupuesto y otros en grandes estudios y con el star system– tratando de emular lo que los había hecho famosos en su país natal. Pero ya todos sabemos que el tamiz de Hollywood mata el espíritu de las películas y las convierte en “productos” genéricos e insustanciales –más “accesibles”, dirían ellos–, y con la menor cantidad posible de “chinos” en pantalla, por supuesto. El ejemplo perfecto es The Replacement Killers (1998), dirigida por Antoine Fuqua, producida por John Woo y protagonizada por (sí, adivinaron) Chow Yun-Fat, una película que intenta replicar la magia de aquellos films hongkoneses de finales de los 80 pero se queda en un “producto” light y previsible, como tantos otros intentos en la década del 90. Un dato curioso: los padres fundadores de este subgénero (John Woo, Tsui Hark y Ringo Lam) dirigieron a Jean-Claude Van Damme en sus películas norteamericanas del estilo heroic bloodshed: primero fue Woo en Hard Target (1993), luego Lam en Maximun Risk (1996), Replicant (2001), In Hell (2003), y Hark en Double Team (1997), Knock Off (1998). Ninguna funcionó. ¿El motivo? Van Damme no es Chow Yun-Fat y el cine estadounidense no es el cine hongkonés de los 80.

El renacimiento
Pero el heroic bloodshed regresó: distinto, renovado, impuro, pero ahí estaba otra vez, cargado de sus tropos clásicos, llámense cargadores infinitos, dramas homoeróticos o coreografías imposibles. El kilómetro 0 de este renacimiento se llama A Hero Never Dies (1998), la primera película de la productora Milkyway Image, dirigida por el ultraprolífico Johnnie To, un drama criminal hongkonés, muy deudor de John Woo y Ringo Lam. Con el paso de los años Johnnie To iría puliendo su estilo a fuerza de películas espectaculares que serían una brisa fresca para un subgénero anquilosado. The Mission (1999), Exiled (2006) o la mítica Fulltime Killer (2001) son solo algunos de los muy buenos policiales de acción que rodaría en el transcurso de no más de 7 u 8 años. Y cada uno de ellos, a su manera, contendría el tratamiento y los temas que son parte fundamental de la esencia de la matanza heroica: el honor, la lealtad/traición, la camaradería, la armonía visual, una narrativa melancólica y las coreografías y tiroteos espectaculares. Un ejemplo clarísimo de todo esto junto podemos encontrarlo en el inicio de la película Breaking News (2004), una magistral batalla de armas de fuego rodada en plano secuencia que no tiene nada que envidiarle al mejor John Woo.
Otro dato de color: si Chow Yun-Fat era la figurita repetida del heroic bloodshed de los 80, el actor fetiche del renovado subgénero a finales de los 90 y principios de los 2000 fue Andy Lau, actor fetiche de Johnnie To y protagonista de muchas de las mejores películas de esta nueva camada.
Y como no todo se reducía a John Woo en los 80 y finales de los 90, no todo se redujo a Johnnie To a finales de los 90 y los 2000: Patrick Yau filmó una más que interesante película de matanza heroica producida por Johnnie To, titulada Expect the Unexpected (1998); Clarence Fok haría lo propio con Century of the Dragon (1999); Ringo Lam volvería a sus pagos y sus raíces con Full Alert (1997), Andrew Lau y Alan Mak pondrían a todo el star system hongkonés (Andy Lau, Tony Leung, Anthony Wong) a protagonizar su trilogía de culto Infernal Affairs (2002, 2003); que tuvo una reversión norteamericana a cargo ni más ni menos que de Martin Scorsese, titulada The Departed (2006) con todo el star system hollywoodense: Leonardo DiCaprio, Jack Nicholson, Matt Damon, Mark Wahlberg, Alec Baldwin y Martin Sheen.
En 2007 se estrenó Triangle, un experimento tipo “cadáver exquisito” pero cinematográfico en el que se reunieron tres pilares del heroic bloodshed de la vieja y la nueva escuela –Tsui Hark, Ringo Lam y Johnnie To– para filmar un policial a seis manos en el que cada uno de los directores rodó un acto de 30 minutos con los mismos actores y el mismo equipo técnico sin saber lo que había filmado el otro, solo con un argumento general ideado por Tsui Hark. El resultado es una película interesante por lo extravagante de su propuesta y por la calidad de su apartado técnico, sin contar que es un lindo homenaje al subgénero que supieron inventar, cultivar y continuar con pasión.

Otro tipo de héroes
En el documental Iron Fists and Kung-fu Kicks (Serge Ou, 2019), uno de los entrevistados cuenta que lo que más lo impresionaba del wuxia y el cine de kung fu hongkonés en general era el sonido de las espadas, algo que nunca se había escuchado. El diseño sonoro siempre fue muy importante en el cine de acción de Hong Kong, y ese sonido poco realista de choque de espadas y golpes de puño y patadas se trasladó de forma directa al nuevo cine de acción urbano, lleno de gánsteres y policías que luchaban con armas de cargadores infinitos, explosiones y persecuciones ultraviolentas. Tanto la música como los ruidos son fundamentales en la banda sonora del heroic bloodshed, un subgénero sobreestetizado, exagerado, que no podía permitirse que el sonido de sus disparos fuera realista, ni mucho menos. Mirar una película de matanza heroica es aceptar que se está viendo una obra enmarcada dentro de la fantasía, pero con tiros. Algunos films son un poco más realistas, o para ser más exactos, menos fantásticos, pero otros directamente hay que verlos como cine policial fantástico. Y si el espectador no entiende ni acepta esto de entrada, es probable que la propuesta le parezca incluso ridícula. Entrar al universo ficcional del heroic bloodshed sin miramientos, aceptar sus códigos, es entrar a un espacio donde nos esperan héroes poco convencionales que, a diferencia del estereotipo del héroe norteamericano del cine de los 80 –tipos de músculos brillosos, cancheros, pura testosterona, siempre violentos y justos pero nunca sensibles, incapaces de mostrar sus emociones–, lloran, se emocionan, se abrazan entre ellos, aceptan sus errores, demuestran sensibilidad a la par que honor y camaradería, es entrar a un mundo de historias con finales pesimistas pero emotivos, y siempre sangrientos.

¿Por qué hablar de un subgénero que murió, renació y hoy está de nuevo descansando en su tumba? Porque sin la matanza heroica muchas de las mejores películas de acción que disfrutamos en la actualidad no serían tan buenas, o directamente no existirían. Y porque siempre es bueno recordar el cine puro que se hace solo por amor a contar buenas historias en el lenguaje cinematográfico.