Fleabag: humana, demasiado humana

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Fleabag es un gusto adquirido. Durante los primeros capítulos de esta serie creada y protagonizada por Phoebe Waller-Bridge podemos esperar sensaciones de incomodidad, de que hay algo que no termina de cerrar. Ya desde el primer momento el guion muestra su característica más brillante y desconcertante a la vez, la total y completa ruptura de la cuarta pared. Fleabag, o quien suponemos que se llama así porque en ninguna de las dos temporadas nadie se refiere a la protagonista por nombre propio, nos habla a nosotros desde el minuto cero.

¿Conocen esa sensación cuando un pibe que te gusta te manda un mensaje a las dos de la mañana de un martes y ofrece pasarte a buscar o ir a verte?”.

Y sí, Fleabag, la mayoría de nosotros la conoce.

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Esa es la primera frase de la serie, dirigida al público, mientras la protagonista mira a la cámara, es decir a nosotros. A partir de ahí la audiencia es un personaje más. Inadvertidos para todos los demás personajes, Fleabag nos va a guiar por todos los aspectos de su vida, por su adorable cafetería en Londres, que está por quebrar, su duelo luego de la muerte de una amiga cercana, sus relaciones con su hermana, su papá y su madrastra, y por su vida amorosa tanto escandalosa como sexual. Nos va a contar pensamientos, secretos, sensaciones, y nos va a tratar como si fuésemos una persona más en su entorno. Pero sería un error pensar que esa confianza viene sin un precio. Resulta que nuestra nueva amiga, que vamos a aprender a querer enseguida pero también a odiar un poquito una vez que empezamos a conocerla cada vez más, es un ejemplo típico de narrador no confiable. Ella también nos oculta cosas y nos quiere dejar afuera de sus más profundas emociones. De todas maneras la verdad siempre sale a la luz y esta historia no va a ser la excepción. Lo peculiar es que a diferencia de la mayoría de los plot twists de hoy en día, en este caso nosotros nos sentimos directamente traicionados al descubrir esos secretos tan graves, esas heridas tapadas, atesoradas en el fondo de los baúles de recuerdos que los personajes de la serie al principio se niegan a visitar.

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Ahí reside la magia de la serie. Nos atrapa porque nos hace sentir, nos hace conectar. Cada uno de los personajes es único y tan perfectamente desarrollado que nos toca las fibras más sensibles que tenemos. A los que odiamos, los odiamos con pasión, y a los que queremos los adoramos, somos fans, necesitamos que las cosas les salgan bien. Durante sus dos temporadas, Fleabag nos lleva en un viaje repleto de emociones, en el cual nos reímos, nos angustiamos y probablemente se nos escape alguna que otra lágrima. Pero así como es fundamental mencionar lo espectacular del guion y las actuaciones en cada uno de los capítulos, también cabe hacer una advertencia importante. Fleabag no es como ninguna serie de su género, de hecho, creo que marca un antes y un después en las comedias dramáticas. Los personajes que vamos a encontrar son difíciles de sobrellevar, son complejos, y con defectos bien marcados. No hay lugar acá para finales felices o comer perdices. La autora prefiere alejarse de eso para explorar un terreno tal vez mucho más complicado: el día a día, los lazos entre las personas, el sentido de la vida. Y lo logra.

Fleabag solo tiene dos temporadas y pueden verse en Amazon Prime Video. La serie fue ganadora de dos premios Emmy definiendo la posición de Phoebe Weller-Bridge como una de las mejores escritoras que nos ha dado esta última década y, por qué no, una talentosa actriz.