Reseña «Dear White People», temporada 2

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Ahora sí. Ahora sí se puede decir que lo que prometía la primera temporada de esta serie se consumó en algo real. Dear White People cimienta los pasos tomados en la primera tanda de capítulos y refuerza el discurso agregando una pata muy necesitada, la trama que excede al discurso ideológico y propone algo impensado para este show: un misterio.

Seguimos de donde nos quedamos

La serie arranca prácticamente después de los hechos de la primera temporada, que [spoilers] termina con una suerte de guerra étnica que no termina de llegar nunca a la violencia física pero que ya nos señala a la facción enemiga en clara representación de un presente político mundial: la alt-right o derecha alternativa (una suerte de anarcocapitalismo casi nazi, no me pregunten, todavía no lo entiendo) del colegio que, amén de la cuestión tan férrea de la libertad de expresión yankee, también tiene un programa de radio en Winchester y ataca duramente a Samantha, que está pasando una situación personal extraña por el reciente rompimiento con Gabe (Logan Browning ella, John Amedori él) y utiliza la guerrilla virtual contra los derechistas para distraerse.

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En su guerrilla, por supuesto, cada uno de los protagonistas tiene su posición y su rol. Especialmente importante es la tarea del que para mí es el personaje más interesante, el proto periodista Lionel Higgins (DeRon Horton), que a la par de investigar quién está detrás de la cuenta troll de twitter que ataca a Samantha (que cerca que pega esto, mamita), se ve enredado en la investigación personal de una orden secreta, llamada “Orden de X”, que opera en los entramados sociales de la escuela con fines desconocidos.

Joelle, Coco, Troy y Reggie (Ashley Featherson, Antoinette Robertson, Brandon Bell, Marque Richardson) siguen sus historias personales mientras participan de la lucha intestina de Winchester. Especial atención al capítulo de Coco, que es una maravilla de discurso, y a los que vieron BoJack Horseman les va a tocar una tecla con cierto capítulo de su última temporada.

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Lo otro

Había una necesidad de que Dear White People expandiera sus horizontes algo estrechos. En la reseña de su primera temporada insistíamos en que a la serie le faltaba fuego. Los que hemos militado en cualquier forma –salvando las lógicas distancias entre formas de un país y otro– no podemos entender la tibieza que manejan los americanos en sus maneras actuales de activismo. Pero es así, y no es modificable, por ende a la serie le termina faltando una vuelta de tuerca argumental, que subsanaron en esta temporada con el misterio que no solo no se termina de resolver, sino que nos deja un cliffhanger inmenso que nos obliga a esperar la próxima temporada con mayor entusiasmo que con el que quizás esperábamos esta.

En el apartado técnico, la plétora de directores y guionistas que se hicieron cargo de los diez capítulos de esta temporada tomaron buena nota del estilo que hizo de Dear White People una serie diferente. Los capítulos por personaje, que nos muestran un mismo hecho desde diferentes puntos de vista y sus intersticios, son una manera interesante de relato, no muy común en las series, y menos en las de media hora.

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Conclusión

La segunda temporada de Dear White People corrige, mejora y amplía muchísimo todo lo bueno que sucede en sus primeros diez capítulos con el muy necesario agregado de una subtrama que promete convertirse en el argumento principal de la serie en su tercera temporada. Merece muchísimo más reconocimiento del que ha logrado, y estoy esperando ver la próxima producción de Justin Simien, su creador, a ver si es capaz de crear algo brillante en otro género, extrapolándose de su experiencia personal.