Game of Thrones S08E04: The Last of the Starks
Un episodio divisivo para muchos y que muestra que la construcción de los personajes es más efectiva si las peripecias los llevan hacia adelante, y se plantan en las tramas, junto con acciones.
Jon Snow está en el centro de la escena. Por metáfora y por composición de cuadro. Es el poder real, en ambos sentidos de la palabra. Lideró la Guardia de la Noche, aunque lo asesinaron sus compañeros. Lideró el Norte, aunque le porfiaron sus vasallos y lidera los ejércitos unidos, aunque hincó la rodilla. Es el héroe estoico y reluctante. Y sin embargo, es el eje de todo. Da el discurso funerario. Se sienta al centro de la mesa. Es festejado como el héroe de Poniente por salvajes, norteños y acólitos.
Todo el mundo parece feliz con esto, y hasta se permite una sonrisa el bueno de Snow. Todo el mundo salvo Daenerys, claro. El guión fue construyendo el costado despreciable de la madre de dragones. Tyrion y Varys dan cuenta de esta característica: quienes creen que nacieron dirigentes son peligrosos. Daenerys tuvo un armado, durante temporadas, en el que se hacía de abajo (los Dothraki), ganaba apoyo (los Inmaculados), desplegaba poder (los Dragones) y, finalmente, conquistaba territorio: Mereen. Luego de esa escalada, toda una puesta en escena que parece sacada de «Conducción Política» del filósofo del siglo XX Juan Domingo, llego la contrapartida, que se llama Hubris: la enfermedad del poder.
Primero fue la incapacidad de tratar con la aristocracia de Mereen para lograr la paz. Luego la obsesión con «hincar la rodilla». Más tarde, la ejecución de prisioneros. Finalmente, el desprecio por la vida de la gente común.
Todo lo que ocurrió antes, ocurre ahora en este capítulo. Daenerys fue incapaz de ganarse el apoyo de los señores del Norte, en particular Sansa. Se obsesionó con el hincado de rodillas, sin entender cuando era su turno de hacerlo, como es el caso de su sobrino, «Aegon» Jon Snow; la ejecución de prisioneros y el desprecio por la vida del pueblo, le quitan el apoyo incondicional de Tyrion y Varys. Para peor, el único avance tecnológico del que se da cuenta en este relato, las megaballestas, acaban con su poder de fuego, que eran los dragones. Su ejército fue diezmado dos veces. El error de Daenerys, se ve ahora, fue no haber acabado con Cersei en tiempo y forma. Y ahora es muy tarde para ella. Por eso el orden de los factores alteró el producto. Según el modelo lógico, la batalla final debería haber sido con todos unidos en Winterfell, contra los caminantes blancos. Porque Daenerys no subirá al trono, no se hizo de esa manera.
La destrucción del personaje de Daenerys será recordada como uno de los momentos más particulares del guión moderno. No ocurrió en un acto singular, sino que se fue armando paso a paso. Pero ya estamos al final del camino y no queda tiempo ni lugar para una escalada pausada. El fandom la convirtió en favorita. Y en los libros, no lo era tanto.
Jon Snow es un caso serio también. Ya se nos había mostrado su incapacidad de mentir. Lo explica en el final de la séptima temporada, luego que Cersei se marchase del concilio, al enterarse que había hincado la rodilla ante Daenerys: las mentiras y falsas alianzas los llevaron a ese estado descomposición y él no se iba a prestar a eso. Sam le había dicho que si Daenerys era una persona honorable ahora hincaría la rodilla ante él. No solo la madre de dragones no hinca la rodilla, sino que le pide que no cuente a nadie su verdadera identidad.
Jon, siendo quien es, le cuenta a sus ¿primas? su verdadera identidad y, como bien dijo Varys, lo que era un secreto se convirtió en información. No había verdadera necesidad de hacer esto. Si no quiere el trono y las quiere como hermanas ¿para qué desatar esta tormenta? Porque Jon no miente, y su personaje está construido así. No fue diseñado para el juego de tronos, sino para la batalla. Y la batalla que le queda no es, ni por asomo, tan trascendente para él como fue la anterior.
Los que no son guerreros, los consejeros, los políticos, Tyrion y Varys, tienen su reaparición triunfal en este capítulo. Tienen las dudas de cualquier ministro de gabinete argentino en los últimos 100 años. Ya entraremos en eso.
El capítulo está estructurado de episodios claros. Luego del funeral, viene el extraño banquete. Aquí, de manera efectiva, es mostrada la sensación de vacío de Daenerys. Su poder se está licuando. Fue un instrumento. Trata de hacer un despliegue de poder real (nuevamente, en ambos sentidos de la palabra) y legitima a Gendry como un Baratheon heredero de Bastión de Tormentas. Ojo al piojo, si Gendry es legítimo, es contendiente por el trono: es el único hijo de un rey muerto. Daenerys se siente bien con este pequeño gesto, más por ego que por otra cosa. No se puede otorgar lo que no te pertenece. Y si lo otorga, le pertenece. Es Davos, siempre atento al bienestar de todos, el que cierra el acto con un brindis y rompe la incomodidad.
Luego viene la pulsión de vida que sigue siempre a la pulsión de muerte. El sexo es su catalizador. Tormund es rechazado por enésima vez por Brienne, pero rápidamente ambos encuentran sosiego. Una norteña y Ser Jaime son los favorecidos por los siete dioses. Hay hasta hay un momento de Podrick en el aire cuando, sin hacer absolutamente nada, logra de nuevo los favores de una joven.
Pero no todos están en esta frecuencia. El Perro y Arya siguen con su pulsión de muerte. No les interesa el sexo, ni el amor. Arya rechaza a Gendry. El perro rechaza a todos. Y esta escena se corona después con ambos abandonando Winterfell para seguir con sus listas. Tendremos «Cleganebowl» finalmente, la batalla entre titanes sanguinarios que siempre quisimos. Y Arya va por Cersei. Serán, o no, los ojos verdes que cerrará por siempre.
En la reunión la mañana siguiente Daenerys demanda marchar inmediatamente a Desembarco del Rey. Tiene que forzar la situación. Sansa se opone públicamente a Daenerys. Eso precipitará la decisión de Jon de contarles que no es su hermano, sino su primo. Esta nueva caída de la ficha del domino provocará una aceleración en las demás. Sansa le contará a Tyrion (quien parecía saberlo, dicho sea de paso). Tyrion le contará a Varys, que no parecía saberlo, extrañamente.
La despedida de Jon de Winterfell está plagada de signos. Siempre sostuve que, si Jon es el Frodo de esta historia, no podía volver al mundo, a la vida diaria feliz y despreocupado. O muere o va a perderse más allá del muro, como otrora lo hacían los exploradores de la Guardia de la Noche, grupo selecto al que siempre quiso pertenecer pero que cuando le llegó el momento fue destinado a la mayordomía.
Tormund se lo dice: no tiene lugar en el sur. Recordemos, Tormund es el personaje que relativiza la geografía. Para los salvajes, el Sur es Winterfell. Cuando le dice eso, no le está manifestando que no vaya a Desembarco del Rey. Le está diciendo que su lugar es allá arriba, lejos de todos. Jon, en el momento descorazonador del capítulo, le encomienda llevar a Ghost, su herido lobo huargo, al Norte verdadero, donde el animal fue feliz. No parece, como muchos manifiestan, que la desaparición del lobo sea solo para ahorrarse una moneda en efectos especiales. Es el adelanto de lo que viene. Hay solo dos caminos para Jon y ninguno parece ser el trono. La despedida con Sam es aún más significativa. A su próximo hijo lo nombrará Jon. Y se manifiestan amor fraternal. No suele haber reencuentros después de estas palabras.
Ser Bronn reaparece en una escena que solo sirve para limpiar el camino. Si le pagan bien, no matará a los hermanitos Lannister. Altojardín, otrora casa de la familia Tyrrell, es el precio acordado. Luego desaparece.
La flota de Daenerys es atacada, en una escena sin suspense ni momentum. El dragon Rhaegal muere a arponazos, propiciados por el propio Euron Greyjoy, villano unidimensional si existen. Momentos de zozobra se viven en Rocadragón. Llegaron muy pocos y el ejercito del Norte está a días de Desembarco del Rey. Por primera vez, parece una pequeñez, tenemos idea del tamaño real de Westeros y cuanto tarda un ejército en moverse de un lado a otro.
Es aquí donde Tyrion y Varys tratan de persuadir a Daenerys de no «bombardear» con Drogon Desembarco del Rey. Morirán muchos inocentes. Si vas a matar a tus conducidos ¿para qué querés conducir? Daenerys ya decidió no escuchar al consejo de los hombres inteligentes, tal como alguna vez le dijo Lady Olenna, pero acepta a regañadientes la maniobra publicitaria. Es muy tarde, de cualquier manera, para convencer a Varys. La solución «casamiento» ya quedó atrás. No piensa el consejero que Daenerys sea capaz de gobernar. Y aparte, tal como lo dice antes: «es su tía». Hasta el eunuco tiene límites. No bordea la traición, sino que la manifiesta claramente. Ella debe morir y Jon debe ser obligado a reinar.
El desastre militar obligá a Ser Jaime a viajar al Sur. El sueño de una vida tranquila junto a Brienne en Winterfell terminó. Parte en la noche, con ella llorando atrás. El también va a encontrarse con su muerte, y creo, como manifesté muchas veces antes, que su destino es replicarse a sí mismo y matar a su hermana, la Reina.
El encuentro al final del capítulo, en las puertas de Desembarco del Rey, sirve para mostrar cuan diezmada quedó la fuerza de Daenerys. Si bien el grueso del ejército está acercándose, sus fuerzas propias son pequeñas. Un par de Inmaculados, un dragón y dos consejeros que dudan de ella.
Cersei no puede evitar ser Cersei y envía a Qyburn a dictar sus términos. En una escena parecida a esta, justo antes de la Batalla por la Tierra Media, Aragorn decapita al emisario que viene a mofarse de ellos. Tyrion, en cambio, trata de persuadir a su hermana, a los gritos, desde el llano, después de entender que hablar con Qyburn es al cuete. Sabe que viene el desastre. Pero no puede desconocer que suplicar es fútil. Cersei no lo mata pero manda a decapitar allí frente a todos a Missandei, quien tiene oportunidad de decir unas últimas palabras que son equivalentes a las que le dice Lady Olenna. Recordemos, ante el desastre militar de la toma de Casterly Rock, la anciana aconseja a Daenerys que se deje de dar vueltas y que sea un dragón. Sangre y Fuego, le dice. Missandei en las puertas de la muerte es más escueta. Le grita a su reina: DRACARYS.
El mensaje resuena. Tyrion y Varys están acabados para Daenerys. El caos vendrá. Si será una espiral o una escalera, solo los guionistas lo saben. Probablemente ambas cosas. No solo nos resta saber quién ganará la contienda, que no necesariamente tenga que ser el que se siente en el trono. ¿Sansa? ¿Daenerys? ¿Jon? ¿Tyrion? ¿Gendry? ¿Quién sabe? Más urgente para mi es entender la función de brujo de Bran. Su papel en esta historia y su permanente segundo plano hace demasiado tiempo. Nadie con ese poder puede ser irrelevante, y si es el último de los (hombres) Stark, tal como le dicen en el capítulo, menos.