Reseña: «The Discovery»

discovery
Viajé al pasado a solucionar
lo que había arruinado
y lo volví a estropear.
Viajé al pasado y me escondí,
tras el viejo árbol
del nuevo jardín.
No pensé en nada y te asusté,
me viste viejo, y no te gusté.
Y entre las ramas pudimos ver,
el sol gigante del atardecer.
Volví al pasado a terminar,
lo que había empezado
y lo volví a dejar.
Tardé unas cuadras para pensar
que saltar del auto
no estaba tan mal.
En el asfalto me recosté
mi casa estaba cerca,
y no la encontré.
Y entre los autos, pude ver,
las nuevas luces del anochecer.
Viajé al pasado a solucionar
lo que había arruinado
y lo volví a estropear
Máquina del tiempo, de Mi amigo invencible.

 

La letra de la canción que oficia de apertura para este artículo tranquilamente podría ser la sinopsis de una película de ciencia ficción moderna. Hace un tiempo, atrás en el pasado, mi querido amigo Marcelo Acevedo escribió un enorme artículo sobre la Primavera de la Ciencia Ficción indie, un fenómeno que más allá de sus variaciones estilísticas presenta varias particularidades.

Entre estas características, principalmente, se podría hablar del extrañamiento como un fenómeno que atraviesa todo ese espectro de películas. El extrañamiento entendido como la generación de ciertos climas narrativos y audiovisuales que no necesariamente siguen una lógica en términos de relato. Hay ciertos comportamientos en los personajes y en la interpretación (lo que se conoce en actuación como las circunstancias previas) que no están ni estarán narrados, son irrelevantes en términos de la progresión de la historia, pero son fundamentales al momento de impactar en su estilo. Lo mismo se traduce en el montaje, a través del juego de secuencias que no están claras con relación a cómo ocurren espacio-temporalmente y que generan un suspenso o tensión que muchas veces no se termina de develar. Hay flashbacks, flashforwards, tiempos de la premoción, todo junto y a la vez ninguno.

El efecto entonces está dado por la construcción de cierta sensorialidad o clima, los elementos de ciencia ficción se construyen sobre ese piso y desde allí la idea del futuro próximo –muchas veces demasiado próximo– se erige. No se abandona entonces la noción de una comprensión total, sino que, más bien, se produce la apoyadura en ciertos elementos que juntos le dan una forma al rompecabezas.

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Lo anterior es un detalle significativo. La ciencia ficción entendida en términos de autor –más cercano si se quiere a las películas de Resnais o Chris Marker– se desprende de ese tabú que se tiene con relación al cine de género como una cosa boba o vacía y se vuelve atractiva para experimentar el campo actual. Deja de ser el refugio de los inútiles al que se refería Agresti en los 90′ y se convierte casi en el último bastión de resistencia del cine de autor que parece ya haber agotado y devorado el costumbrismo en los últimos treinta años.

En ese contexto podemos encontrar las películas que el Negro citaba en su artículo: I origins, Primer, Coherence, Upstream Color, Another Earth e, incluso, otras más apoyadas en el thriller como The Witch, The invitation o The Gift.

El extenso prólogo es necesario para pensar y comprender el fenómeno en el que se halla inmersa The Discovery, una de las producciones originales (mejor dicho adquiridas) de Netflix más importante del año, que tuvo su estreno nada más y nada menos que en el pasado Festival de Sundance.

La premisa de la película es tan trillada como efectiva. Un científico, el Dr. Thomas Harbor (Robert Redford), descubre que hay algo después de la muerte. Qué, no se sabe con exactitud, pero lo cierto es que demuestra la existencia de reacciones químicas que explican que algo sucede luego de la muerte.

Dos años después de este descubrimiento, la tasa de suicidios aumenta exponencialmente y la gente parece dispuesta a morir y a buscar ese más allá que no está tan claro. El hijo de Harbor, Will (Jason Segel), no está tan seguro de que este hallazgo sea cierto ni que el trabajo que lleva adelante su padre sea una buena idea, así que decide viajar hasta su residencia para ayudar a falsear el experimento y desacreditar la investigación. En ese viaje, Will conoce a Isla (Rooney Mara), una joven un tanto consternada con la que formará un vínculo que, hasta el final del metraje, no quedará del todo evidente.

The Discovery - Still 2

A partir de allí la película ingresa en un terreno donde las preguntas son más que las respuestas. No se esclarecerán las causas del experimento, los motivos que lo generaron y demás elementos que en un espectador que busca certezas son fundamentales.

En cambio, el viaje será, sobre todo, interesante para aquellos que están buscando una experiencia más sensorial y menos clara en términos de relato tradicional, lo que promueve una película con alto vuelo estético, mucha destreza visual y actuaciones hermosas (especialmente Segel, de quien no se tiene mucho registro dramático). El clima que genera la cinta es la apoyadura sobre la cual luego los temas se desarrollan. Básicamente, diferentes nociones que giran especialmente en torno al existencialismo, la finitud y la trascendencia del ser humano.

La apuesta por un cine personal siempre debería ser celebrada, más aún en una industria que aparece cada vez más decidida a despersonalizar las películas, a homogenizar y crear un estándar técnico mínimo que cualquier realizador debería cumplir.

The Discovery es entonces una película sencilla, económica y que funciona en lo que pretende, sin necesidad de atar todos los cabos y resolver los enigmas que formula.