The Umbrella Academy: para destruir hay que hacer

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Si quieren ver una serie sobre viajes en el tiempo que no les haga doler la cabeza y no se tome todo tan en serio como Dark, corran a ver la segunda temporada de The Umbrella Academy. La serie basada en el cómic de Gerard Way (el cantante de My Chemical Romance) encontró el tono y la forma ideales para contar esta historia de superhéroes, y lo sabe. Por eso esta segunda entrega es una fiesta para quienes habíamos disfrutado la primera. La espectacularidad visual, la banda sonora ideal, los divertidos personajes, el apocalipsis: todo lo que necesitamos en nuestro propio fin de mundo.

Después de semejante final de primera temporada –la luna que impacta en la Tierra y los hermanos desaparecen justo a tiempo– el comienzo arranca con de todo. “¿Avengers, quién te conoce?”, podríamos preguntarnos al ver en acción a Vanya (Ellen Page), Luther (Tom Hopper), Diego (David Castañeda), Allison (Emmy Raver-Lampman), Klaus (Robert Sheehan), Number Five (Aidan Gallagher) y el fantasma de Ben (Justin H. Min). Estos son los personajes que se ganaron nuestro corazón no solo por su mucha humanidad sino por sus poderes poco convencionales. Manipular la fuerza del sonido, súper fuerza, agilidad con los cuchillos, hablar con los muertos, hipnotizar, viajar en tiempo y espacio, y tener tentáculos asesinos, poderes tan variados como algunos curiosos. Aunque hay que decirlo, por momentos esta segunda temporada abusa del énfasis en los personajes, volviéndolos un poco caricaturas de sí mismos, pero es un detalle, porque la mayoría de las veces no falla. También nos deparan sorpresas, por ejemplo, vemos a Number Five, Vanya y Ben en situaciones nuevas que permiten conocerlos con mayor profundidad.

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En la temporada anterior, para salvar a sus hermanos, los héroes de la Umbrella Academy, Number Five había hecho su mejor esfuerzo, pero un breve error de cálculo dispersa a los personajes en distintos momentos de la década de los 60 en Dallas. Nuevamente, y de forma bastante veloz, es él mismo (¿el mejor personaje de la serie?, obvio) quien vuelve a reunir a sus extravagantes hermanos. Nos vamos enterando de que cada uno, solo en un tiempo que no es el propio, se fue arreglando para sobrevivir. Algunos tuvieron más suerte que otros, como Vanya o Allison, que han formado en poco tiempo nuevas familias. O Klaus, que inició un culto. Pero Luther y Diego no la pasaron tan bien y están en una situación límite cuando Five los contacta con urgencia. Es que el reloj corre otra vez: el fin del mundo (de nuevo) se acerca. Y la pregunta de los primeros capítulos es ¿quién lo provoca? No voy a hacer spoilers pero la pregunta no es muy difícil de responder.

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Hay de todo y para todos los gustos, algunas peleas épicas (atención capítulo 9) y momentos de mucha intensidad (hasta uno de lagrimitas, tengan pañuelo a mano), siempre acompañados por el divertido y atinado soundtrack que caracteriza a la serie. Además, durante los diez capítulos, Steve Blackman y equipo se toman el tiempo de tratar temas de mucho interés en la actualidad como la homofobia y el racismo. Es que Dallas es segregacionista en los 60 y hay una subtrama muy significativa al respecto de la mano de Allison, que ha decidido ya no usar sus poderes. Por otro lado, Vanya perdió la memoria, y eso le permite ser feliz en una época en que su forma de felicidad es todo un problema. La cuestión política también aparece no solo porque Diego está obsesionado con evitar el asesinato de Kennedy sino porque empezamos a saber un poco más de Sir Reginald Hargreeves (Colm Feore, el “padre” de las criaturas) y su trabajo en las bambalinas de la historia. También hay intriga política pero en La Comisión, cuando The Handler (fabulosa Kate Walsh) se las arregla para volver a tener un puesto importante en esta especie de “ministerio del tiempo”. Se suman algunos personajes, el entrañable Elliott (Kevin Rankin), la dulce Sissy (Marin Ireland) y su hijito Harlan (Justin Paul Kelly) y Lila (Ritu Arya), que será importante en el desenlace de la temporada. Que no es la última, por supuesto, porque quizá con menos espectacularidad que el final de la primera, este “cierre” de la segunda temporada con su correspondiente plot twist nos deja con una ansiedad nivel Five esperando la próxima.