Frogman: un críptido dentro del found footage

No voy a adentrarme aquí en los detalles del género de metraje hallado o found footage. Al respecto, Marcelo Acevedo ha escrito para la 24 Cuadros un artículo muy minucioso titulado Miedo, asco y horror en el séptimo arte. Solo me limitaré a reconocer que no soy muy amigo de este estilo. Me harté de ver esas grabaciones escolares, plagadas de lloriqueos impostados y carentes de ingenio narrativo que proliferaron como la peste después de The Blair Witch Project (Daniel Myrick y Eduardo Sánchez, 1999). Lo último que vi fue The Outwaters (Robbie Banfitch, 2022), película que me resultó un atentado a mi paciencia como espectador. Sin embargo, dentro de este género me ha tocado reseñar con gusto algunas obras como Host (Rob Savage, 2020), The Deep House (Alexandre Bustillo y Julien Maury, 2021) y una maravilla proveniente de Tailandia: The Medium (Banjong Pisanthanakun, 2021). Creo que estas tres cintas comparten la buena intención de proponer vertientes novedosas dentro este estilo casi agotado. En tal sentido, Frogman —primer largometraje de Anthony Cousins, estrenado en 2023— expresa una inquietud similar y procura llevar el recurso found footage hacia terrenos poco frecuentes.

Frogman toma como punto de partida la leyenda urbana de the Loveland Frog, una rana humanoide de un metro veinte de estatura avistada en los bosques que circundan la pequeña localidad de Loveland, Ohio. De niño, en medio de unas vacaciones familiares, Dallas Kyle (Nathan Tymoshuk) capturó con su videocámara, de manera accidental, la imagen de esta criatura. Desde entonces, la breve imagen de Frogman captada por Dallas en un formato doméstico, de baja resolución, se ha vuelto popular en los canales de YouTube dedicados a lo extraño y lo paranormal. Sin embargo, no todos consideran que la grabación sea genuina. Por este motivo, Dallas se reúne con sus colegas Scotty (Benny Barrett) y Amy (Chelsey Grant) para grabar un documental que registre el hallazgo efectivo de la criatura.

En términos generales, Frogman sigue paso por paso el esquema narrativo típico del found footage. Sin embargo, en sus detalles, la película ofrece líneas de fuga que enriquecen su desarrollo. La primera de estas líneas es la referencia metatextual que convierte a las limitaciones del género en un recurso de parodia y homenaje. La segunda es el salto de planos narrativos, puesto que la película no se limita solo al registro único de los hechos, sino que escapa de este en momentos previos y posteriores, donde además se ofrecen comentarios e interpretaciones de ese registro. La tercera es la transgresión de ciertas reglas implícitas, como aquella que obliga a dejar al monstruo fuera de escena. La cuarta, y quizá la más fecunda, se da en el núcleo de la trama, que enlaza lo monstruoso con una mirada del mundo muy emparentada con la filosofía lovecraftiana.

Estos cuatro puntos vuelven a Frogman una auténtica criatura rara para el género del metraje hallado. Más que nada porque, junto a otro puñado de otros especímenes extraños —Cannibal Holocaust (Ruggero Deodato, 1980), Rec (Jaume Balagueró y Paco Plaza, 2007), Cloverfield (Matt Reeves, 2008), District 9 (Neill Blomkamp, 2009), Chronicle (Josh Trank, 2012), The Sacrament (Ti West, 2014), Creep 1 y Creep 2 (Patrick Brice, 2014 y 2017)—, ha sabido superar el desafío de narrar a la manera del Dogma 95. En este sentido, Frogman es un críptido que se sitúa a años luz de la mayoría de sus congéneres, apenas poco más que ejercicios de taller de cine.