Satoshi Kon por siempre

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Satoshi Kon es probablemente uno de los directores de animación más celebrado de los últimos tiempos. A diez años de su partida les propongo que me acompañen a recorrer un poco de su vida, obra y legado.

Nacido en 1963 en Sapporo, Hokkaido, Kon mostró interés en la animación desde temprana edad, siendo algunas de sus obras favoritas Space Battleship Yamato (1974), Heidi (1975) y Mobile Suit Gundam (1979). Otras influencias también fueron el manga Domu: A Child’s Dream, de Katsuhiro Otomo y gran parte de las obras literarias de Yasutaka Tsutsui, uno de los autores de ciencia ficción más importantes de Japón.

Más tarde en 1982, Kon terminó el curso de diseño gráfico en la Universidad de Artes de Musahino y se encontró sumamente inmerso en el cine extranjero y las novelas de Tsutsui.

Mientras continuaba con sus estudios el joven artista debutó como mangaka con su obra corta Toriko (1984), y gozando así de una leve popularidad encontró trabajo como asistente del mismísimo Otomo. Llegó incluso a escribir el guion de una película live action que este último dirigió, dando así su salto al cine.

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Trabajando como dibujante de fondos, Kon fue saltando de proyecto en proyecto, entre ellos Roujin Z (1991), Patlabor 2: The Movie (1993) del gran Mamoru Oshii, Memories (1995) de Otomo, y codirigiendo con este último, los últimos tres capítulos de la primera adaptación animada de JoJo’s Bizarre Adventure en 1993. Todo esto mientras seguía trabajando como mangaka en obras como Kakisen (1990), World Apartment Horror (1991), Seraphim: 266613336 Wings (1994), entre otras.

Al fin en 1997 Kon se largó con su primer proyecto como director hecho y derecho con su adaptación de Perfect Blue: Complete Metamorphosis, de Yoshikazu Takeuchi, la cual tituló simplemente: Perfect Blue. Una película de suspenso y terror psicológico que gira en torno a Mima, una cantante idol que busca convertirse en actriz pero que se encuentra acechada por una misteriosa presencia que la acosa y se hace pasar por ella.

Esta fue la primera vez que vimos en acción una de las técnicas más características del director, los matching cut. Una técnica de montaje que consiste en unir dos escenas aparentemente distintas por medio de un solo elemento visual.

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Esta técnica no sólo está implementada como un recurso estilístico, sino que sirve a la narrativa de la película, ya que como espectadores estamos tan o más confundidos que la protagonista; siendo una de las temáticas centrales de la cinta la identidad o la falta de ella, llegado al caso. Y acá también es donde podemos notar otro de los elementos característicos de Kon, la invisible línea entre lo real y lo ficticio. Una idea que de una forma u otra se vería a lo largo de sus otras obras y proyectos.

Luego de la buena recepción de Perfect Blue, Kon estuvo a punto de ponerse a adaptar la novela Paprika, de Yasutaka Tsutsui, pero por problemas económicos de la distribuidora el proyecto quedó suspendido.

Un poco más tarde en 2002 dirigió y coescribió su segundo largometraje: Millennium Actress. La película trata de un grupo de periodistas de televisión que se dirigen a entrevistar a Chiyoko Fujiwara, una importante actriz de cine que se retiró abruptamente de la escena hace treinta años. A partir de esa entrevista vamos a ir reviviendo los momentos más importantes de su vida hasta su retiro. De nuevo tenemos este elemento tan característico del director que es la mezcla de lo real y la ficción, ya que iremos saltando entre estas dos realidades a medida que avanza el relato. Esta película, además, contó con una banda sonora a cargo de Susumu Hirasawa (uno de los compositores favoritos de Kon). Una de las cosas más interesantes de Millennium Actress es ver cómo el autor retiene todo lo que lo caracterizó en Perfect Blue y lo vuelca a otro género como es el drama sin perder ni un poco de estilo.

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Casi de inmediato Kon se puso a trabajar en Tokyo Godfathers, su tercera película. Esta es claramente la más distinta de sus obras hasta el momento, ya que como mencioné con sus dos proyectos anteriores ambos compartían esta temática del mundo de lo real y el mundo de lo ficticio. Pero en esta ocasión tenemos una historia mucho más simple y lineal. En vísperas de Navidad tres vagabundos encuentran a un bebé entre la basura junto a una nota que pide que por favor cuiden bien del recién nacido. Así es como con un par de pistas y nada que perder el trío se embarca en un viaje a través de la ciudad para encontrar a los padres.

Con una trama, tono y temáticas totalmente distintas a lo que venía haciendo Kon, es formidable que la película esté tan bien construida. Tokyo Godfathers tiene de lejos las mejores interacciones de personajes de toda su filmografía, el trío de personajes se siente clásico y fresco a la vez. Son interesantes, son originales, son tiernos y sobre todo son humanos; algo que a veces en la animación, y en especial la japonesa, no suele abundar.

En 2004, un año después del estreno de Tokyo Godfathers, Kon llevó a cabo la que sería su única obra en formato de serie, Paranoia Agent o Mōsō Dairinin. En esta veríamos la vuelta de una de las temáticas más características del director, como lo es la borrosa línea entre lo real y lo ficticio; esta vez abordada desde la paranoia colectiva.

Si bien el tema que se muestra en la obra no es nuevo para la filmografía de Kon, sí lo es la forma en la cual se aborda. A lo largo de sus trece capítulos Paranoia Agent nos va a ir paseando por una galería de personajes única. Y si bien hay un par de personajes recurrentes en esta historia, el foco no son ellos como tales, sino cómo cada uno de estos individuos va aportando su grano de arena para hacer que este fenómeno del imaginario colectivo siga creciendo.

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2006 sería el año en el que Paprika por fin vería la luz y el resultado fue deslumbrante. Con una animación impecable y contando de nuevo con Susumu Hirasawa a cargo del soundtrack, la película se llevó varios premios y menciones, y fue un éxito en taquilla. Kon continuó ahondando en su temática más característica, esta vez con una historia policial con varios toques de aventura y ciencia ficción.

En un futuro no muy lejano la tecnología dio luz, recientemente, a un artefacto llamado “DC Mini”, el cual le permite a la persona que lo usa entrar en los sueños de otra gente. Con la finalidad de ayudar a sus pacientes psiquiátricos, la doctora Atsuko Chiba da uso a este invento para analizar sus sueños. Uno de sus pacientes es el detective Toshimi Konakawa, al cual terminará asistiendo en un caso que involucra esta reciente creación.

Por si fuera poco, también es una de las obras en la que más y de formas muy creativas usa sus ya característicos matching cut, llevando su técnica insignia a otro nivel.

Después de terminar con Paprika, Kon se unió con Mamoru Oshii y Makoto Shinkai para crear cortos para el Ani-Kuri 15 (una serie de cortos de no más de un minuto que se transmitían por la cadena de televisión japonesa NHK). Ese mismo año ayudó a crear y sirvió como miembro de la Japan Animation Creators Association (JAniCA), una organización sin fines de lucro dedicada a mejorar las condiciones laborales de los trabajadores de la industria del anime.

Al poco tiempo comenzó a trabajar en su próximo largometraje, Dreaming Machine. Lamentablemente la película sufrió un parate en medio de su producción, ya que en mayo de 2010 Kon fue diagnosticado con cáncer de páncreas terminal. Con la enfermedad muy avanzada y con medio año de vida restante, Kon decidió pasar sus últimos meses de vida en casa con su familia. Satoshi Kon murió el 24 de agosto de 2010 con tan solo 46 años.

Kon elevó la vara en muchos aspectos. Si bien muchos directores de animación contemporáneos a él se atrevieron a traer temas maduros al mundo del anime, ninguno lo hizo de forma tan real y tan humana. Con temas que nos atraviesan de lleno a todos, la identidad, el hogar, los sueños, la paranoia. Película a película su obra se redefinía, su estilo se perfeccionaba y su legado se asentaba.

Con un estilo inconfundible y una calidad irreplicable, tal vez Satoshi Kon se fue antes de tiempo, pero su obra nos quedará por siempre. Escribiendo este texto se me cae una lágrima, una lágrima por un individuo que nunca conocí ni conoceré en persona. Pero cada vez que veo una de sus obras siento que, aunque sea un poco, nos conocemos.

Finalmente, me gustaría dejarles su última obra, el cortometraje Ohayo (Buenos días).