Del Sunderland hasta la muerte y Bienvenidos a Wrexham: Una excusa para hablar de las SAD

Introducción
Con la asunción al poder de los libertarios se impulsó un viejo anhelo del expresidente de Boca y Argentina, me refiero a la figura de las Sociedades Anónimas Deportivas (SAD). Es decir, la privatización del fútbol. Con la palabra “mercado” en boga en todos los ámbitos del país, la discusión en el fútbol gira en torno a esto en cualquier debate entre deportistas, dirigentes, políticos, y los amigos después de un picadito.
Sí, sigue siendo una revista de cine, pero esto me dio pie para hablar de dos series documentales que nos traen ejemplos de las SAD en el fútbol. Me refiero a Del Sunderland hasta la muerte y Bienvenidos a Wrexham.
Bienvenidos a Wrexham
La primera temporada de Bienvenidos a Wrexham tuvo todos los elementos para conquistarnos y pegarnos al televisor o a la pantalla del dispositivo elegido. Dos estrellas, Rob McElhenney (actor muy conocido por labor en sitcoms) y Ryan Reynolds (estrella de Hollywood, recordada por ejemplo por su papel en Deadpool) compran al Wrexham, equipo galés sumergido en el ostracismo del fútbol semiprofesional inglés, con 14 años sin poder salir de la quinta división. Pero no todo es negocios y performances deportivas, en sus capítulos, el documental permite que el espectador conecte con la importancia y unión del club con la ciudad, que también sufrió los embates del olvido y la decrepitud. Hablamos de un pueblo minero, que por las crisis económicas se vio languidecer.
Si bien en esa primera tanda de episodios se muestra que no se logró el objetivo del ascenso, la gran inyección de dinero de los dueños mostró la capacidad competitiva que adquirió el equipo y la conexión e ilusión de estos hinchas con los nuevos propietarios del club, que no solo mejoraron al plantel del fútbol, sino que invirtieron en las instalaciones, recuperaron el viejo estadio, y llevaron adelante una gran campaña de marketing y publicidad.

En esta segunda temporada no hay sorpresas y se continúa el carril de lo que vimos en la primera. Se muestran las consecuencias positivas de estas dos estrellas de Hollywood que aprendieron a gerenciar un club de fútbol mientras aprendían del fútbol en sí mismo. Pero también, como los fans adquirieron cierta notoriedad, por ejemplo, un grupo de hinchas hicieron una canción que habla del club y sus dueños e hicieron giras en Inglaterra gracias al documental. A su vez, se destaca el crecimiento de la ciudad de Wrexham, que se convirtió en un centro turístico, en especial, “el pub” característico de los “Dragones rojos”. Todos quieren conocer la ciudad y el club de Deadpool. El pico de esta repercusión se ve reflejado con la visita del Rey Carlos a la ciudad, que llevó a que un capítulo entero narre este acontecimiento y el aprendizaje (chistes mediante) de los actores/empresarios del protocolo real.
Algo interesante que añadió esta nueva tanda de episodios es la importancia y creación del equipo femenino del club, dándole un espacio merecido y, quizás, con historias más intimistas de sus jugadoras con la entidad deportiva y su ciudad.

A lo largo de sus quince capítulos, hay momentos preparados, apuntados a soltar sonrisas, con figuras invitadas a “conocer el fútbol” como Will Ferrell, parte del elenco de la sitcom It’s Always Sunny in Philadelphia, que volvió famoso a Rob McElhenney, o Jason Sudeikis –quien ya tuvo un acercamiento al fútbol por su serie Ted Lasso.
El show ya cuenta con una tercera temporada que se está estrenando desde mayo en Estados Unidos, donde no creo que haya muchas sorpresas (ya sabemos los resultados, pero no los diré para quienes no quieran spoilers. En resumen: logros deportivos más el carisma de sus dueños, son un combo más que entretenido. Y aunque la sintonía entre Rob McElhenney, Ryan Reynolds, el club y la ciudad parece un cuento de hadas y una historia feliz de Hollywood, aún falta para saber cuál será el verdadero final.
Del Sunderland hasta la muerte
La suerte del Sunderland fue muy distinta. No llegó Deadpool para salvarlo. La primera parte de esta serie documental nos remonta a la temporada 2017/18. El Sunderland descendió a la segunda categoría y atravesaba una crisis económica e institucional sin precedentes en la historia del club. La gloria de sus más de 140 años de trayectoria, con vitrinas orgullosas que ostentaban 6 ligas, 2 copas inglesas y una Community Shield, obligaban a que recupere de forma inmediata su lugar en la élite del fútbol inglés.
Sin embargo, lo que vimos esa temporada fue un desastre deportivo que llevó al Sunderland a descender a la tercera categoría. En el medio, se nos mostraban cambios de dueños; un manager haciendo malabares para contratar jugadores; empleados nerviosos con sus lugares de trabajo en peligro; y, los fans, los hinchas sufriendo con cada resultado.

Porque al igual que en Wrexham, Sunderland es una ciudad de una gran población obrera, en este caso, portuarios.
En la segunda parte, con el club en tercera, los resultados tampoco se dieron y los nuevos dueños, que renovaron la ilusión del hincha, comenzaron a desaparecer. El flujo de dinero cesó y los problemas se acrecentaron. Sunderland no ascendió en esa temporada 2019/2020.
Por años no se supo si habría una tercera temporada, hasta que el año pasado finalmente esto se concretó. Tres episodios, algo apurados, para dar cierre a una historia que le llegó a mucha gente.
En el desarrollo de estos capítulos vemos que las cosas siguen sin funcionar en la temporada 2021/2022, con el dueño queriendo vender el club. Un nombre surgió entre los compradores, quien entró al Sunderland como un pequeño accionista, pero quería dar el salto y hacerse como el propietario mayoritario. Se trataba de Kyril Louis-Dreyfus, de 22 años. La corta edad del empresario puso una lupa gigante sobre él, más teniendo en cuenta las malas experiencias acarreadas con los dueños anteriores. El futuro parecía desalentador, y una nueva decepción crecía en el ánimo de los hinchas.

Los Louis-Dreyfus son una importante familia de negocios francesa. El padre de Kyril fue propietario del Olympique de Marsella en los 90, cuando el club alcanzó la gloria al obtener la única Champions League conseguida por un equipo francés. Pero, los escasos 22 años del Kyril llamaban la atención, y no importaba mucho su crecimiento dentro de una institución deportiva o los años que ejerció de director ejecutivo de Adidas. No obstante, la nueva inyección de ingresos del joven emprendedor y la apuesta asumida rindieron sus frutos y llevaron al Sunderland al ansiado ascenso.
Una temporada corta en cuanto capítulos, pero que buscó recuperar y poner el acento en los testimonios de los hinchas que acompañaron este trayecto de un club que sufrió con la incertidumbre de propietarios insatisfechos con sus inversiones. Un pasamanos de la pasión de miles a cambio de ganancias que no llegaron.
En conclusión
Aunque el Sunderland acabó con un final feliz, logrando su ascenso a la segunda división, y el Wrexham se encamina a conquistar la gloria, con dos ascensos consecutivos y la apuesta de sus dueños hollywoodenses por llegar a la Premier League (la élite inglesa) y a los torneos europeos, esto no significa que los ejemplos de las SAD funcionen en nuestro país.
A lo largo de las tres temporadas de Del Sunderland hasta la muerte se pueden ver las consecuencias negativas que devienen de la privatización de las instituciones deportivas. Un dueño, si no obtiene ganancias inmediatas, frena el flujo de dinero y busca vender. No importa si eso genera deudas para el club o fracasos deportivos, se va y punto. El que sufre, es el hincha.

El fútbol argentino es complejo y funciona mal. Los clubes cada vez están más endeudados, y aunque sean asociaciones civiles sin fines de lucro, el negocio es millonario para muchos. En cada club hay allegados que ponen dinero, y que luego lo reclaman sin la necesidad de un contrato. Las garras de la política y de las barras bravas (dos tipos de criminalidad organizada) sacan provecho de los ingresos de los clubes e influyen en muchas decisiones que luego perjudican a las instituciones.
¿Significa esto que las SAD son una solución?
Ejemplos de gerenciamiento tuvimos y tenemos en Argentina. A principios de los 2000, el periodista Enrique Sacco se hizo cargo del gerenciamiento del club Sportivo Barracas. Uno de los pioneros del deporte en el país, pero eso no importó y se lo despojó de su historia y su identidad. Desde el cambio de nombre, pasó a llamarse Sportivo Barracas Bolívar, se mudó a la ciudad de Bolívar y cambió su histórica camiseta, una de las más lindas y características que había, por un naranja chillón. Cuando Sacco y sus accionistas decidieron marcharse, el club estuvo a nada de desaparecer. Recuperó su nombre, pero tuvo que lidiar el estar sin estadio, llegando a estar un año desafiliado por diversos clubes en 2012, y recién ahora, y muy de a poco, encontró cierta estabilidad jugando en la C, cuarta división del fútbol argentino.

Otro caso muy conocido es el de Blanquiceleste S.A. que con Fernando Marín a la cabeza gerenció a Racing a partir del 2001. El club se salvó de la quiebra, pero estar en manos de una empresa privada no le significó recuperar la gloria. Jugadores mal vendidos, desatención de instalaciones y la pérdida de un predio marcaron esa gestión. Cuando el gerenciamiento se marchó, dejó deudas y casi nada de patrimonio. Al club lo recuperaron los socios.
Los defensores del modelo de las SAD en el país, los que inundan las discusiones con la palabra “mercado”, ponen de ejemplo a Europa, e Inglaterra en particular. Pero no todas las experiencias son como Chelsea, Paris Saint-Germain o Manchester City.
Marcelo Tinelli compró al Badajoz en 1998 y lo único que hizo fue crear un caos que llevó al club a su desaparición, lleno de deudas y directo a la quiebra. Gracias a los hinchas y socios se pudo refundar como Badajoz 1905. Y como este, hubo y hay decenas de casos, solo para pasar lista podemos citar al Extremadura, Parma, Fiorentina, Nápoli, Leganés, Málaga.

Incluso, un grande de Escocia, como el Glasgow Rangers, por un mal gerenciamiento privado llegó a desaparecer por un mes y debió refundarse como Rangers FC Leeds United, otrora campeón inglés y uno de los más importantes, pasó décadas en el ascenso por malos manejos de propietarios. En resumen: la inversión privada no garantiza el éxito.
Si es que se lleva a cabo en nuestro país, habría que plantear un buen control estatal para hacerlo. Con participación de los socios vía plebiscitos, con informes regulares y detallados de las transacciones comerciales. Y, lo más importante, debería ser clave que los privados no desatiendan el beneficio del club en pos de sus ganancias personales. Los clubes, aunque sea la mayoría, cumplen un rol social fundamental en los barrios y ciudades, y es algo que no debería perderse.
¿Alguien ve a San Lorenzo o a Boca cambiando sus colores?, ¿a Independiente mudándose a San Luis? Aunque los socios no tomamos las decisiones y no nos enteramos de la mayoría de las cosas que pasan en nuestras instituciones, tenemos asegurada por lo menos una mínima participación con ese poder que nos da el simple ejercicio de ir a votar a nuestras autoridades. Con cada elección presidencial, la esperanza de haber elegido bien a quien se hará cargo de las riendas de nuestros clubes, a veces es suficiente. Con las SAD, eso se perdería. Si hay pérdidas, siempre son del club, pero las ganancias son de los accionistas.
Pero bueno, más allá de todo vean Del Sunderland hasta la muerte y Bienvenidos a Wrexham y saquen sus propias conclusiones.



