Fue la mano de Dios: siempre hay algo que contar

La película Fue la mano de Dios, de Paolo Sorrentino, emociona y mucho. La historia es una suerte de semiautobiografía del director, encarnada en Fabietto Schisa (Filippo Scotti) que se contextualiza en los años 80, con la llegada del mejor Diego Maradona al Napoli.
La conexión con la película se hace presente desde el minuto uno. Las creencias religiosas como el Monjecito, la reunión de las familias numerosas, con sus respectivas peleas, el lenguaje soez y vulgar, los paisajes napolitanos, sumada a la veneración por el mejor jugador de todos los tiempos nos une y conecta con ese vínculo que tenemos con Italia, y por eso emociona hasta las lágrimas.
Fabietto está por terminar la secundaria y quiere ser director de cine. Su vida da un vuelco inesperado cuando sus padres se van a pasar un fin de semana a la casa de descanso y mueren por inhalar monóxido de carbono. Ese hecho puntual lo marca, ya que él había decido no ir con sus padres para ir a la cancha a ver el partido que jugaba Maradona. Desde ese momento empieza un viaje de autodescubrimiento sobre su futuro.

La relación que tiene con su hermano es clave. Fabietto necesita escapar del dolor que tiene mientras que su hermano necesita evadirse de la realidad y pasarla bien. El cine, el teatro y el fútbol son las pasiones que salvarán al joven de no caer preso como el amigo que conoce en la cancha y que se dedica al contrabando.
Las supersticiones, el paso de la adolescencia a la madurez, los goles de Maradona y el vínculo que une a Fabietto inspirado por su tía Patrizia (Luisa Ranieri) hacen que se inmiscuya paulatinamente en el mundo del cine, hasta que conoce en un teatro de la ciudad al director cinematográfico Antonio Capuano, que va de manera incógnita y termina criticando a la protagonista. Son toques mágicos que muestran la belleza de una película que sensibiliza y atrapa.
La mejor parte la vemos cerca del final del film, cuando Fabietto habla con el director Capuano luego de seguirlo por el pueblo. Fabietto quiere aprender y le pide que le enseñe todo, pero Capuano le pide que cuente una historia.

Al igual que ocurre en la vida real, muchas veces pensamos que para poder progresar hay que desplazarse hacia el centro, o a la capital del país, pero el célebre director le abre los ojos y le da un baño de humildad, le pide que no se vaya a Roma (tal como quería el joven) y que mire el pueblo, que siempre hay alguna historia para contar, que no se derrumbe, que harán cine juntos.
La película Fue la mano de Dios es un viaje de autodescubrimiento personal, que nos hace replantearnos muchas cosas, acerca de nuestras pasiones: el amor por nuestros padres, los sueños que quedaron pendientes, el barrio en el que nacimos con el dolor que nos genera, los amores prohibidos y la admiración por el mejor de todos los tiempos, Diego Armando Maradona, que con su fútbol y al igual que a Sorrentino salvó a más de uno.
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