Boże Ciało (Corpus Christi): la fe sin caretas

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Dirigida por Jan Komasa (Varsovia 44, 2014), basada en hechos reales y escrita por Mateusz Pacewicz con gran recepción en festivales y nominada a mejor película extranjera en los Oscar 2020, Corpus Christi (Pastor o Impostor nombrada en español y Boze Cialo en su Polonia natal), narra la historia de Daniel (Bartosz Bielenia), un joven que al salir de un correccional de menores se hace pasar por sacerdote en una parroquia de una pequeña comunidad, donde descubrirá que los secretos y el rencor carcomen la unidad de la población.

El inicio muestra la violencia con crudeza dentro del reformatorio, donde Daniel cumple condena: un intento de violación con el mismo Daniel cómplice y campana del hecho. Ese primer plano del protagonista con la acción de fondo, lo contextualiza como parte de ese mundo. Sin embargo, en la siguiente, lo vemos como el favorito del cura de la prisión, quien no sólo lo consiente y aconseja, sino que le da la chance de salir de prisión y reinsertarse en la sociedad, en un pequeño pueblo para trabajar en un aserradero. Dos escenas que marcan las dos caras del protagonista.

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El deseo de Daniel es ser sacerdote, pero por su pasado criminal y al ser convicto ningún seminario lo aceptaría. Ante esta negativa, el joven se encuentra sin rumbo. Viaja al pueblo desanimado, pero antes se da una noche “despedida” de puro reventón con drogas, alcohol y sexo, y también violencia cuando un amigo se burla de él por ponerse una sotana. Si bien puede parecer un montaje pintoresco de una noche de excesos, es muy significativo sobre la sensación del joven ante su nueva vida en libertad. Expresa su mayor deseo, pero la sociedad se burla de sus intensiones y también lo señala por su pasado, sin creer en él, como hará un policía en el viaje.

Al llegar al pueblo, el aserradero lo entristece y se refugia en la iglesia, donde conocerá a Marta (Eliza Rycembel), ante la cual se hará pasar por cura. En este juego de enredos cómicos, pronto se verá a cargo de la parroquia sustituyendo al párroco oficial. La mentira encuentra su camino y ya no puede echarse atrás.

Sin embargo, es el deseo de Daniel servir a Dios y ayudar a la gente fundamentalmente. Y sus vivencias personales son lo que le dan la visión natural y sincera para ayudar a los demás en las confesiones, más aún cuando descubre el trágico accidente que marcó y separó al pueblo, los rencores y el dolor se sienten en el aire parafraseando lo de pueblo chico, infierno grande.

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A su manera, y con su sinceridad, intentará hacer lo que no quiso hacer el cura oficial: reconciliar a las partes, unir a la gente. ¿Quiénes tienen las caretas? ¿El ex convicto que miente al ser cura? ¿El sacerdote original que sólo separó aún más a la gente por su inacción? ¿Lxs creyentes religiosxs que dentro de la iglesia abogan por el perdón y el amor pero sufren de amnesia al salir de la casa de Dios? Daniel muestra una fe sin caretas, habla con Dios a su manera y busca arreglar al pueblo porque así encontrará su redención.

Si bien no lo es, lo siguiente puede sonar a spoiler encubierto. Saltea los dos párrafos si no la viste.

El dicho dice “la mentira tiene patas cortas”, el pasado te alcanza, pero Daniel es el mártir moderno que por vía de su sacrificio expiará los pecados de los demás.

A un inicio de violencia cruda, la escena final demuestra una violencia aún más cruda y brutal, pero impactante y con sentido. Un montaje paralelo que valoriza el final y le da un sentido metafórico con lo que dije en el párrafo anterior.

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Con Corpus Christi no sólo tenemos una historia bien contada, cruda y profunda, que toca emociones y sensaciones para todo sapo de otro pozo, también contamos con una fotografía que ayuda aún más a la trama, que se mimetiza con los estadios de Daniel y con el letargo y la pesadez del pueblo.

Punto a parte merece la actuación de Bartosz Bielenia en la piel de Daniel, literalmente se come la película con su interpretación. Pocas veces se ve un actor que con la mirada diga tanto, justo y cauto cuando debe serlo, electrizante y furibundo cuando el personaje lo necesita.

En fin, gran película polaca, un ejemplo más de que con poco presupuesto se puede hacer mucho: lo que importa es la historia por contar y cómo se la va a contar.