Reseñas Festival «Cineuropa 32» de Santiago de Compostela.

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Panorama latinoamericano en el #Cineuropa32

Santiago de Compostela se caracteriza por ser el nodo más relevante de un entramado de redes culturales. La capital gallega, desde tiempos lejanos, es el punto de llegada de viajeros atraídos por diversos motivos. Los caminos de Santiago, recorridos por peregrinos de todo el mundo; su Catedral, el Patrimonio de la Humanidad que maravilla desde todos sus puntos; su centenaria Universidad, y el espíritu de los jóvenes estudiantes, son realidades corrientes para quienes vivimos entre sus paredes de piedra y musgo. Durante el otoño, esta ciudad es lugar de acogida de cinéfilos y realizadores debido a sus variados festivales. Es que la lluvia constante da el marco perfecto para adentrarse en los cines. Ya quedó atrás el 15° Festival Internacional Curtocircuito y la Semana de Cine Euroárabe AMAL, pero para los que no vamos a Mar del Plata nos queda una última ficha para jugar lejos de su casino, el 32° Festival Cineuropa.

Como su nombre lo indica, el festival reúne secciones y películas concordantes con el interés del viejo continente, pudiéndose observar algunas de las premiadas por otros festivales europeos durante el 2018. Con el tópico de “escandalo”, este año se pretende no ser indiferente a las realidades político-sociales actuales y movilizar internamente al espectador. Cineuropa, como la ciudad en la que transcurre, tiene fuertes redes más allá del Atlántico y permite apreciar el trabajo de realizadores latinoamericanos. Es así que, en la sesión de apertura, se proyectó La noche de 12 años, de Álvaro Brechner, película que impulsó, en el coloquio posterior, un necesario ejercicio de memoria histórica sobre los procesos totalitarios más allá de las fronteras, cementándose en el retrato del uruguayo Pepe Mujica, referente actual para las izquierdas españolas. Albertina Carri con Las hijas del fuego puso la premisa del festival en lo alto. Su propuesta impactó hondo en los espectadores, es que en cada escena donde los cuerpos eran protagonistas las pantallas de los móviles se encendían, intentando escapar de esa sexual provocación. Mucho más íntimo y personal, Primas, de Laura Bari retrata dos historias sobre volver a nacer sin perder originalidad. Esta directora, de origen argentino, da cuenta de que los hechos cinematográficos están servidos dentro de los círculos más cercanos.

Sé que el interés del lector está en la reseña, pero permítanme contarles sobre las experiencias. Los vínculos de Galicia con Latinoamérica, fruto de las inmigraciones, sin importar fechas ni destinos, no solo se plasman en el interés del festival, sino también en los espectadores. Es corriente en los coloquios escuchar las evocaciones a familiares y amigos del otro lado del charco. Películas como La flor de la vida, de Claudia Abend y Adriana Loeff, tienen como logro llegar al público de forma sincera y nostálgica. Una suerte parecida la de Mi obra maestra, de Gastón Duprat, en la que los espectadores no pararon de reír, a pesar de ser una película repleta de modismos argentinos. Las redes culturales hacen que este tipo de películas logren su cometido y obtengan una alta respuesta en el espectador local. Aunque no es el caso de Tigre que, con una propuesta de fondo mucho más interesante y artística, al público se le escapan las valiosas aristas del mundo salvaje del delta del Río de la Plata.

Afortunadamente Cineuropa tiene una larga duración, del 7 al 28 de noviembre, por lo que desde el cenit se pueden seguir avizorando más perlas del panorama latinoamericano que quedarán para próximas entregas. Hasta aquí estas son las reseñas, veamos cine:

LA NOCHE DE 12 AÑOS (Dir. Álvaro Brechner, 122’)

Pretende retratar las vivencias de tres presos tupamaros durante la dictadura del 1973 en el Uruguay. Con la clara intensión de reivindicar a sus personajes centrales, Álvaro Brechner pone en escena la tortura, la búsqueda de esperanza y la fuerza vital de «Pepe» Mujica, Mauricio Rosencof (escritor) y “El ñato” Fernández Huidobro (ex ministro de Defensa).

Priman las noches y el encierro en pequeñas celdas, por eso todos los atisbos de esperanza y rebeldía se anuncian con planos amplios donde la luz del sol contribuye más que la canción The Sound of Silence, más acorde a la causar sensaciones que al contexto histórico latinoamericanista.

Contrarresta la intensión de volver locos a los prisioneros, sus sobresaltadas habilidades intelectuales que doblegan la brutalidad imperante. Lo mismo ocurre con la relación entre el personaje de José Mujica y su madre, de breves apariciones, pero de una intensidad asombrosa. Los diálogos con los opresores y sus relaciones un tanto infantiles conducen la película, dejando la introspección en los personajes para los flashbacks y momentos en los que la imagen se hace protagonista.

 

LAS HIJAS DEL FUEGO (Dir. Albertina Carri, 115′)

Quisiera pedir perdón por poner un marco a esta genialidad, es que me ha invadido y requiero mensurarlo para entenderlo: pornografía lésbica antipatriarcal, inmersa en la aventura de una hermandad de mujeres. A partir de aquí, desde donde alcanzo a comprenderlo, codifico las intenciones de la película en sus primeros minutos y disfruto que todos los pasos están bien dados. Es que la deconstrucción es personal, el género cinematográfico ya existe y encuadra esta pieza. Con el tiempo será tan importante como el resto de su filmografía si se sabe valorar el contexto.

Las voces en off instalan el orden para que los cuerpos no sean paisajes y las acciones sean protagonistas. La sensación de libertad de los planos amplios contribuye a darle fuerza a este valor y combatir las opresiones internas de los espectadores en la sala. No es casual que todo esto pueda ser apreciado porque estaba en una butaca. Es crucial para la película que, como en todas sus etapas, el cine sea un hecho colectivo, social y político.

 

LA FLOR DE LA VIDA (Dir. Claudia Abend y Adriana Loeff, 86′)

El documental se centra en la historia de una pareja de inmigrantes, contada por sus protagonistas con un nivel de profundidad más allá de las palabras. El archivo fílmico personal de la pareja apoya en todo momento las entrevistas y los diálogos. Como si faltara algo para atrapar al espectador, la sinceridad del relato, no siempre veraz, y lo entrañable de sus personajes clarifica las pretensiones de la historia. Es que la realidad no puede ser de una sola manera, y las entrevistas por separado articulan un juego dialéctico que parece que nunca hubiera existido antes.

 

MI OBRA MAESTRA (Dir. Gastón Duprat, 100′)

Efectiva, dinámica y previsible, esta comedia resulta agradable al espectador. Guillermo Francella y Luis Brandoni edifican su éxito en su poder de controlar el lenguaje y los tiempos en todo momento, cosa que no ocurre en el personaje de Raúl Arévalo, a pesar de ser clave en los giros de la película. Andrea Frigerio vuelve a responderle al director de forma natural, aunque con menos importancia que en El ciudadano ilustre.

Efectiva por sus actores, dinámica por alcanzar la simpleza en el ritmo que merece una comedia y previsible porque se vuelven a observar los rasgos como guionista de Duprat. Parece corriente en sus personajes el destino de caer en los cánones preestablecidos para su condición social y cultural, como una trampa que les es inevitable. Sus acciones están encadenadas a su estatus, y su destino también.

Esta película, además de ser una oportunidad estupenda para instaurar la risa de rutina, deja ver algunos escenarios maravillosos de Buenos Aires, Jujuy y Río de Janeiro. Con atención a los detalles, un trabajo de fotografía y de estética correcto, se pone de manifiesto una envidiable producción bien lograda.

 

PRIMAS (Dir. Laura Bari, 100′)

Los cambios personales, el paso de la adolescencia a la madurez, el descubrimiento personal, son materias corrientes para el cine. Este documental muestra en primera persona qué pasa en estos aspectos si la vida fue interrumpida por un hecho puntual durante la niñez. Cómo las marcas en el desarrollo de la persona son más fuertes que una marca física. Pero suma un componente más, la directora encuentra el disparador dentro de su seno, sus sobrinas, lo que aporta un distintivo de intimidad al retrato inigualable.

Los tropiezos lógicos de poder captar los momentos más relevantes para comprender las realidades son acompasados por escenas metafóricas y entrevistas que traslucen un dolor compartido al narrar los casos de violencia. Se vuelve muy difícil no empatizar, imposible mantener una distancia de seguridad, de allí radica en parte el arte de esta película que logró el Premio del Público en el 32° Festival de Mar del Plata (2017).

 

TIGRE (Dir. Ulises Porra y Silvina Schnicer, 92′)

El avance de los negocios inmobiliarios en el Tigre (Buenos Aires, Arg.) provoca el instinto de una familia a recuperar lo que por herencia es suyo, una vieja casa de madera en medio de una cambiante isla. Esta es la excusa perfecta para retratar muchas realidades humanas inmersas en el ambiente en donde se narra la historia. Lo salvaje, la sexualidad, la desmesura, la brutalidad, las mezquindades, la mixtura que se trasluce entre lo natural y lo humano son centrales en esta película.

¿Cómo un lugar que fue pensado para el ocio hoy es naturalmente fuente de tópicos que intentamos esquivar? Un drama que invita a reflejarse en los personajes de una forma tan sutil que requiere la total predisposición del espectador para ser valorado. Cada relación, cada personaje cuenta una parte de la cosmovisión del Tigre que se desea retratar.